La Última Tormenta de Otoño

16 10 3
                                    

La lluvia golpeaba con fuerza la casa, el sonido de un retumbar de golpes en el techo al asedio, acompañado de fuertes rugidos de una bestia etérea y peligrosa: había comenzado otra tormenta. Yo me abracé a mi almohada, estaba sentada al borde de la cama y no podía dormir. Cada haz de luz me hacía esconderme y cada trueno hacía eco en mis oídos. ¿Por qué? Tengo que ser fuerte. No puedo escapar de ellos, es sólo una lluvia y la casa está protegida... ¿Por qué no es suficiente?

Mi hermano había llegado esa mañana, y tuvo una cálida bienvenida de mi padre. Las dos cosas que lo desconcertaron fueron la pintura de nuestra madre y el cambio de habitación. Para mi sorpresa, él no protestó ese cambio, asumiendo con comodidad su nueva habitación y acostumbrándose fácilmente. No podía sino sentirme abandonada, a él no le importó dormir lejos de mí, con tal que pudiera dormir ¿Acaso me odiaba? ¿Por qué si podía discutir con Rozen y no con nuestro padre? Continué abrazando mi almohada esperando que la respuesta cayera del cielo, pero sólo caían gotas fuertes y golpes a cada segundo.

Ninguna de mis magias funcionaba, no podía iluminar, no podía hacer una chispa ¡ni si quiera dormirme a mí misma! Sólo estaba allí desesperada. Rozen debía estar dormida e irla a molestar era inapropiado, Lord Padre también estaba dormido, y no soy una niña que se escabulle a los brazos de su padre. Christopher era la única opción que quedaba, él tenía que estar dormido pero... podía depender de él. Si preguntaban sólo diría la verdad de la tormenta, si algo pasaba no sería nada malo. Salí del cuarto tras meditarlo varios minutos, con miedo a tomar ese picaporte de metal, cada paso que daba podía sentir que un rayo se acercaría y caería justo en la casa. Miré hacia los lados, no había ni si quiera una gota de agua, el techo nos cubría a la perfección pero... un rayo es capaz de superar eso. Corrí como pude al estudio, donde ahora dormía mi hermano.

Cerrado. Él mismo cerró la habitación. ¿Por qué? Privacidad posiblemente, pero no le veía necesidad. Yo estoy aquí, necesito que salgas a consolarme, no puedes encerrarte de ese modo. Suspiré tras varios intentos y pensé en ir a la habitación de mi padre... cerrada igual. Todos ponían cerraduras. No soy una asesina, no voy a venir por ustedes, sólo necesito dormir. Estaba entrando en desesperación, no sabría qué hacer. Pase de nuevo a la puerta de Christopher, podía tocar la puerta y despertarlo; aunque eso alertaría a los demás. Mi puño estaba a escasos centimetros de la madera cuando un fuerte retumbar volvió a aparecer, causando mi miedo florecer. No lo soporté tenía que entrar.

-¡Abéntor! -de forma instintiva sólo empujé la puerta, la cual ahora se hallaba abierta y sin ningún daño. Pareciera como si conjuré sin pensarlo, quizá era eso, o quizá la rompí, pero no importaba. Estaba adentro y tenía a mi hermano cerca.

Apagué las velas rápidamente y sólo me monté en su cama, estaba cálida, era tan pacífica como un pequeño rayo de sol en medio de la tormenta, pero él no estaba así. Se estaba moviendo hacia los lados, y no dejaba de exclamar ese nombre.

-¡Kira! ¡No! -decía una y otra vez. De nuevo los sentimientos brotaron hacia mí. ¿Quién es esa Kira? ¿Por qué le hace daño a mi hermano? Ahora tenía que protegerlo yo, pero no me sentía capaz, quería que él me protegiera a mí. No podía pasar esto hoy, tenía que ser un día sin tormentas.

Quise tomar su rostro con suavidad, pero de mi boca no salían las palabras, no pensaba en ninguna canción de cuna, no podía recitar ninguna palabra. Quería despertarlo y sacarlo de ese trance, sacarlo de la pesadilla, tenía qué; tenía que cuidarme él a mí. Sacudí su cuerpo con fuerza y empecé a llamar su nombre, tratando de despertarlo.

Gritó, gritó con fuerza y me sostuvo, abrazándome. No entendí la reacción, pero devolví el abrazo con calma, acariciando su cabello

-¡Alex! ¿Qué haces aquí? -preguntó, apenas recobrando sus sentidos. Yo me quedé callada, aferrándome a sus brazos y escondiéndome en su hombro silenciosamente- Alex... la tormenta ¿no?

