El cuadro de Saralinne

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Pasé los siguientes días pensando en esa reacción de su parte. ¿Por qué empujarme? ¿Y con esa fuerza? el silencio sobre el tema sólo empeoraba la situación. Seguíamos hablando sobre nuestro día a día, seguimos yendo con Mesos a practicar, él seguía su entrenamiento en la academia y en el campo cercano. Pero el intento de besarnos se volvió Tabú. Podría creer que escuchó a nuestro padre y quiso separarse, quiso evitar que se volviera una mala situación pero de ser así: ¿Por qué no me deja intentarlo de nuevo?, ni si quiera sale el tema. Pensé en sólo dejarlo pasar, como si eso nunca hubiese sucedido, y dejar que nuestra relación volviera a la normalidad, aunque era imposible...

Al verlo, mi corazón daba un pequeño salto, como si impulsara al resto de mi cuerpo a abrazarlo. Mis manos se ponían sudorosas, y mi magia salía con mayor naturalidad sólo cuando él estaba cerca. Mi mente sólo imaginaba formas de seguir estando a su lado, aunque también formas de reclamarle, empujarlo porque él me empujó a mí. Pensé en calmar estos sentimientos de un modo u otro, ignorarlo por completo, alejarme de él y poner distancia pero soy incapaz; él es la persona más cercana a mí ahora, como si algo nos hubiese empujado y atado juntos. Llegué a pedirle a Ágama que rompiera el vínculo, pero estoy segura que debió haber sido ella quien lo construyó en primer lugar. ¿Por qué con mi hermano? ¿Por qué la diosa del amor, la vida y el matrimonio me conectaría con él? Había muchos chicos, algunos le han pedido la mano a mi padre, y muchos esperan que yo cumpla los veintiuno para empezar el ritual de cortejo. Teniendo en cuenta lo encerrada que me quedo, Chris es el único hombre de mi edad con el que paso tiempo cerca. Si no fuera por la constante presencia del Maestro Mesos y por mi padre, quizá sería el único hombre.

Tenía que hablar con alguien sobre esto. No puedo seguir teniendo un peligroso deseo sobre quien es de mi propia sangre, y menos si es capaz de hacerme daño sólo por ocultar nuestras acciones. Rozen lo revelaría a mi padre, cualquier sirviente se lo diría a Rozen, Beck sólo se basaría en libros y Karen era muy cercana a Chris y entendería por completo. Necesitaba a alguien más...

Esperé esa noche a que todos durmieran, y salí de mi cuarto tras hacer el hechizo de luz en uno de los collares que tenía de joyería, uno de los que antes habría pertenecido a mi madre. La luz violeta iluminaba con fuerza, y me moví lo más rápido que pude hacia el salón principal, donde estaría el cuadro de mi madre. No había cambio alguno, estaba tan tranquila como siempre se está, allí sentada viendo la ventana. La luz resaltaba sus ojos, como si de un diamante se tratase, le hacía brillar mientras mantenía su mirada perdida. Me senté justo en frente del cuadro, a la expectativa de que me dijera algo, que hablara conmigo. Pero no recibí ninguna voz.

—Madre... Necesito tu guía —pedí ante el cuadro, pero no hubo ninguna respuesta—, necesito saber si es correcto seguir esto...

Por unos momentos, pude sentir como una sombra pasaba por la ventana del cuadro, y como lentamente atravesaba la pared. La pintura cargaba su magia y me ayudaba.

—¡Madre! Dime... ¿estoy enamorándome de Christopher? —pregunté casi murmurando, con miedo a ser escuchada por un sirviente— ¿Él está enamorado de mí? ¿Debería alejarme?

La sombra se seguía moviendo, con el brillo de sus ojos impidiendo que cubriera esa área, pero se quedó callada. Cerré mis ojos, pensando al respecto con mayor fuerza, intentando sentir en mi alma su magia

—¿Debo besarlo en la obra? ¿Debo alejarme de la obra? ¡Dime algo! —casi gritaba, mientras la luz poco a poco se apagaba y se perdía, logré escuchar una leve voz

—Haz lo que te diga tu corazón hija. Pues sólo tú eres dueña de tus deseos y decisiones. Ni yo, ni tu padre, ni Christopher

Sí. Me respondió. Aunque el cuadro no se movía, y su expresión seguía igual, sentí a ese espíritu correr por el cuadro hasta llegar a mi voz. Poco a poco, la luz mágica que había encendido se apagó, y me despedí de mi madre colocando una mano en el cuadro. Nunca la llegué a conocer, pero parecía una mujer cariñosa y comprensiva, o quizá eran los años de muerte que hacían que pudiera tener una mayor sabiduría. Ahora sólo me quedaba escuchar aquel consejo: lo que diga mi corazón. ¿Qué quería mi corazón?, quería hablar con mi hermano. Dejar las cosas claras entre ambos, aquel beso que nos pudimos dar, los que yo le dí en sueños y los que él devolvió. Pero tomé la decisión de hablarlo después de la obra; allí me mantendría actuando y dentro de personaje, y al finalizar estaría lista para él.

Al día siguiente, Mesos nos mostró los vestuarios y el plan para el teatro.

—Todo el Gremio Artístico estará allí, y sólo tenemos media hora para actuar; así que necesito que esten listos —explicaba. El Gremio Artístico era de donde él venía, y lideraba toda presentación dentro de Ruhmewig, la capital. Como siempre, continuó con explicaciones sobre nuestras labores, añadiendo algo que me sorprendió—. Lady Alex, tú puedes teñir el pelo de otros ¿no? sería buena idea que cambies el tuyo y el de Chris por algo más similar a los personajes

Cambiar nuestro color de cabello, aquello parecía algo extraño, teniendo en cuenta el pequeño alcance que debía tener la obra originalmente. Al parecer a Karen le había pedido algo similar, pues protestó un poco sobre esa decisión

—¿Realmente es necesario hacer eso? No quiero cortarme el cabello... —su cara denotaba preocupación, era de esperar, siendo que por su forma de actuar y su entrenamiento en armas, era uno de los pocos rasgos femeninos que mantenía en su ser

—Es por autenticidad —explicó Mesos—. Recuerda que tu personaje es masculino, confía en mí. Será buena idea

—¿Por qué no buscar actores con la apariencia necesaria desde un comienzo? —preguntó mi hermano, vocalizando una duda que ya había sido respondida con anterioridad por el Maestro hacia nosotras.

—¡Muy simple! —decía con una sonrisa— cualquiera puede actuar un personaje y lo hará mejor que ustedes cuatro. Podría pagarle a miembros del gremio y harían una buena labor —empezó a caminar alrededor del jardín mientras hablaba—, pero eso no va con lo importante: La sinergia.

—¿Sinergia? —expresó mi hermano en su confusión

—La armonía en la unión de dos cosas —añadió Beck, interrumpiendo su lectura por primera vez en el día—, el hecho de que dos personas juntas que se conocen y trabajan juntos pueden llegar a mostrar mayor armonía y balance que dos estrellas que se desconocen

—¡Exactamente! —señaló Mesos, palmando la espalda de Beck con una sonrisa en su rostro— ellas son mejores amigas, y tú eres hermano de una y muy cercano a otra —al decir aquello, Karen se sonrojó. Clavé mi mirada en esa reacción, con temor, pues obviamente era ella la que era cercana a Christopher y quien lo habría entrenado tantos días—. Tú eres bueno con armas y no quieres herirlas, y sabes armonizar en combate y baile. Tu actuación es terrible —ese comentario hizo fruncir el ceño de mi hermano, causando una risilla de parte de nosotras tres—, pero tu deseo de ayudar es fuerte, y tu determinación es noble. Por eso, armonizas mejor.

Después de la corta charla, acepté realizar el cambio, mi hermano tenía que tener cabello castaño similar al mío y de Karen; mientras que yo debía tener el cabello rubio a todo lo largo de él. Esa noche fuí a su habitación para hacer aquello; estaba totalmente a oscuras y, sin embargo, estaba leyendo con tranquilidad cuando entré.

—Deberías dejar de hacer eso, te dañará los ojos —dije. Aún desacostumbrada a su curioso poder.

—¿Vienes a por algo? —preguntó, se hizo sentir su extraña frialdad, no fue súbita, pero si se había distanciado un poco

—Quería... saber como estabas con tus pesadillas —aquel comentario hizo que apartara la mirada del libro y me viera a mí, con la luz de las velas reflejando sus ojos—, digo, es importante descansar y ... puedo cantarte una nana

Lo ví sonreír ligeramente y caminar hacia su cama, palmando el lado de ella, casi invitándome a estar con él. Aparté esos pensamientos de mi cabeza y me senté a su lado.

—También te teñiré el pelo... igual habías perdido algo el azul —bromeé.

—Fue lindo mientras duró, hay que hacerlo permanente la próxima —comentó, restando su cabeza en mi regazo—. ¿Estas nerviosa?

Asentí, pero no expliqué las razones. Él debió pensar que sería por la obra, y yo lo dejaría creer eso. Acaricié su cabello con suavidad, cambiando su color entre leves conjuros y arrullándolo con una conjugación distinta. A pesar de la distancia que teníamos, decidí dormir a su lado esa noche. No podía sentir el escudo que él hacía, pero sí pude sentir que era yo quien lo cuidaba a él, y eso hacía que valiera la pena.

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