51. No está en la lista

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Lucía

Miro los libros de texto, sentada en mi pupitre y no entiendo nada. Eso me pasa por faltar tanto tiempo a mis clases. Reprobaré esta materia, maldición.

Oigo moverse una silla, un dedo se apoya en el libro que intento entender y escucho una voz desconocida.

—Solo tienes que marcar este punto y estará resuelto.

Alzo la vista encontrándome con unos ojos verdes, luego vuelvo a mirar la hoja, dándome cuenta que el chico rubio tiene razón.

—Gracias —Lo vuelvo a observar y sonrío —¿Tú eres...?

—Adler Hoffman, a su servicio —Agarra mi mano y la besa como todo un caballero —¿Cuál es tu nombre? —pregunta cuando suelta despacio mis dedos.

Sonrío.

—Lucía Elek.

—¿De casualidad eres hija del famoso Carter Elek?

Frunzo el ceño.

—Sí, pero no todo de lo que hablan de mi padre es cierto, lo difaman de más.

—Oh, yo solo quería felicitarte, estoy fascinado con su trabajo y ese apodo que tiene lo magnífica, el abogado turbio es un temerario excepcional.

Me río.

—Bueno, nunca me habían hablado tan bien de mi padre, estoy halaga.

—Te entiendo, algunos no comprenden el oficio del derecho y viendo que esas personas solo saben juzgar, debe ser horrible para ti, ¿verdad?

—Y sí, es mi padre, yo lo defenderé hasta la muerte.

—Me agradas, Lucía —Toma mi mano otra vez —. Estoy impaciente por conocerte más.

Evan

Camino por los pasillos de la universidad y me detengo frente a la puerta de un aula. Mis ojos visualizan a Adler tomando de las manos a Lucía y ella sonríe. Me quedo quieto un segundo procesando información, algo confundido, hasta que decido acercarme hasta ellos.

Carraspeo la garganta para que dejen de estar distraídos.

—¿Pasa algo? —pregunto tranquilo.

Rápidamente Lucía suelta la manos manos de Adler y me mira mientras sus mejillas se sonrojan.

—Tengo que ir al baño —Agarra su mochila y se levanta, evitando mirarme.

Otra vez me ignora.

—Lucía —Tomo su mano deteniéndola para que no se vaya, pero rápido se suelta y sale corriendo.

—Ay me la espantaste —se burla Adler y lo miro enojado —. Oh que miedo tengo.

—¿A qué estás jugando?

—La ayudaba con su materia —Señala los libros —, pero tienes razón, sí estaba coqueteando con ella —Sonríe con aires de suficiencia y dando a entender que comprendió mi pregunta.

Entrecierro los ojos.

—Entiendo que viniste a ligar aquí, pero Lucía no está en la lista.

—¿Por qué? —Continúa sonriente y como que me desafía.

—Pues... tiene demasiados problemas como para que alguien venga a jugar con sus sentimientos.

—¿Me lo dices como su amigo? ¿Como mujeriego? ¿O como el novio fingido del que escucho todo el mundo el chisme de esa aula?

—¿Me estás investigando? —exclamo desconcertado.

—De hecho investigo a todo el mundo, así es como uso mis cartas, saqué la inteligencia de mi papito —Sonríe ampliamente.

—Como sea —Ruedo los ojos y luego lo miro fijamente —, no te metas con Lucía, es una buena chica y no necesita cerca a gente creída como todo.

—Te dije que no sabes lo que hace esta lengua —Se relame los labios —. Puede ser muy persuasiva y fingir ser un buen niño, le dije un montón de halagos y se los trago todos, pobrecita, y yo que pensé que sería la más inteligente —Se ríe al burlarse.

Vale, ya me enfadé, la vena de mi enojo está a tope. Le pongo el pie a la silla en la que está sentando, meciéndose y cae de espaldas hacia atrás, golpeándose la cabeza. Por suerte no lo maté, no iré a la cárcel por su estupidez.

—La próxima que digas algo así, te lo pensarás dos veces —digo con puro odio y me alejo enfadado del aula.

Me detengo en pasillo al darme cuenta de lo que hice y me agarro de los pelos sorprendido.

¡Ay me parezco a mi papá, que horror, sálvame abuela!

Herencia Lovelace (R#12)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora