El Regreso del Caballero

3 2 0
                                    

Estaba frente a mi padre, aunque se veía mucho más joven y ligeramente más alto de lo que recuerdo. Como si hubiese vuelto unos pocos años al pasado, pero no era así, me trataba con total naturalidad. A mi alrededor estaban los jardines, cuidados por Lord Greenfield, pero no era Karl, lo conocí como su padre, del mismo nombre. Se veían más hermosos, rodeados de plantas que con un movimiento de mis manos crecían y sacaban una flor hacia mi cabello, donde mi padre la acomodaba con gusto.

—Te ves hermosa Sara...

Abrí mis ojos y noté a mi lado a Karl, sentado en una silla mientras escribia lo que parecía ser una carta. Me levanté con cuidado, me dolían algunas partes del cuerpo y me sentía incómoda. Me sentía extraña al quedar en el recibidor sin estar peinada, sin contar aquella visión que tuve. No fue un sueño, los sueños son difusos, pero eso fue una visión, una imagen mayor y movida. Karl volteó a verme, sonriendo un poco.

—Usted siempre ha sido de sueño pesado, ¿No es así? —dijo, dejando a un lado los implementos de escritura.

—Buenos días también, Lord Greenfield —dije con sarcasmo, tratando de acomodar mis cabellos y olvidar lo recién sucedido. —. ¿Qué escribe?

—Cartas, para Lord Hannaghan y para Michaela. Tienen que saber que estamos bien... —explicó, a pesar de que tenía razón, no pude evitar pensar que era inútil mandar una carta en pleno invierno, pero guardé esos pensamientos para mí misma.

Me dirigí a mi cuarto para vestirme y arreglarme, noté que la nevada había cesado y que las afueras pasaban a tener movimiento de personas y trabajadores. Me decidí a pasar aquel día en buscar a mi hermano directamente, recordando donde quedaba el cuartel de su orden, y donde podría pasar la mayor parte del día.

El desayuno fue simple, algo que no esperaba, pero supuse que era la comida que los sirvientes habrían de comer en invierno mientras no estábamos, procurando ahorrar la mayor cantidad de recursos posibles. En las expresiones de Karl no noté incomodidad por ese hecho, pero se notaba un toque de melancolía, y podía decir que compartía ese sentimiento. ¿Por qué me vine a casa de ese modo, si iba a estar sola? Tenía que conseguir a Christopher pronto para poder sentir que valió la pena haber venido.

Le ofrecí a Lord Greenfield acompañarme, pero él prefirió salir a otras labores, pues sentía que enviar la carta era de suma importancia. Se notaba en sus palabras, se preocupaba por Michaela y que ella supiera sobre su bienestar. Eso mismo sentía yo, pero una carta no me bastaba para saber el paradero o estado de mi hermano, las cartas terminaron de darse hace más de cien días, quería su presencia conmigo.

—Suenas obsesiva... —me dijo Karl, cambiando de opinión—. Os acompañaré, necesitas protección.

—Gracias a usted y a su prometida, puedo protegerme sola... —dije, tratando de evitarlo, pero en un suspiro tuve que aceptar su compañía.

Al pasar por la iglesia, se nos informó que los caballeros se encontraban en una misión de parte del mismísimo Rey, pues había una situación con bandidos y bestias alrededor de la ciudad. Aunque acepté aquellas noticias, todo fue para cubrir mi decepción. Toda la decisión que había tomado era inútil, y sin magias de  adivinación, se me hacía imposible descubrir dónde podría estar él y verlo.

—Lo mejor será volver a la casa, mi Lady —sugirió Karl, preocupado por mí—, necesita descansar... dejar de pensar tanto en su hermano.

AdolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora