21. Fingir emociones

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Lucía

Mojo mi rostro seguidas veces en el lavabo. Debería ser un delito saber fingir mis emociones. Otra vez con mi maldita cara de póker, y ni sé dió cuenta. Tengo tanta frustración, esto me está matando.

"Hay que practicar besarse otra vez".

Alzo la vista mirándome al espejo, ya me sonroje de nuevo, necesito tranquilizarme.

Cálmate Lucía, es solo un beso.

Me alejo del lavabo, entonces me acerco a la puerta a ver qué está haciendo. Evan sigue ahí sentado en el suelo, apoyando su espalda en el final de mi cama ¿Por qué es tan guapo y adorable a la vez? Soy tan estúpida por meterme en este lío, voy a terminar mal. Apago la luz de mi habitación y se sobresalta, entonces camino hasta él, para luego sentarme a su lado.

—Más cómodo, así entramos en ambiente —declaro aunque en realidad nos dejé en la oscuridad solo para que no se note mi sonrojo.

—Que inteligente —expresa mientras se acerca a mi rostro.

Mi corazón se acelera.

Evan se aproxima hasta mis labios, entonces contengo un suspiro cuando los roza. Un tacto suave y deleitante. Su boca me ataca despacio hasta que mueve su cuerpo hasta mí y el beso se intensifica. Abro la mía, así que siento su lengua. Nuestros labios se toquetean una y otra vez.

—Un segundo —dice Evan y se aleja, bajando la cabeza —. Lo siento.

—¿Por qué te estás disculpando? —expreso confundida.

—Porque me dijiste que no me pase y lo hice —Se ríe.

Puede oírse avergonzado, así que me doy cuenta.

—¡Cielos! —Me sobresalto al percatarme de que el gancho de mi sostén está desatado.

—Perdón, tengo manos sigilosas, estaba demasiado absorto en lo que hacía, mejor lo dejamos para cuando no esté tan excitado.

—Sí, sí, será lo mejor —Muevo mis manos a mi espalda para atar el corpiño —. Si no será demasiado natural —me burlo aunque estoy nerviosa.

—Buena idea —Chasquea los dedos y se levanta del suelo —. Mañana veámonos en la universidad y sigamos con el plan.

—¿Vamos a besarnos otra vez? —pregunto tímida.

—Supongo, pero primero debería traerte un regalo, ya sabes, el plan, que tú ideaste, y ahora me voy.

Sí, yo solita me metí en esto.

—¿Eh? Sí —Me levanto del piso también, entonces lo acompaño a la salida.

Al día siguiente, cuando llego al edificio universitario, veo como Evan coquetea con Esmeralda y me muero de celos. Me sobresalto al sentir un abrazo enérgico detrás, así que ya sé quien es.

—Hola, Priscila —digo de mala gana.

—Hola, mi gruñona favorita —expresa alegre como siempre.

—¿Ya me vas a soltar?

—¿No te da celos? —pregunta viendo como Evan tiene la mano en la pared a un costado de la cabeza de Esmeralda, mientras sus rostros están bastante cerca.

—No —digo a secas para no presionar mis dientes.

—¡Oh que envidia, yo me moriría de celos si Tristán se acercaría a solo metros de una chica! —Me suelta y da un giro con esa actitud tan encantadora que tiene cuando está de buen humor —¡Debo tomarte de ejemplo, eres genial!

No puedo creer que sea tan preciosa cuando está feliz y cuando está celosa es un monstruo lleno de destrucción.

—¡Lucía! —Evan se acerca y me entrega una flor, así que no puedo evitar sonrojarme.

Estúpida, te van a ver.

—¡Gracias! —Me giro nerviosa, dándoles la espalda para que no se vea cualquier gesto de emoción.

—¡Envidia! —chilla Priscila.

Al menos el plan funcionó, aunque en realidad no era mi intención.

Herencia Lovelace (R#12)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora