Tu Escencia Compartida

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Una vez más me es imposible dormir, no puedo recurrir a mi padre y mi hermano sigue desaparecido. Mi habitación mantiene la misma calidez que ha tenido durante toda la primavera, apenas unos conjuros leves mantienen el fresco para un sueño tranquilo, pero aquello no me bastaba. No quería el calor del ambiente, quería el calor de una persona, el calor de alguien vivo, a mi lado.

Mi corazón palpitaba con algo de fuerza, y mis piernas rodeaban la almohada junto con mis brazos, imaginaba que él estaba allí, que cada segundo de sus caricias yo las disfrutaba. Ese era el Chris que nunca había perdido; aunque en público le costaba actuar, en privado siempre estaba dispuesto para mí, siempre arrullando mis sueños tanto como yo los suyos. Sólo él podía ver los más profundos secretos de mis deseos y suspiros, y yo calmar cada momento de sus pesadillas. Era la persona ideal para mí.

¿Por qué estabas tan lejos? ¿No sabes que te necesito? Me aferraba con más fuerza, sintiendo poco a poco el roce de su cuerpo con el mío, su rostro apenas afeitado y su esbelto cuerpo. No había aprovechado mi tiempo, no acaricié lo suficiente, quisiera haber tomado sus brazos cuando rodeaba los míos, sentir más de su espalda. Un leve suspiro después de un beso, donde nos mirábamos fijamente a los ojos y notaba el deseo en su mirada. Un deseo que yo estaba dispuesta a cumplirle, sólo debía seguir adelante.

Suspiré, soltando mis emociones poco a poco. Podía imaginar esa calidez humana en mí, recorriendo cada centímetro de mi espalda hasta cubrirme con su manto. Ligeros choques de electricidad que simulaban los que él me hacía sentir, y las sutiles caricias en mi cuerpo a través de la tela. Mi mano en mi pecho, sentía el palpitar, cada vez más acelerado, no por temor, sino por anhelo. Imaginaba su mano allí, donde lentamente se movería de su sitio, y tocaría mi piel con ese velo de barrera. Susurraba su nombre, y por un momento juraría que escuchaba el mío, aunque fuera sólo en mis pensamientos, susurrado por su dulce voz. Mi vergüenza se disipaba poco a poco, y lo imaginaba frente a mí. ¿Qué tan dispuesta estaba a mostrarme? Si él realmente lo deseaba, mostraría cada parte de mí. Como en aquel momento...

Me desprendí lentamente de esa barrera, al menos en mi soledad, sabría que no se veía nada, sin trucos de oscuridad ni ojos extraños, sólo estaba mi almohada frente a mí, la almohada que declaré por esa noche sería mi hermano. Pensé por un momento en tomar la suya, una que de verdad pudiera reclamar como perteneciente de su cariño.

Me encaminé a pasos ligeros, cuidando no ser escuchada. No necesité luces, conocía el camino de memoria, cada paso hacia él. Mi mente se adelantaba a mi cuerpo, el cual solo era impulsado por mi fuerte palpitar. No le temía a Rozen, no le temía a cruzarme con ningún sirviente ni tampoco a mi padre. No tenía miedo a nadie, y aún así temblaba. Abrí con cuidado la puerta, sin ningún rechinido, sin golpes fuertes, segundo a segundo notaba el momento hasta entrar en su habitación y cerrarla con seguro arcano. No podía ser molestada, esta noche iba a ser para mí tanto como si él estuviera conmigo.

Me senté al borde de la cama, siempre me sentaba allí primero, pero ahora me recosté tan pronto como pude. Ese espacio vacío en el colchón y su almohada; aún tenían parte de su olor. No era agradable, pero sí familiar, conocido, me arrullaba sin si quiera tocarme; todo lo que necesitaba era disfrutarlo, quedarme allí abrazando con fuerza las almohadas que ahora se unían a mi cuerpo. Una con sus sentimientos, la otra impregnándose de los míos.

Cerré mis ojos y me dejé llevar, no había una llama ardiente, sólo unas leves ascuas de leña que su simple recuerdo mantenía viva. Un recuerdo que usé para mí, para sentir esas caricias como las deseaba, unidas a mi piel desnuda, sin velos que detuvieran su recorrido tímido, y sin temores a nada. Hundía mis labios en la almohada, donde entre besos ahogaba mi aliento, los leves sonidos que brotaban de mi garganta, gimiendo únicamente su nombre: Chris.

Las gotas de sudor caían en su cama, uniendo su sabor a mi propio ser, juntos en una armonía leve la cual no se disfrutaba con el oído, sino con todo el ser. No necesité escudos para protegerme, saber que él estaría allí a mi lado y que estaba besando mi cuerpo lentamente era suficiente para avivar la llama en mi interior, una que me hacía descansar más que sus escudos. Poco a poco esa llama se convertía en una tormenta de emociones en mi alma, y con un último grito, dejé apagar el fuego y apaciguar el huracán que dejé entre sus cobijas. Cerrando mis ojos sólo para imaginar lo que habría sido tenerlo a mi lado.

Levanté mi mirada para ver mis alrededores, estaba durmiendo en su cama, una vez mas dejando que la pasión me dominara. Esta vez toda visión estaba bloqueada, no sentí su llamado, pero sí sentí gusto. Gusto por estar allí, por haber logrado darle una parte de mí y que pronto entregaría por completo a su ser. Lo decidí esa noche, me entregaría a él tan pronto volviera, sin importar qué. Ya eramos uno, y seríamos para el resto de nuestras vidas.

Sonreí para mí y tome su almohada, un pequeño intercambio para poder tener su escencia a mi lado, y que cuando él volviera, pudiera tener la más pura de mis escencias en sus manos. Todo en secreto, un secreto que sólo yo debía saber.

Volví a mi habitación, no sin antes cerrar la suya con la misma llave arcana, sólo Rozen podría atravesarla, pero en silencio ella no sabría nada; sabe bien que sólo dos personas podemos hacer ese conjuro, y ella no abriría una puerta que yo cerré. Caminé con una sonrisa en mi rostro, y el sentimiento de alivio de todo lo que había sentido durante estos días. Sólo faltaba su presencia para hacer de este momento perfecto.

Mi hermano. Mi Christopher... Mi Bluend, sé que volverás a mis brazos pronto, y estaremos juntos.

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