Adler
Camino por la vereda, por suerte ha dejado de llover. Me detengo cuando veo que Belle se pone en mi camino. Sonrío con suficiencia, sin importancia de su interrupción.
—¿Qué pasó, primita? ¿Te perdiste?
Frunce el ceño pero luego sonríe también, algo me dice que de la misma manera es su sonrisa falsa.
—Así que te gusta meterte en dónde no te llaman —afirma.
—No sé de qué hablas —Me hago el tonto, aunque soy un genio.
—Te equivocaste al enviar dos fotos al mismo tiempo, fue imprudente, quizás mandabas una y no hubieras sido tan obvio.
—Ah, eso —expreso con confianza —. Verás, no intentaba ser sutil, era algo muy fácil, un truco simple, no era nada serio, primita.
—¿No te parece serio jugar con los sentimientos de las personas? Eso dice mucho de ti.
—Ah sí ¿Y qué vas a hacer?
Da dos pasos cerca de mí.
—Darte una lección —Entrecierra los ojos.
—¿Vas a pegarme? Qué miedo tengo.
—No puedo mandar a golpearte, porque iría en contra de las reglas del testamento del abuelo, pero sí puedo pegarte yo, haré que pidas perdón.
Hago una carcajada.
—Quiero ver que lo intentes.
—Hasta el hombre más rudo puede ser doblegado, veamos que tienes.
Intenta darme una patada y la esquivo. Bloqueo cada uno de sus golpes con mis manos, hasta que de repente agarra mis hombros y me da un cabezazo.
—Tramposa —digo adolorido agarrándome la zona.
—En la mafia eso no es válido, no vale quejarse.
—Quieres jugar sucio, juguemos sucio —Sonrío.
Intenta darme un puñetazo, pero la agarro de la mano y la volteo, entonces cae hacia el suelo. Aunque en un movimiento rápido, utiliza sus piernas y me tira también. Ella se levanta más veloz y apoya su zapato sobre mi chaqueta. Sonríe con aire triunfal.
—Creo que perdiste —declara —. Pide perdón —insiste.
Sonrío.
—Púdrete.
—No me hagas enojar —Mueve su taco a mi cuello.
Agarro su tobillo haciendo fuerza para que no me aplaste, pero no hay manera de quitarlo. Hay que admitirlo, es un buen movimiento, ese taco duele, si me muevo me lastimaré de gravedad y ella lo sabe.
—Pide perdón —dictamina otra vez.
Presiono los dientes. Un combatiente sabe cuando retirarse. Lo que pasa es que soy obstinado y tardo un poco más.
—Vale —Hago fuerza en su tobillo al enfadarme —. Perdón —digo molesto.
Sonríe con santificación.
—Muy bien —Retira su pie y me ofrece su mano para pararme, aunque no la acepto, me levanto yo solo, sin su ayuda —. Te diré algo más, tus juegos sucios son perfectos para un líder de la mafia, yo me retiro —declara y me quedo estupefacto.
—¿Qué?
—Que me largo, solo no le hagas nada a Evan, porque esta vez en serio te mataré —expresa con una mirada fría que me da una especie de estremecimiento.
Que irritante.
Por suerte se fue, pero estoy frustrado. Vencido y amenazado por una chica, que porquería. Estoy perdiendo el tiempo aquí, mejor me dedico a lo que iba. Ya tengo información sobre Tristán y ya sé cómo hacerlo quedar mal ante Priscila, arruinaré la buena imagen que tiene de él. Levanto una bolsita con droga que tenía en mi bolsillo y avanzo hasta su casa.
En el camino otra vez me interrumpen, pero logro tirar la droga por la ventana. Un auto se estaciona en frente de mí y ya estoy prefiriendo que Belle me esté golpeando. La mujer castaña baja del vehículo y la miro de mala manera.
—¿Qué quieres? Violette Lovelace —enfatizo en su nombre completo y en un tono tosco, porque no me interesa llamarla madre, ni tratarla bien.
—Que amable —expresa con sarcasmo y se quita los lentes de sol y se los pone sobre la cabeza —¿Así te comportas conmigo?
—Así hablo con las viejas feas y abandónicas, así que sí.
—Bueno, dejemos los no formalismos y dime dónde encuentro a tu padre.
Bufo.
—¿Qué? ¿Se te perdieron las tarjetas para tus viajecitos? ¿Por qué no te pones a trabajar y haces algo productivo? —Alzo una ceja.
—Mira quién habla, el que viene a la Argentina buscando una herencia que no le pertenece, te recuerdo que te quitaste mi apellido.
—Eso al testamento del abuelo no le importa y para que te quede claro, no te diré dónde nos estamos hospedando con papá, no quiero escuchar como lo seduces con tu porquería, solo para que te cargue las tarjetas.
—Addy, no seas malo, te di la vida, un poco más de respeto, ¿no?
—Me importa una mierda —digo con asco.
—Que maleducado —Frunce el ceño —¿Quién te enseña a hablar así?
—Bueno, si hubieras estado quizás no tendrías que aguantarte mi vocabulario, pero como no te dignaste a nada, vas a aguantar lo que sembraste.
—Ay que lindo, otra vez con el discurso de madre es la que cría y no la que engendra, deja de dar vueltas Addy y dime dónde está tu padre.
—No —digo determinado —. Dile a tus amantes que te paguen, papito no te va a atender hoy, menos entregado por mí, a ti nunca te diré nada en la vida.
—¡Adler, no me hagas enfadar! —chilla.
—Ay que miedo tengo, ya se le fue el humor a Violette Lovelace ¿Dónde quedó el Addy, amorcito, cariñito? Ah sí, ya recordé ¡Nunca hubo! —La esquivo y comienzo a caminar, así que me sigue.
Mierda, no se rinde. Bueno, si ella es obstinada, yo más. Voy a paso más rápido intentando ignorarla.
Recuerdo que la casa de Tristán está cerca de la de Nor, cuando justo paso por la cuadra. Que bueno que investigué todo. Un poco más de suerte aparece al notar que me puedo trepar por un pequeño trecho. Corro logrando que mi madre no me vea y subo por esa pared hasta la terraza de ella. Miro por el borde de la azotea, viendo que me sigue buscando y cuando me giro visualizo a Norita que se le cae el tacho de ropa de la sorpresa, el cual parece que estaba por colgar. Rápido saca un gas pimienta para apuntarme con este.
—¡Acosador! —grita la rubia.
—Cálmate, nos van a oír.
—Sí, mi papá, cuando grite.
Oh mierda, creo que esto no lo pensé bien. Hoy no es mi día, me golpea Belle, me encuentro con mi madre y ahora la loquita rubia me va ha enviar a la cárcel, o en el peor de los casos, su padre aparece con una escopeta.
No creo en el karma, pero ya no tengo idea de qué pensar. Bueno sí, debe ser mala suerte nada más.
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Herencia Lovelace (R#12)
Novela JuvenilLibro de la saga Ricoy. Entra para ver la sinopsis. Atención: Contiene spoilers. Atte: Vivi.