38. Eleonora

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Tristán

Me encuentro sentado en uno de los bancos al aire libre de la universidad, esta zona es al descubierto y hay mucho pasto. Usamos las mesas para almorzar o estudiar algunas veces, como hoy, exactamente estoy leyendo.

Apoyan una mochila sobre la mesa, entonces veo que la chica rubia de cabello corto se sienta en la silla del frente de la mía.

—¿Estás ocupado? —pregunta ella.

Cierro el libro y alzo la vista, entonces sonrío.

—¿Qué haces aquí, Eleonora?

—Dime Nora —Se ríe —. Comenzaré a estudiar el año que viene, así que vine a hacer un test vocacional —Apoya uno de sus codos sobre la mesa y su mano en la mejilla —¿No vienes más al mecánico de mi padre? ¿El auto está vivo?

—No, ya ni lo uso —bromeo.

—Soy tu vecina, vivo a unas cuadras, ¿y me dices que ya no utilizas el vehículo? Nadie te cree.

—¿Me estás espiando? —Sonrío.

—No, solo miro mucho por la ventana.

—Tengo que dejar de pasar por ahí entonces.

Se ríe.

—Que malo.

—Así soy.

—Y dime... —Hace una pausa —¿Cómo va todo con tu ex?

Mi sonrisa se borra.

—La verdad no quiero hablar del tema.

—Lo siento —Baja la vista —, fue mi culpa, no debí insistir tanto con el beso que te robé, soy una desubicada.

—No tienes que disculparte por confesar tus sentimientos, aunque no fue la mejor forma.

—No, de verdad, me siento culpable —Apoya la mano donde está su corazón —. No debí insistir, me lo dejaste muy en claro.

—Escucha, Nor, no tienes porqué disculparte, la relación ya estaba deteriorada.

—Me alegra que sigamos siendo amigos, me hubiera sentido muy mal si no me hablases más.

—No te preocupes —Vuelvo abrir mi libro y sonrío —. Si me disculpas, tengo examen mañana y no quiero desaprobar —Hago una mueca graciosa y se ríe.

Se queda mirándome un momento y luego me vuelve a hablar.

—Deberías... deberías conversar con Priscila.

Alzo la vista y frunzo el ceño.

—¿Por qué?

Baja la cabeza avergonzada para no mirarme y explicar.

—Porque sé que todavía te gusta y no pueden terminar así, al menos no de una manera tan fea, no deberías seguir enfadado con ella.

Suspiro.

—Te dije que no quiero hablar de eso, y de todas maneras que la siga queriendo no arregla nada, si alguien tiene que cambiar actitudes es Pri, no yo, yo ya hice todo lo que pude.

—Lo sé, lo sé —repite nerviosa —. Eres alguien sensato y has sido muy paciente con ella, pero todos necesitamos una conversación seria alguna vez y creo que este es el momento, ya ha pasado mucho tiempo, ¿o no?

Me río.

—¿Por qué no me enamoré de ti?

—Porque soy aburrida, solo me gustan los autos deportivos y mirar por ventanas, no tengo más hobbys.

—Estás loca —me burlo.

—Y tú eres un bobo —Agarra su mochila y se levanta del asiento —. Bueno, te dejo estudiar, iré a ver si con este test tengo más aficiones que mirar vehículos.

—Suerte —le digo y veo como se retira.

Quizás tenga razón, pero me lo pensaré muy seriamente, antes de iniciar esa conversación que me debo con Priscila.

Herencia Lovelace (R#12)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora