Otra Soledad, un sustituto

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Me encontraba abrazando mi almohada con aún más fuerza, las cobijas apenas cubrían el frío que me llenaba el cuerpo, paralizando cada hebra de cabello y siendo incapaz de dormir. Por la ventana se podía ver como lo que fue una nevada de bendiciones, ahora empezaba a hacerse fuerte y dejar rastros de nieve alrededor de la ciudad. No entendía por qué los Titanes y sus ánimos lograban hacer eso en menos de una noche, y menos que me impidiera dormir cómoda en mi habitación. Estaba solitaria, sin ninguna presencia, y el resto de la casa sólo tenía a los pocos habitantes.

Como muchas noches, un candelabro sería mi guía en la luz para llegar a mi madre. Transmuté la iluminación de ella a través de mi magia como ya antes hice, y de paso en paso, cortos y temerosos, bajaba al salón principal. La noche era incluso más fría que de costumbre, y juraría haber podido ver mi aliento, la nevada arreciaba en vientos que se escuchaban con fuerza y la presencia de mi madre en su cuadro no parecía responder.

—¡Lett Luce! —grité para que la luz violeta del candelabro fuera más fuerte, pero aún así, no ví respuesta alguna—. Madre, necesito tu ayuda para conseguir a mi hermano...

Silencio, ni un sólo sentimiento, como si el frío secara aquella pintura, o como si nada existiera dentro de las paredes de la casa. Pedí una y otra vez, pero el silencio se mantuvo hasta que la luz se apagaba en mis manos. Me quedé apoyada en la pared, sintiendo la soledad sin mi familia cerca, lo difícil de dormir así, todo por buscar algo sin saber de su existencia. Había dejado de lado todo en un abrir y cerrar de ojos, Karl tenía razón... ¿Por qué lo hice? Simplemente tenía ese impulso en el momento, me pareció necesario para poder ver esa conexión, quizá lo ví en peligro, y ahora no sabía de su paradero.

Me levanté con lentitud, frotando mis propios brazos para alejar el frío de ellos, caminando en dirección al que fuera su habitación cuando estuviera aquí. Sabía que estaría vacía, las únicas habitaciones llenas serían las de servidumbre y la de huéspedes, donde ahora estaba mi amigo. ¿Sería correcto ir a verlo? Necesitaba alguien con quien hablar, y no había nada que hacer en plena noche.

Mis pasos eran cada vez más lentos mientras más me acercaba al cuarto, al cual toqué la puerta cuatro veces antes de recibir una respuesta. Al poco tiempo, fui abierta para ver a Lord Greenfield en persona, aún vestido por lo que supuse era para protegerse del frío, con ropas que le quedaban algo grandes a su tamaño, comparado con el de mi padre y mi hermano.

—¿Sucede algo, mi Lady? —preguntó, aguantando un bostezo frente a mí que no pudo evitar.

—La casa está sola... —fue lo que musité, tratando de verle a los ojos—. No puedo dormir...

—Estamos igual... —dijo en una leve risa y me invitó a ir al recibidor.

En casos distintos, hubiera pedido dormir a su lado, que sustituyera a mi hermano, mi padre o Rozen en la compañía nocturna que deseaba, pero conocía que él no tenía ningún vínculo filial conmigo, así que podía malentender toda la situación. Ambos nos sentamos frente a la aún encendida chimenea, donde sólo una guardia se sentaba, despierta y vigilante.

—Al menos aca hace algo más de calor... —dijo, sentándose al lado mío—, esto no pasaría en el castillo.

—¿Puedes dejar de recordarme mi error? —le pedí, bajando la mirada y sentándome junto a él— sigo sin saber porqué lo hice.

El silencio de ambos se volvió inmediato, acompañado de mi suspiro y de su típica caricia propia a sus manos para calmarse. Me acerqué un poco a su persona y traté de buscar una conversación interesante, pero sólo volvía a mi mente el deseo de verlo...

—Ocho años sin verlo... y ahora se aleja y se aleja, y rechaza mi cariño a veces... —expresé. Si recordaba con claridad, podía ver que él siempre se ponía nervioso por los besos que le dedicaba y por mis palabras de afecto—, pasa más tiempo con Karen que conmigo, y sin contar la Orden de caballeros.

Karl sólo escuchó, callado, poniendo su mano en mi hombro para calmar todo lo que yo fuera a sentir. Su compañía y su confianza eran todo lo que necesitaba, y si no estuviera esa otra persona a nuestro lado, podría preguntar cosas románticas de mi relación, siendo que él tenía experiencia.

—¿Ustedes no se extrañan? Tú y Michaela —pregunté para cerrar mi monólogo.

—Lo hacemos, pero ambos sabemos que estamos ocupados... —respondió, viendo al fuego fijamente al decir sus palabras—, pero sé que por las noches, ella estará allí conmigo, no tengo que estar todo el tiempo a su lado... ¿Lo dice por Sir William?

—Guillaume —corregí, aunque entendía el porqué preguntó por él en lugar de Chris, para que pareciera que era él quien me tenía la mente dando vueltas y al corazón palpitando con fuerza.

—¿Sabe algo, mi Lady? —me dijo, buscando verme a los ojos directamente—, su padre no aprueba esa... ni ninguna relación.

Iba a asentir, cuando me pregunté a mí misma cómo es que él podría saber ese detalle sobre una relación de la cual no he dado mayor detalle.

—¿A qué te refieres, Lord Greenfield? —me separé un poco, sin dejar de verlo a los ojos.

—Su padre me lo dijo hace años, poco después de la partida de su hermano... —sus palabras me confundían, no entiendo. ¿Qué tenía que ver?—, cualquier idea o intento de cortejarla debía abandonarla. Y que sería mi deber evitar que ningún hombre se acercara a usted con esos fines...

Siguió hablando, explicando como a sus diez años le costaba entender aquello y que nunca se sintió atraído a mí, pero no me importaron sus detalles, sino aquella prohibición. Mi padre tenía sobre mí una protección hacia chicos que me parecía común, pero como él mencionó, parece que se extendía a cualquier hombre. Aquello me hizo tener más temor de lo que sucedería si hallase a Chris conmigo, lo culparía a él de cualquier cosa.

—Por fin pude soltar ese secreto —dijo, dejando su tímida caricia y soltando un largo y fuerte suspiro—. He tenido eso en mí desde hace tiempo...

—¿Por qué no he sido informada? —pregunté, viendo la rareza en aquello.

—Lord Raphael al parecer se lo ha dicho a varios chicos, para que no se te acercasen... Lamento haberte ocultado todo aquello —admitió.

Al parecer se sentía mal por ocultármelo, pero fuí comprensiva. Le abracé con cuidado, compartiendo el poco calor que teníamos en ese momento, y sintiendo la comodidad de estar a su lado. Me recordó a Beck y Karen, y me hizo entender que todo estaba tranquilo. De un momento a otro, mis ojos empezaban a cerrarse, y me quedé dormida al lado de él en el recibidor. Aunque él no era Chris, pude sentir una suave calidez al estar a su lado, no un escudo protector, pero sí una tranquilidad y compañía especial.

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