Camino al Fuego

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Mi padre y Rozen nos veían fijamente, extrañados de nuestro aspecto. Aún no nos poníamos el vestuario, sólo el cambio del color de cabello, pero era suficiente para sentir una rareza en sus expectativas.

—Bueno, ahora sí pareces hijo mío —bromeó mi padre, señalando la diferencia entre el cabello castaño de él y mi madre comparado con el natural negro de Chris

—Es una buena forma de usar una magia tan simple —señaló Rozen, quien aún preparaba las cosas para el viaje—. ¿Estarán seguros con sólo cinco días de preparación?

—Seguro. —aseveró mi hermano—. No hay más de un día de viaje entre el Zomerwald y Ruhmewig, además que el festival dura tres días —continuó explicando mientras con sus dedos contaba—, si seguimos la ruta y la caravana sólo se detiene una vez, llegaríamos en poco menos de cinco horas.

—Recuerda Chris, protege a tu hermana —le ordenó mi padre, colocando una de sus manos en el hombro de mi hermano—, sé que estarán en un lugar seguro, pero en todos lados hay ladrones, bandidos, bestias y asesinos. No bajes la guardia ni un segundo

—Si, Lord Padre —y con una reverencia, terminó de despedirse.

—Señorita Alex, quiero que tenga esto —dijo Rozen, mostrando un brazalete con motivos florales en él, y extendiéndolo para colocarlo en mi muñeca—. Posee conjuros de protección: Escudo, Invisibilidad y Escape. Sabes usar los comandos ¿no? —preguntó, ajustando el brazalete con algo de fuerza.

Asentí y miré a mi hermano, que terminaba de revisar cada aspecto de sí. La armadura acolchada ajustada a su cuerpo, por debajo de una camisa blanca y una chaqueta negra, con un pequeño escudo con nuestro símbolo heráldico: una rosa púrpura sobre un campo plateado. En su cintura, guardadas, la espada de su mentor y la daga que yo misma le regalé hace casi nueve años. Esa daga que siempre le ví cargar, una de las cosas que nos conectaba a todos como familia. Tenía un diamante violeta en el mango, envuelta con un lazo perteneciente a nuestra madre y la hoja viene de un metal de la misma casa donde ambos estábamos. Sonreí al saber que incluso para ir a celebrar, la cargaba encima para protegerse... Para protegerme. Nos despedimos y ví desde los jardines como Rozen y mi padre hablaban, antes de que ella se retirase.

Durante la corta caminata hacia la caravana, hablé con mi hermano, y toqué el tema del cuadro

—¿Tu crees que nuestra madre nos habla? —pude ver su expresión de desconcierto, como si no esperase una pregunta así.

—Ella esta... muerta Alex.

—Lo sé pero... —quise explicar mejor, pero me costaba expresarlo en palabras—. Ella me habló a través del cuadro.

—¿Y cómo sabes que es ella? —su rostro había palidecido—, nunca la conociste...

—¡Pero sé que lo fué! A Lord Padre también le ha hablado...

—Bueno... tendré que intentarlo —decía, interesado. Después de todo, aunque no lo recordara, fue quien lo cuidó desde bebé. Debía extrañarla más que yo—. La única voz que escucho es la de la mujer de mis pesadillas.

Pensé inmediatamente en aquella mujer que él llamaba en sus sueños, y sentí de nuevo ese pequeño fuego en mi interior, con ganas de detener a quien sea que hubiera causado que mi hermano sufriera de ese modo. Llegamos al poco tiempo a donde estaban reunidas las carretas de la caravana, la mayoría perteneciente a comerciantes dispuestos a ir al festival. Un grupo grande, que podía alejar a bandidos aunque atraía a algunas bestias. Suspiré asustada, era la primera vez que saldría de la ciudad sin la compañía de Rozen, y nunca había ido tan lejos como salir del distrito sin ella.

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