Borra el Dolor

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El regreso de Christopher fue pocos días después de su marcha, y justo un día antes del baile que se organizaba en honor a la cosecha, al Titán Eros, la Titán Valentina, a la Diosa Ágama y a las distintas figuras de planos superiores dedicadas al amor y la unión. Era un día profético, un día para llenar los corazones, y aunque fuera nombrado así por un Titán, era el día en que entregaba a Ágama mis más profundas peticiones, alejando las ideas de soledad de mí. Y justo el día antes, mi regalo de ese día hacía su presencia, en un cansado y herido hombre que quedaba a mis cuidados.

Evité a mi padre y me moví hacia mi hermano tan pronto sentí su llegada a la casa, lo último que quería o necesitaba era que nuestro padre explicase todo, ahora que él llegaba cansado y herido. Lo abracé tan pronto estuve a su frente, y lo tomé de la mano para verle a los ojos.

—Estás muy herido... —le dije, viendo como con mi tacto se retorcía levemente del dolor.

—No es nada, cosas de combate... —dijo, bajando la mirada.

Con sólo ver sus acciones, supe que sus heridas no eran sólo físicas. Estaba cansado, agotado, algo perdido... Tenía el rostro de un hombre que había visto ir algo que quería, y yo, como su hermana, era mi deber aliviar su dolor. Mantuve el abrazo con suavidad, acariciando su rostro e invitándolo a comer y reposar, me dedicaría a él durante todo ese día, y evitaría que nuestro padre o Rozen le dieran cualquier noticia que lo hiciera alterar.

Le pedí a los sirvientes que llevaran comida y té a su habitación, y que Rozen no viniera con nosotros.

—Alex... estaré bien, no tienes que hacer todo eso —me dijo, buscando apartarme al caminar al comedor, pero lo detuve con aquel abrazo.

—Sólo deseo ver a mi hermano... ¡a mi amado! —me corregí, apretando ligeramente aquel cuerpo protegido por el cuero de la armadura—, deseo verlo tranquilo y feliz.

—No es fácil... —suspiró él, zafándose de la unión de nuestros cuerpos, y esperando a los sirvientes en el comedor por su propia cuenta.

El resto del día estuvo así, ausente. No tuve que protegerlo, pues mi padre y mi mentora decidieron esperar para explicarle sobre sus orígenes, y yo sólo me limité a observar de lejos su situación. Se encerró en su cuarto y no salió durante horas, alejando no sólo a mí, sino a todos los que querían acercarse a él. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué sucedió que lo haga actuar así? Frío, distante... adolorido.

—Debió sufrir pérdidas en la misión —decía Rozen, quien buscaba enseñarme a controlar mi recién encontrado don para ver las memorias de mis antepasados—. Es mejor que lo deje descansar, mañana deberá estar bien.

—Espero...

Mañana, mañana era la fiesta de Karen, y la celebración de un poco olvidado día dedicado al amor. Si Ágama había de regalarme tu presencia, Chris; yo debía de regalar tu bienestar para que seas feliz. Me propuse aquella misión yo misma, de curar sus heridas y atenderlo cuando llegase de días así. Las lecciones se hicieron largas e intensas para mí, pero tan pronto cayó la noche y yo terminé de comprender sobre la memoria genética en simples teorías, fue cuando corrí al lado de mi hermano.

Su puerta estaba cerrada, pero con la misma magia que antes la abrí, sin tocar ni preguntar; no había nada de lo que pudiéramos temer. Al entrar, sólo estaba allí, sentado y observando la ventana, su mirada estaba perdida, y no parecía percatarse de mi presencia por aquel momento. Lentamente, me escabullí detrás de él y le dí un fuerte abrazo, escuchando sus quejidos de dolor.

—Alex... Hoy no quiero... —iba a seguir, pero lo detuve con mis dedos en sus labios. No tenía que hablar ni explicarse, sólo relajarse en ese momento.

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