32 -Alas negras-

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"Está llorando, y de la nada se ríe, porque está rota, pero también está loca, y esa mezcla rara, la hace hermosa"

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"Está llorando, y de la nada se ríe, porque está rota, pero también está loca, y esa mezcla rara, la hace hermosa"

-Capítulo 32-

Terminé de cambiarme con mi ropa -aunque admito que la de Hades me queda mejor y es más cómoda- y miré el reloj que marcaban las 10 de la mañana, no solo el reloj lo dijo si no que mi panza también, un gruñido por parte de esta, bastó para decirme que era hora de comer.

Hades bajó hace un rato y fue a hacer algo a su oficina mientras yo me preparo. Salí de la gran habitación y comencé a bajar por las escaleras, tratando de no ir para otro lugar, por que esta casa es tan grande y tiene tantos pasillos que sería fácil perderme.

El olor a azufre es bastante fuerte aquí, pero no tanto como para molestar, además del hecho de que hay un montón de aromatizantes que lo mezclan un poco...

Me dirigí al comedor y allí, sobre la mesa, un gran desayuno me esperaba, jugos, café, tostadas y frutas, además de tortas y otras cosas lo conformaban.

Me quedé un rato mirando todo, la perfección del lugar, lo bueno que es Hades conmigo y todo lo que ha estado sucediendo, sé que es tarde para arrepentirme, pero, ¿está bien esto? mi vida cambió, nada es igual y hay cosas que aun me dejan confundida, entre otras, el saber si me voy a acostumbrar a esto o si solo va a desvanecerse como todo lo bueno que suele pasarme.

Sentí una respiración en mi cuello, y luego unos brazos envolviéndome que me llenaron de calor, y a mis fosas nasales de un exquisito perfume con un suave olor a menta.

-¿En qué tanto piensas?- preguntó Hades con una voz ronca y yo puse mis manos sobre las suyas que estaban sobre mi vientre -Puedo sentir tu panza gruñir de hambre, no la castigues y devora todo eso cielo- me incitó.

Me tomó de la mano y me guió hasta un asiento junto al del extremo, y me senté, mientras el lo hizo en el de la punta.

-Solo me distraje pensando en que voy a hacer ahora- respondí mientras serví café en mi taza.

-Si te refieres a lo de tu casa, sabes que mi casa es tu casa y nunca tendré problema con que estés aquí- hizo un pausa y respondió mientras una sonrisa picara se asomó por sus labios -Menos si sigues haciendo lo que hiciste anoche- mis mejillas se encendieron y golpeé su pierna por debajo de la mesa.

Lo miré con cara de bebé enojado.

-No, hablando en serio, quiero que estés aquí, no hay ningún problema, y si quieres volver, no dudes en que te daré todo lo que necesites- volvió a hablar y tomó mi mano por encima de la mesa.

Justo cuando iba a responder, su teléfono comenzó a sonar y él lo atendió algo molesto.

-¿Que quieres?- preguntó serio y algo seco -¿Que abra la qué?- preguntó confundido y luego un fuerte estruendo nos hizo girar.

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