Iré contigo

31 12 3
                                    

La lluvia daba pequeños golpes en la ventana, y cubría la noche de un frío que acompañaba a la oscuridad. Mi hermano no parecía importarle, pero yo no podía ver nada si no encendía las velas del lugar.

—Sigo dudando de tu visión en la oscuridad... —le admití, buscando en el armario el camisón para dormir, y viendo un vestido ligero y cómodo que podía usar para el día siguiente. Lo aparté de los demás y miré a mi hermano, quien seguía sin responder a mis palabras— ¿Sucede algo? —pregunté, pero sabía la verdad, sí sucedía. Si no sucedió antes, sucedía ahora.

—Nada, tranquila. Voy a vestirme para dormir —explicó, tomando sus ropas y saliendo del cuarto. Entendí por completo su reacción, estaba incomodo, tanto como yo, y ahora me dejaba sola en la oscuridad. Era mi culpa, por haber impulsado aquel beso...

Dejé de lamentarme y me cambié, tomando dos mudas de ropa y dejándolas en un lugar aparte de la habitación. Me estaba planificando para hacer algo, pero no tenía idea de qué iba a hacer una vez diera el primer paso. Sólo tenía que seguir a mi hermano, con mis magias iba a serle de ayuda y estaría con él en la cacería de la que hablaba, seguiría estando con él durante esos dos días, no iba a dejar que se perdiera ni un sólo segundo de estar juntos. No pude evitar sentir que estaba haciendo algo malo, después de todo, podría ser una carga para él, pero era ahora o nunca. Nuestro padre nos separaría si viera que estamos tan juntos, si quería estar con él, si quería seguir durmiendo a su lado, sólo tenía estos dos días. Guardé lo que pensé sería necesario, todo en un saco para cargar, sólo me faltaba un arma y mi libro de magias.

—¿Qué haces? —preguntó él, asustándome una vez más al aparecer de sorpresa.

—¡Hermano! ¿No te dije que tocaras? —le reclamé, de forma inútil.

—Dijiste que no había problema si te veía desnuda... así que no tengo porque tocar... —mencionó, sentándose en su cama. Su voz estaba algo apagada, no sonaba molesto, no... sonaba preocupado— ¿Por qué guardas esas cosas? —preguntó viéndome a los ojos. Sabía que esa pregunta tenía una respuesta definida, pero tenía que decirle.

—Voy mañana contigo —expresé. No pedí, no pregunté, no rogué. Lo expresé como hecho.

—Aleena nos matará si llevo una boca más para alimentar, Rozen me matará si te llevo y Lord Padre te matará a tí por huir —dijo él, suspirando y bajando la mirada— ¿Por qué lo haces?

—Porque quiero estar a tu lado hermano —le dije, acercándome a él—, Lord Padre nos hará dormir por separados, y pondrá énfasis en tu práctica militar y mis estudios mágicos. Nos separará —estaba soltando cada uno de mis temores recientes en poco tiempo, en una sucesión de golpes—. He estado separada de tí por ocho años. ¡Ocho años Chris! quiero cada segundo que pueda pasar contigo... —ví sus ojos tras decir esas palabras. Sentí como mi escudo mágico se desvanecía, como toda protección que él pudo darme era apartada con su mirada, una mirada que evitaba la mía.

Traté de acercarme con lentitud, tomar su mano para no romper el conjuro que habíamos construido en poco tiempo.

—Tú no quieres que yo vaya contigo ¿cierto? —pregunté, soltando su mano y volviendo a mi cama en un suspiro.

—Lo siento... pero no quiero que estés en peligro, y que pueda perderte —admitió él, mirándome a los ojos.

—¿Y si yo te pierdo a ti? —aquello casi hizo que unas lágrimas brotaran de mis ojos, pero las retuve lo mejor que pude— No podría volver a pasar por eso...

—No es la primera vez que voy de cacería. Te conté como matamos a un peritio, y como me he enfrentado a bandidos y a la intemperie... —comentaba él, exaltando sus logros de combate, pero sin poder quitar de mi mente el único enemigo que no pudo vencer.

AdolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora