20. Problemita

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Evan

Presiono varias veces los botones de mi joystick y le disparo al enemigo en el televisor, me mantengo sentado en el suelo, comiendo papitas cuando escondo mi avatar detrás de una columna. Oigo la puerta, entonces le pongo pausa al videojuego cuando veo el gesto de mi abuela, está desconcertada.

—Tú otra vez —expresa impactada.

Sonrío ampliamente.

—Hola, abuela macabra.

Avanza hasta mí y señala el mando que tengo en mis manos.

—¿Qué es eso y qué estás haciendo en mi living?

—Actualízate abuela, es un videojuego, solo lo conecté a tu televisor, nada grave.

—¿Quién te dio permiso y de dónde sacaste esa comida?

Agarro papitas y las mastico.

—La mucama me las regaló, al principio pensé que era malhumorada, pero es buena onda como tú, así que no hay que juzgar a la primera.

—Jovencito, por favor, retírate ahora.

—No, ya te dije, me vas a tener que aguantar desde ahora, necesito un lugar donde esconderme y este es perfecto.

—¿De cuál de tus padres sacas esas artimañas? —Alza una ceja.

—Abuela macabra...

—No me digas así —Se agarra la sien por un momento.

—Bueno, abuela Elena ¿Cómo hacía el abuelo para controlar su libido? Tengo un problemita y mamá dice que eso lo heredamos de él.

—Oh por Dios, no me hables de esas cosas, respeta a tus mayores —Se cruza de brazos.

—Sí, cuando me respondas —Me río.

Rueda los ojos.

—No lo encontró, solo se lo aguantó, tuvo abstinencia y ya.

—Abuela, lo hacías sufrir, que mala.

La señora mayor se sonroja.

—Por eso dije que no quería hablar de esas cosas —Bufa y me carcajeo —. No te rías —se queja.

—Bueno, volveré más tarde —Me levanto del suelo —. Tengo que ir a lo de una amiga, pero no me pongas esa cara, ella no puede arreglar mi problemita, somos solo amigos.

—¿Dejarás todos tus juguetitos aquí? —exclama indignada.

—Y sí, voy a ver una peli, ¿para qué me los voy a llevar?

Suspira pesadamente entonces me río de nuevo, luego la saludo y me retiro, para ir directo a la casa de Lucía. Ella me dijo que no va a haber nadie ahí, así que allí podremos hablar de nuestro plan para hacer que Priscila sienta celos.

Toco el timbre y la castaña me abre, nos dirigimos a su cuarto, entonces nos sentamos en el suelo, frente a su cama, cuando ella enciende la tele para poner una película.

—Listo —expresa Lucía —si alguien viene, diremos que estábamos hablando de la peli.

—Necesitamos apresurar esto, mi querido amigo de ahí abajo, me está molestando desde que Pri me abrazó y la verdad, no se quita con nada, incluso utilicé la técnica de Félix del hielo.

La castaña se ríe.

—¿De verdad te pusiste hielo ahí?

—Pues sí, no quedó de otra, aunque luego tuve que ir al médico, no sabes la carcajada que pegó mi madre, aunque no conoce por quién lo hice al menos.

Para mamá estoy enamorado de "la chica misteriosa" por ahora y para mi buena suerte, me creyó.

—Debió ser muy gracioso —opina ella.

—Como sea, no creo que este plan esté funcionando, cuando le dijimos a Priscila que éramos novios, hasta se emocionó.

Se pone seria y explica.

—Bueno, en vez de buscar por el lado de los celos, deberíamos pensar la opción de la envidia, hay que demostrarle a Pri que tú serías mejor novio que Tristán. No puede tener celos si no siente nada por ti, pero puede envidiar nuestra relación, todos alguna vez fuimos envidiosos.

—¿O sea que vamos a fingir que te regalo cosas? —Alzo una ceja.

Se ríe.

—Es una opción, pero la envidia no solo va por lo material.

Apoyo la parte trasera de mi cabeza en la punta de la cama que tengo detrás.

—Ah, esto de ser novios fingidos está complicado.

—Imagina si fuera real, siempre hay que cuidar de la pareja, querido.

—Sí, pero si fuera de verdad, me saldría natural.

—Solo hay que pasar más tiempo juntos y seguro te sale bastante natural —Observa sin expresión hacia un costado.

¿En qué estará pensando?

—Bueno, yo nunca he tenido muchas relaciones serias, ¿y tú?

Se sobresalta.

—Eso no te importa —dice molesta y me observa otra vez.

—Estaba pensando...

—¿Qué? —Frunce el ceño.

—Que hay que practicar besarse otra vez, así sale natural la próxima, que por cierto, es el mejor momento, ya que estoy cachondo.

—Solo porque piensas en Priscila —Rueda los ojos.

—Sí pero...

—Como sea —Se levanta del suelo —voy al baño y cuando vuelva lo intentamos, pero te aclaro una cosa, no te pases.

Me río.

—Claro que no.

Miro como se va y cuando oigo que cierra la puerta, levanto mi pantalón para mirar mi gran problema. Querido amigo, contrólate, hoy no es tu turno. Voy a estallar, y lo peor es, que tuve sexo esta semana, pero incluso así, no se me fueron las ganas. Maldita sea, ¿cómo le digo a Priscila que me gusta sin arruinar nuestra relación? O peor, no puedo decirle que me ayude con mi problemita. Maldito amor no correspondido, estúpido libido.

¡Abuelo ayúdame! ¡¿Cómo hiciste para soportar la abstinencia?! Que no tengo, pero que esto no se apaga porque no estoy sobre Priscila. Necesito sacármela de la cabeza, así el maldito libido me deja tregua.

Herencia Lovelace (R#12)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora