Esto es Natural...

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A mitad de la noche, desperté, no era otra pesadilla. Él dormía plácidamente y sin ningún tipo de problema. Su respiración era profunda y lenta. Yo lo podía ver y distinguir, su rostro tranquilo y pacífico. Estaba ahí frente a mí, y mi pecho empezaba a apretarme. Noté como mis piernas temblaban solas, y mi corazón palpitaba con fuerza; tenía mis manos en su pecho pero el mío era más rápido, más fuerte, hasta doloroso. ¿En qué estaba pensando? me acerqué a su rostro, recordando las palabras de Rozen. Quizá si lo besara, él perdería la vergüenza, quizás así se sentiría más natural, sólo iba a apoyarlo para la obra. Me acerqué más a su rostro pero me detuve, un sentimiento de culpa me carcomía y, ocultándome en su pecho, intenté dormir de nuevo. Él no notaba nada, estaba dormido, profundamente. No sabía ni qué hora era, sólo que desperté de esa forma súbita.

Cerré mis ojos, obligándome a dormir, pero aún estaba temblando, no podía lograrlo. Como pude, me separé de él y fuí a la cocina, necesitaba beber algo. Encendí las velas sólo cuando ya estuve fuera de la habitación, y caminé descalza por la casa, ya la conocía, era simple cuestión de ir allí. Rozen dormía en el cuarto contiguo a la cocina, de verme despierta a esta hora me regañaría a sobremanera; traté de caminar con lentitud y sigilo para llegar a mi destino. Ahora sólo tendría que buscar el agua, aunque solían guardarla en barriles para que los insectos y roedores no la invadan, debía haber forma de tomar un poco. Entre las cosas que podía ver no había nada para servirme, todo estaba limpio y seco, guardado. Suspiré al saber que me tomaría trabajo, hasta que ví una botella de vino con una copa vacía al lado. Mi primer pensamiento fue de molestia, alguien se estaba tomando los licores guardados de mi padre, y posiblemente era uno de los sirvientes. Iba a tomar la copa para servirme agua, cuando noté que la botella aún tenía líquido en su interior, más de la mitad de hecho. Yo ya había tomado antes, en medio de la comida, el vino blanco particularmente cuando comía pescado, no haría daño tomar un poco para saciar mi sed. Me serví en la copa y me la tomé por completo, apresurada, sin darle tiempo a reposar; pudo quitarme la sed, y el calor que recorría mi garganta era leve, una pequeña brasa que se guardaba en mi pecho. Serví una segunda copa y guardé la botella en su sitio, esta vez tomando con calma y lentitud, disfrutando del sabor; era uno de los vinos finos, de los que mi padre no dejaría usar sino para una oportunidad especial, alguien debió abrirlo, pero dejarlo allí sólo lo inculpaba ¿Quién sería tan ingenuo?

Al terminar esa segunda copa, volví a mi cuarto, con la misma lentitud y calma para no despertar a Rozen.
Apagué la vela y entré, allí mi hermano aún estaba dormido, pero ahora era él quien temblaba, estaba teniendo una de sus pesadillas y yo no había estado allí. Me apresuré a sentarme a su lado, colocando su cabeza en mi regazo y acariciándole, cantando la misma canción de arrullo que calmara sus sueños y retocando el tinte de su cabello. Tomó más tiempo del usual, pero pudo calmarse y seguir durmiendo con tranquilidad; suspiré, era ya cansino tener que hacer eso cada semana, necesitaba descansar yo también. Iba a apartarlo, cuando ví su rostro, dormía pacíficamente, como un bebé, usando mis piernas como su almohada personal y con su rostro levantado hacia mí. Quizá podría hacerlo allí, un beso en la frente para darle esa misma protección que él me daba. Me acerqué lentamente a su rostro y le besé, sintiendo como él sonreía a gusto, dormía tranquilo conmigo. Quizá el sentía lo mismo que yo, quizá no había mejor sentimiento que compartir camas, si él era una almohada suave que yo abrazaba en las noches, yo era una donde él podía reposar sus hombros.

Seguí con mis caricias y miré a la ventana, era una noche despejada, la luna apenas soltaba unos pequeños rayos de luz y la habitación no estaba tan oscura, mantenerse así me dejaba ver mejor cada detalle. Aún era imposible leer, pero mis ojos se acostumbraron a la falta de luz. Volví a ver su rostro, sonriendo para mí misma, su sonrisa se había desvanecido pero no su tranquilidad. Puse una mano en su pecho y pude notar lo lento de su palpitar, nunca lo había notado, era relajante, un ritmo familiar que me hacía sentir tranquila, tranquila de que él estuviera bien. Miré su rostro una vez más y me acerqué, besando su frente por segunda vez en la noche.

Nada. No hubo reacción, no entendía por qué. Empecé a sentir nervios, ya no eran mis piernas sino mis dedos los que temblaban y en mi cabeza se cruzó una idea, quizá si lo besaba más la protección dure más tiempo. Mi rostro ya estaba a escasos centímetros, y como pude, besé su mejilla. Era mucho más suave, se sentía mejor besarlo allí, era un cariño que yo estaba dispuesta a entregarle sin ningún problema. Lo ví sonreír de nuevo, y sólo pude acariciar su rostro. Los rastros de barba se sentían rasposos al tacto, y era diferente de acariciar su cabello, reí para mí misma pesando en las veces que se tuvo que haber cortado cuando se afeitaba por primera vez. Quizá eso mismo sucedía en su pecho, aunque aquel era mucho más suave, se sentía cada parte de sus musculos, y su palpitar acompañaba las caricias con un ritmo tranquilo.

No. ¿Qué estaba haciendo? Estaba tocando a mi hermano, mi mano estaba bajo su camisa y acariciaba con lentitud. Me había dejado llevar. Me retiré y lo dejé en la almohada, viendo como se movía para acomodarse. ¿Lo habré despertado? Me levanté y lo miré de pies a cabeza, estaba dormido. ¿Estaba dormido? si, no... No había forma de saberlo. ¿En qué me había metido? Traté de despejar mi mente y acostarme a su lado de nuevo, mirando su cuerpo reposar. Estaba tranquilo, el hechizo debió funcionar. Pero... el hechizo sólo ayuda a dormir, no duerme ¿Y si sólo fingía? Tenía que comprobarlo, no, sólo lo iba a despertar más rápido. Tomé con suavidad su mano, y tomé una profunda respiración; no podía dejar que mis manos temblaran, él lo notaría. Tenía que balancear las cosas. Así como el me vió desnuda yo lo ví a él, si yo lo toqué quizá él debía... Pero lo hice cuando dormía, así que sólo lo dejaré hacerlo si él duerme. Tomé su mano y la puse en mi pecho, justo en donde estaba el corazón, quizá él pudiera sentirlo a través del camisón. Esto es justo ¿no? debía serlo, era algo normal, sólo lo dejo acariciarme para pagar mi crímen, no hago nada malo.

Me apegué más a su cuerpo y dejé que su mano se deslizara con naturalidad. Naturalidad, eso, es sólo práctica para perder el miedo y la tensión, sólo eso. Ví su rostro, él estaba sonriendo lentamente entre sueños. ¿Estaría soñando conmigo? No, posiblemente soñaba con Karen. Se notaba que eran cercanos ¿pero por qué? yo estoy con él más tiempo, podría estar soñando los momentos lindos que vivimos, podría estar pensando en mí. Mi corazón se aceleraba, mi cuerpo estaba caliente, pero mi sudor era frío, era como una pesadilla que no terminaba. Si es una pesadilla, puedo controlarla, puedo hacer que sea un sueño placentero para ambos. Sí, podía hacer lo que quisiera, él no iba a despertar pronto.

Mis temblores no cesaban, pero estaba más segura de qué hacer, sólo le ayudaría a sentirse tranquilo. Mi rostro estaba justo frente al suyo, aún recuerdo la escena, nuestros labios se acercan pero no se tocan, allí nos interrumpirían. Pero nadie venía. La noche seguía tranquila y ni él ni Rozen interrumpían el futuro beso. Acerqué más mi boca y sentí ese pequeño roce, estaba a sólo un paso de dar mi primer beso, ¿se lo daría a él? no estaba mal, siempre oí que las primeras experiencias de los chicos son con su familia, no estaba haciendo nada malo, sólo experimentar... Me acerqué más y uní nuestros labios, se sentía increíble. Un tornado se formaba en mi cuerpo, revolviendo todo lo que conocía, duró poco, no quería despertarlo, pero fue una sensación agradable. Quería repetirla, quería volver a sentir aquello, esa brisa caliente que atravesaba mi pecho y mi estómago, moviendo cada parte de mí. Me aparté y me oculté en su pecho una vez más. Había hecho lo que quería, estaba con mi hermano y pude besarlo. Durante las prácticas podría hacerlo sin miramientos.

Me aferré a su brazo y obligué a su mano a quedarse en mi pecho cuanto tiempo fuera necesario, durmiéndome en algún momento de aquella confusa noche.

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