Asentí y me quedé así con él por unos momentos. Él había hecho de su abrazo uno más suave, y poco a poco me acariciaba los hombros, me daba esa calidez en todo mi cuerpo, como una pequeña llama en sus dedos que traspasaban mi vestido y piel, calentando mi corazón y adormeciéndome. Era lo que quería, era lo que necesitaba, sus manos, su calor, su piel con la mía. Susurré un agradecimiento y me recosté con él, usando su pecho de almohada.

-Tú necesitas descansar también... -musité con suavidad, tratando de estar justo frente a su rostro. Estaba sudando, se notaba en sus temblores que tenía miedo. Y yo egoísta queriendo ser protegida, no ví que era él quien necesitaba mi protección. Era algo mutuo, él sería mi escudo y yo su curación, mientras yo pueda hacer magia, curaría sus males- Descansa hermano... -le dije, besando su mejilla lentamente y escondiendo mi rostro en su cuello. Así nos quedaríamos por el resto de la noche.

Para la mañana, la tormenta se había ido, los rayos del sol iluminaban con fuerza la habitación, mucho más que en otras áreas de la casa. La ventana dejaba entrar esta luz cegadora y me obligó a despertar, viendo a mi hermano al rostro. Estaba cerca, demasiado cerca. Mi corazón volvía a palpitar con fuerza, pensando en que podría repetir lo de la otra noche. Podría decir que fue un accidente, que quería besarlo en su mejilla, que... no. ¿Por qué besaría a mi hermano? Nunca tuve deseos de hacer eso con Rozen o mi padre. ¿Por qué él? Estaba confundida, necesitaba pensar con claridad. Era... simple curiosidad. Nunca había besado a un chico, y nunca había sido cortejada. Quizá podía practicar con él, sólo sería practica para el ritual de cortejo en cualquier ceremonia futura. Sí, sólo era eso, lo ví al rostro, estaba durmiendo pero se movía demasiado. ¡Estaba despertando! Me escondí en su pecho de nuevo, tratando de ocultar mi enrojecido y cálido rostro.

-¿Alex...? Tenemos que levantarnos... -mencionó, sacudiéndome lentamente. No me moví, me hice la dormida, no debía saber que había intentado algo de esa magnitud- ¿Alex? -volvió a llamarme, pero no hice caso. Cerré mis ojos y respiré lento, dejando que se confundiera con un sueño poco profundo.

Él se alejó, dejando mi cabeza reposar en su almohada. No quería que se fuera, debía detenerlo, pero iba a saber que estaba despierta. Sentí sus pasos por todo el lugar, estaba buscando algo, estaba moviéndose para sus labores diarias. Si seguía tardando iba a pasarse el día y verían que dormí con él; Rozen y mi padre me regañarían. Iba a estirarme para fingir despertar, hasta que sentí de nuevo su presencia en la cama. Estaba sentado al lado mío, y acariciaba mi pelo con lentitud.

-¿Cómo puedo merecer a alguien como tú? -no, te equivocas, yo soy quien no te merece. Yo quiero cometer un pecado contigo, no digas esas cosas...-. Eres la única que logra disipar esos sueños... y algún día tendré que dejarte atrás -¿De qué hablas? No te irás ¡Lo prometiste!-, sólo espero que... estemos juntos hasta el último día -se estaba acercando a mí, iba a besar mi frente, pero no lo hizo, se quedó a escasos centímetros de mi rostro. Podía sentir su respiración, estaba agitado, tanto como yo. Hazlo, dame ese conjuro protector que me das con un beso. ¿Por qué no puedes leer mis pensamientos?-. No debería... -dijo, pero no entendí. No debería...

Y entonces lo sentí, un corto y rápido beso en mis labios. Sólo los unió por un toque, un simple roce y se separó, retirándose de la cama y abriendo la puerta. ¿Por qué lo hizo? Me había besado, hizo lo mismo que yo hice con él. ¿Acaso yo le gustaba? no. Somos hermanos. Seguro sólo quiso practicar, sólo quería calmar mis ansias. Pero no sentí ese escudo, al contrario, sentí que una bola de fuego me quemaba desde el interior, me consumía lentamente. No quería despertar y tener que aceptar todo esto. Mis sentimientos se confundían, sentía con él algo que no sentí antes, y ahora estaba más segura de que él no se molestaría. No es una práctica, ya debía asimilarlo.

Christopher me besó. Y... yo quería más.

AdolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora