48. El notario

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Adler

Un montón de gente mirándome como si fuera un monumento, pues sí, para qué negarlo, soy hermoso.

Algunos dices que distorsiono la realidad con tanto ego ¡Pues mírame mundo, no me importa nada! Y lo demuestro en este instante.

—Bájate de mi escritorio ahora —expresa la tía Crista mientras yo me mantengo acostado jugando con el celular.

—Déjalo ahí, hasta que venga Pietro —declara el tío David —. No queremos problemas con los alemanes.

—Tiene razón —Asiente Brayton.

—¿Alguien va explicarme qué significa esto? —pregunta Belle.

—Nosotros tampoco tenemos idea, hija. Mejor pensemos en lo del sabotaje —Mira a su hermano —. Iremos a averiguar lo que pasó y te informaré, tú después cuéntame qué pasó con esto —Ambos tíos estrechan sus manos.

Veo que mi prima y mi tío se retiran, solo me quedo con Evan, Crista y David. Oh la dicha, o diría el aburrimiento.

—¿Cuánto tiempo más me tengo que quedar aquí? —me quejo mientras me inclino sobre el escritorio y guardo el celular —Ya devuélvanme mi arma —Me cruzo de brazos.

—No —expresa cortante la rubia.

—¿Qué no saben quién soy? Que horror, ya aburren.

—Es igual a su madre —La mujer me mira con desagrado y yo hago el mismo gesto.

—Señora, vuelva a decir eso y voy a conseguir una forma de volarle la capa de los sesos.

Crista Ricoy sonríe con cinismo.

—Sí, claro —exclama con sarcasmo —¿Cómo llegaste aquí de todas maneras?

—Uf, otra vez a explicar, ya dije, vine en avión —Sonrío y me observa de mala manera.

—Eso ya lo sabemos ¿Dónde están tus padres y por qué no nos informaron de nada?

—Mi madre ni idea, mi papito está viniendo, ya se los dijo por teléfono.

—¿Por qué ocultarte? —pregunta David.

—Cosas de mafiosos, qué sé yo ¿No se les ocurrió preguntarle a él y ya? Esta gente es lenta, ¿eh?

—Jovencito ¿Así le contestas a tus padres?

—A mí madre todo el tiempo, a mi papito a veces, depende mi humor y el suyo —Me río —¿Alguien tiene un cigarro? Necesito tabaco en mi sistema —David me va a dar uno, pero Crista lo detiene —. Aguafiestas —Le saco la lengua.

—No habrá tabaco para ti —expresa fríamente la mujer rubia —. No hasta que te comportes y hablemos con tu padre —Sonríe.

—No le tengo miedo a mi padre, vine con él.

—¡Uf! —Suspira el tío David —No sé si eso es bueno o malo.

Crista lo observa preocupada.

—¿Crees que Pietro tenga algo en nuestra contra?

—¡Nah! —les digo tranqui —Papito con la única persona que tiene bronca es con mamá, bueno ni tanta, porque a veces se revuelcan igual, son raros —Me lo pienso poniendo una mano en mi barbilla, luego bufo al bajar la malo —. Ya no los soporto.

La mujer entrecierra los ojos.

—¿Viniste con el permiso de tu padre o él te siguió?

Me río.

—Un poco de ambas.

David suspira.

—Estamos perdidos.

—Tranqui, estoy yo para recibir el sermón que ni me afecta —Sonrío ampliamente.

La puerta de la oficina de Crista se abre entonces visualizo a papá.

—Que bien, porque ya estoy aquí —declara fríamente mirándome fijo.

—¡Hola, papito! —Levanto la mano y salto del escritorio para acercarme hasta él —Te tardaste mucho.

Entrecierra los ojos.

—Adler ¿No te dije que no salieras de la casa?

—Me aburrí, así que salí a pasear.

—Lo que digo —susurra Crista —, igual a su madre.

La miro mal.

—Cállate vieja, esa mujer me da asco, no la nombres —digo con odio.

Papá suspira pesadamente.

—Adler, no traigas tus berrinches a lugares ajenos.

—Sí, como sea —Ruedo los ojos —. A qué ni siquiera sabes dónde está esa loca, seguro siéndote infiel otra vez, ah no cierto, ya no están juntos, supuestamente, porque la verdad ni los entiendo y me dan asco ¡Ups! —Me giro a mirar a los tíos —Creo que dije demasiado —Me río.

—No te preocupes, lo sospechaba —expresa Crista.

—No hablen así de mi hermana —se queja David.

—Por favor, todo el mundo sabe que le gusta divertirse.

—¿Podemos hablar de cosas serias? —pregunta mi papito —No dije nada sobre Adler por cuestiones personales que no tienen nada que ver con ustedes, pero me llegó una carta de un notario sobre la herencia del señor Abraham Lovelace —nombra al abuelo muerto —y parace que se encargó de todo para que se pudiera seguir sus puntos, ítem por ítem, ya que el funcionario localizó a mi hijo para que pueda participar de esto. La interrupción de Adler en el entrenamiento no estaba en los planes, pero por suerte llegó porque les salvo la vida a sus primos.

—Concuerdo —Asiente David —¿Qué quieres hacer a partir de ahora?

—Transferiremos a Adler a su universidad —Señala a Evan —. Así podrá seguir con sus estudios y con el entrenamiento ¿Les parece bien? —pregunta tranquilo.

—No tengo objeción —responde sonriente el tío, aunque le tiene mucho respeto a mi papito.

—Aburrido —Bufo y me acerco a Evan —pero como no me queda otra opción, muéstrame donde queda esa facultad —Rodeo mi brazo en su cuello —, y sobre todo, preséntame chicas —Sonrío ampliamente.

Sin más que charlar, acompaño a mi primo con toda la onda del mundo a conocer muchachitas.

Herencia Lovelace (R#12)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora