18. ¿Qué haces aquí?

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Belle

Estoy en el campo de tiro, es contiguo al gimnasio que Freya alquiló, sonrío cuando le doy a todas las dianas y luego guardo mi arma en el casillero. Camino en dirección a la cancha y al llegar doy unos pasos a la salida.

—Eres buena en todo —Oigo detrás y me detengo.

Mi corazón se acelera, cierro con fuerza mis ojos y luego los abro, me doy la vuelta para mirarlo.

—Eithan —Frunzo el ceño —¿Qué haces aquí? Deberías estar en Inglaterra.

—Depende, mis padres viajan mucho.

—¿Qué haces aquí? —repito.

—Vine a buscarte, he estado en Argentina hace tiempo y... ya no puede evitarte más, tenía que hablar contigo —confiesa.

—¿Qué quieres hablar? Ya nos dijimos todo.

—Belle, sé que te mentí sobre mis orígenes, pero mis sentimientos son reales, es la única verdad.

—Deja de mentir —Mis ojos se humedecen —. Eres el hijo de la mujer que casi mata a mi madre cuando yo estaba en su vientre ¿Piensas que puedo creerte algo? Estás muy equivocado.

—N... no sé toda la historia, pero yo no tengo nada que ver con eso.

—¡Mientes! —Presiono los dientes —Todo es mentira, tus poemas, tu amor, tu vida, todo, lo único que te importa es la herencia de mis padres, luego terminarás con este teatrito romántico, que no te cree nadie —Lágrimas caen de mis ojos.

—No llores, no es verdad —Apoya la mano en donde está su corazón —. Yo te amo, todos los poemas que te dediqué, vienen desde lo más profundo de mis sentimientos.

—¡Mentira! —grito otra vez y me giro para irme, así que me agarra de la muñeca, deteniéndome —Suéltame, no me hagas golpearte.

—Por favor, hablemos.

Intento pegarle, pero para mi sorpresa bloquea mi movimiento, me hace una llave y termino de espaldas hacia él, siento su respiración en mi oreja, entonces me sonrojo, se me eriza la piel.

—¿Cómo... —expreso confundida.

—Lo siento —se disculpa —. Las veces que te deje golpearme, también eran mentira.

Debí suponerlo.

Forcejeo pero lo único que consigo es darme vuelta y encontrarme con su rostro. No logro zafarme de su cercanía, y eso me altera.

—Así que también sabes luchar —expreso en tono bajo notando como nuestras narices se rozan.

—Lo siento —se disculpa nuevamente —. Mamá dijo que era muy sospechoso que supiera artes marciales, así que tuve que fingir varias veces.

—Eres un maldito, psicópata como ella.

—No es verdad, no he matado a nadie, no soy de esas personas.

—Pero me querías estafar.

—No estaba ni seguro de lo que hacía, soy tan malo en ese trabajo que me terminé enamorando de ti, tengo sentimientos.

—Yo los tenía —digo fríamente —, y tú los destruiste.

—Belle, por favor...

—Quizás no hayas matado a nadie, pero yo sí —Lo empujo y cae al suelo.

—Entonces asesíname.

Me alivio porque sé que mi arma está en el casillero.

—No puedo —Trago saliva.

—Entonces dile a tus hombres que lo hagan —Se levanta del suelo —porque no me voy a rendir.

—No te creere nunca nada —Vuelvo a poner mi semblante serio.

—¡¿Entonces por qué no me matas?! —insiste.

—¡Jugaste con mis sentimientos! —grito angustiada —¡Pero me cuesta deshacerme de ti, me has vuelto débil! —declaro —¡Es tu maldita culpa, así nunca podré ser la jefa de la mafia, me desesperas!

—Belle...

—¡¡Muérete!! —grito sin saber qué más decir.

—¿Qué está pasando aquí? —Alguien interrumpe en el gimnasio.

Esa voz.

Oh no, no puede ser.

Giro mi vista y lo veo, trago saliva.

—¿Papá?

No, mierda ¿Qué hace aquí?

Herencia Lovelace (R#12)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora