Recuerdos de Infancia

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Caminé al lado de Lord Greenfield, teniendo como compañía a Rozen, quien me vigilaba constantemente, como había sido su labor. Mi padre me permitió sin ningún problema entrenar el uso del arma que mi hermano me había regalado, haciendo parecer que toda prohibición de la que se habló el otro día era inexistente. Traté lo menos posible de prestar atención a ese detalle, y me enfoqué en lo importante.

La mujer que me acompañaría era Michaela Garten, una mujer sencilla que pude ver que adornaba su cabello con una flor blanca, como antes yo hiciera lo mismo con la flor púrpura de Guillaume. Me sentí familiarizada con ella, aún en la distancia de sangre que teníamos, ambas conocíamos a Karl, y ambas teníamos una afición por esos adornos florales, si es que podía llamarla afición. Sólo era un gusto que prefería por encima de la joyería de metal y que mantenía mi belleza, al menos aquella que Sir Guillaume veía en mí... ¿Acaso a Chris le gustaba que lo usara? Si había algo que le gustase, lo usaría sólo para agradarle.

—¿Cómo una Garten sabe tanto de armas? —me cuestioné, notando que sus enseñanzas iban más allá de sólo usar el arma, sino también a esconderla y mantenerla conmigo en todo momento.

—Los jardines fuera de las murallas son distintos, mi Lady —dijo con una risa, la cual compartió con Karl.

Ambos mantenían una sonrisa mutua, incluso intercambiaban miradas ocasionalmente, de una forma que guardaba un secreto abierto entre sus miradas. Reí levemente al ver esas reacciones, y sólo podía venir a mi mente el recuerdo de mi hermano. ¿Podría hacer esas miradas con él? Esa especie de mensaje secreto el cual no usaba ni la más mínima magia para ello. Sería una forma de poder pedirle cosas, pedir sus abrazos, su presencia...

Al terminar el entrenamiento, me quedé un momento con Karl, pidiéndole permiso a su prometida y a Rozen para poder hacerlo. Aunque a él le pareció tonto pedirle permiso a la señorita Garten, yo lo ví necesario, quería un tiempo a solas y podría malinterpretarse, aunque ninguno de ellos lo tomó de mala manera; al contrario, pude ver que el nerviosismo de Karl se había disipado y lograba hablarme con naturalidad.

—Lord Greenfield... ¿Recuerda nuestra niñez? —le pregunté, recorriendo el pequeño camino de piedra entre las flores y arbustos de los alrededores a su lado.

—¡Claro que lo recuerdo! —dijo con una pequeña risotada, viendo a sus alrededores con una mirada que parecía viajar al pasado— Fueron días divertidos con usted y Lord Christopher...

—Sir —le corregí, aunque yo estaba casi tan equivocada como él en ese momento—, era sólo una niña y ya tenía a dos hombres peleando por mí...

Aquellas palabras hicieron que ambos riésemos, soltando cualquier tensión que hubieramos llegado a tener... Aunque realmente no estaba tensa, sólo curiosa, de nuestro pasado, de su relación, de todo el tiempo que había pasado y lo alejado que estábamos. A diferencia de Chris, con él perdí mucho contacto a pesar de estar viviendo en el castillo justo bajo mis narices. Me sentía culpable por haber dejado atrás a un buen amigo, pero su sonrisa me afirmó que todo seguía igual.

—¿Acaso ya tiene a alguien trás usted, mi Lady? —dijo, manteniendo la sonrisa.

—Algo así... —me arreglé el cabello, sintiendo como cubría mi rostro, para poder abrir más mi rostro, aunque miré al suelo—, dos caballeros

—¿¡Y vuestro padre lo ha permitido!?

Iba a responder, hasta que ví la expresión de sorpresa que cargaba. No era normal, después de todo, si ambos eran nobles no había razón para rechazar el cortejo. Le miré, y noté que volvió a acariciar su anillo de forma nerviosa, como si ocultase algo de mí.

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