Día del Titán Eros III - Carga

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Gracias a su tamaño similar al mío, la tela del vestido se amoldaba perfectamente a su cuerpo. Beck lograba verse lo más hermosa que nunca lo había hecho, un buen toque de elegancia y femineidad al que sólo faltaba maquillaje y joyería para adornar su ser. Su apariencia no hacía notar su linaje común, sino que resaltaba la sangre mágica en sus venas en ciertos aspectos.

—Una vestimenta propia de una Arcanista, pero con detalles de bordado y tintes. No parece tan distinto al vestido que mi madre me ha cosido —resaltó ella al verse en el espejo, con un leve giro sobre sí misma para notar pequeños aspectos—, me gusta. —terminó con un tono levemente seco.

—Pues, es de hecho uno de mis vestidos más sencillos. No sé porqué lo escogiste... —hice notar, aunque se veía cómoda en él y además alegre. Me enorgullecía poder ver a mi amiga con una sonrisa, aunque no pudiera expresar la misma felicidad.

Era mi turno de probar, de buscar un vestido y quedar igualmente a gusto, pero no deseaba si quiera asistir. Aún habían horas que separaban el momento de iniciar, pero no quitaban el sabor de mis labios, mucho menos habrían quitado el de Chris. Todo lo que conocíamos se había ido como si fuera una fantasía, y una relación llena de mentiras y secretos era lo que aguardaba si seguíamos por aquel camino. ¿Estaba dispuesta a recorrerlo? Ya me planteé el riesgo de morir en una ordalía, pero la realidad me golpeaba al ver que era más sencillo que ambos estuviésemos alejados tal como estuvimos durante tantos años.

Beck notó mi tristeza, y rápidamente se acercó a mí, buscando verme a los ojos. No podía explicarle lo sucedido, ya era suficiente conque toda mi casa y sirvientes supieran el secreto que confería la relación prohibida, como para arriesgarme a dar ese secreto a más personas. Aunque era ligeramente obvio que Rozen se encargaba de silenciar cualquier intento de fuga de es información, había personas a quienes yo nunca sería capaz de dejar que su mente fuese alterada o borrada. La miré también y me alejé un poco, sonriendo con la poca fuerza anímica que tenía.

—Vamos, ahora me ayudarás tú con el mío —dije, buscando el vestido que ya desde hace días había preparado para la ocasión, uno cuyos colores púrpura y negro hacían juego con los de mi hermano, una sutil señal de conexión y compañía que no estaría mal vista ni en familia ni en un ritual de cortejo.

Beck trató de inquirir, pero se contuvo luego de mis primeras negativas, ayudando con mi vestimenta tal como yo ayudé con la suya y notando como adornaba mi cuello con una pequeña cadena dorada y a su vez adornaba mi cabello con una falsa flor púrpura que similaba mi casa. Pequeña joyería que hacía resaltar mi nobleza, de la cual ella ya estaba consciente.

—Usa una plateada, por tu voz —dijo, señalando la cadena—, tu tienes una lengua de plata, usar una cadena plateada es símbolo de tu voz —al decir esas palabras me hizo pensar un momento. Ella, rodeada de libros, sabía más de ese simbolismo que yo que me crié entre costumbres nobles.

—A tí te pondré una diadema —exclamé, a lo que ella con una sonrisa dijo que era el plan de nuestro maestro.

Acepté su consejo y cambié la joyería de mi cuello, viéndome en el espejo junto con ella. Si el baile fuese en unos minutos, ya estábamos listas y presentables para aquella ocasión. Ambas sonreíamos, aunque mi felicidad era efímera y poco profunda comparada a la suya, intentaba cubrir cada rastro de sentimiento entre suspiros que soltaban mis deseos reprimidos.

—Vas a terminar haciendo un hechizo si sigues así —me regañó con serenidad, sentándose en la silla al frente de mi escritorio—. Alex, sé que eres emocional, pero estás dejando que eso te controle.

Traté de negarlo, asumiendo que simplemente debía entender y aceptar los sucesos a mi alrededor y así no causaría un alboroto.

—Tu mentora no vé eso de tí... —murmuró, aunque pude oírla perfectamente. Le pedí que se explicase y me senté en la cama justo frente a ella—. Tu magia es emocional, no escolar. Se hace más fuerte mientras más desees hacer algo, no mientras más estudies sobre ella, como yo. —prosiguió su explicación tomando de una las tazas de té que había servido la susodicha mentora para ambas—, si tú sabes que eres capaz de algo, lo harás si no logras controlarte. Imagínate como un caballero usa su espada en combate, así eres tú con tu magia. No la piensas, sólo la canalizas en lo que haces, en tus canciones, en tu vestimenta, incluso en las decisiones de tu vida.

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