Él no va a volver pronto...

4 2 0
                                    

—¿Por qué lo rechaza, mi Lady? Siendo un hombre tan dedicado a usted —me preguntó Karl, como si no supiera la respuesta.

Era por Chris, porque es él quien es el verdadero dueño de mi corazón. Sir Guillaume era tierno, y tenía cosas que desearía que mi hermano tuviese, esa creatividad y ese cortejo romántico inagotable, que me hacía querer escucharlo, si tan sólo él fuera así... No tendría dudas en mi corazón, ni tampoco la duda y presión de la única persona que conocía mi amor clandestino.

—Espero por mi amado, y lo sabes —le indiqué, suspirando de tal modo que pude ver mi aliento por el frío del lugar.

—Mi Lady, ya ha escuchado que está en una misión; posiblemente en peligro, y aún si está a salvo, no volverá pronto —sus palabras fueron como cuchillas que cortaban una planta que crecía lentamente en mi interior, un corte que intentaba ser mortal.

—Pues esperaré, mientras más cerca esté de su regreso, podré sentirlo —mi mirada se perdía en el azul cielo, intentando recordar el color de sus ojos o del tinte de su cabello en ellos, aunque se asemejaba más al azul de un cielo recién amanecido que de uno despejado—. Podré sentir su escudo mágico rodearme, y el fuego crecer en mi interior —mientras le expliqué, sentí mi cuerpo poco a poco.

—Sé lo que sientes, pero haber huido aquí sin saber si él estaba no te va a llenar.

Lo sé, lo sabía bien. Aquello fue una decisión drástica, una que no medí en absoluto, sólo me dejé llevar por aquel llamado de su corazón hacia el mío. Eso era, un llamado que traspasaba las barreras de la distancia y la magia. Una conexión única que sólo nosotros dos conocíamos, y fue esa conexión que me hizo volver a sus brazos. Pero me faltaba más, más para saber dónde estaría, para poder disfrutar cada momento juntos, ese vínculo que se formaba al yo mirar sus azules ojos y él los míos. ¿Así se sentía el amor? ¿Con ganas de desear más de esa persona sin importar lo que surgiera de allí?

—¡Alessandra! Estás distraída de nuevo... —me dijo Karl, notando mi leve suspiro— ¿Ves lo que hace pensar en Chris? Te distrae de todo, olvidas incluso tu propia supervivencia.

—No es cierto... —repliqué, cerrando mis manos en puños mientras lo observaba—. ¿No es normal pensar en la persona que amas?

—¡No si te desvives! —incluso él notó el tono con el que se había elevado, y rápidamente se excusó, antes de añadir más a sus palabras—. No si por ello causas dolor, sufrimiento y pérdida...

Me quedé en silencio, contemplando como la mirada de mi amigo bajaba, indispuesto a mencionar algo sobre él. Yo sé de lo que él hablaba, pues ahora las pistas de un misterio que hacía años ignoré volvían a surgir. Karl Greenfield había desaparecido años atrás, poco antes de ser nombrado cuidador de jardines, antes de si quiera ser asignado a mi padre con ese cargo. Lord Greenfield, su padre, del mismo nombre, murió ese invierno...

Le pregunté por aquel suceso, sentándome más cerca de él y colocando una de mis manos sobre la suya. Escuché lo que me temía escuchar, pero supe entender. Él había escapado para casarse con Michaela Garten, quien era una simple campesina, granjera y jardinera. No tenía sangre mágica, no estaba dedicada a un noble, ni a una iglesia, no sabía combatir más allá de defenderse de los animales y plantas salvajes, no era más que eso... Por ello, su padre se rehusó a esa boda, y le negó el derecho de ver a esa mujer. La boda nunca se hizo, ni si quiera de forma clandestina, pues por la tristeza, impacto o quizás el dolor, pero su padre había muerto.

—Tuve que volver, enterrarlo, dejar todos mis planes, tanto con mi familia como con mi prometida lejos... Apenas han pasado dos años y no hemos tenido una unión sagrada, aunque vuestro padre la acepte —finalizó, acariciando su anillo, esta vez con melancolía más que nervios—. No deseas que la última vez que veas a tu padre sea así...

Sus palabras llegaron a mi corazón, haciéndome entender lo que intentaba decir con todo aquello. Mi huída fué innecesaria, causé una posible conmoción en el castillo y ni si quiera he logrado estar al lado de mi hermano. Estaba siendo inmadura e infantil, y ya no podía volver hasta terminado el invierno. Y conociendo la situación, es probable que él tampoco volviera hasta ese momento, cuando ya todo hubiese terminado.

En un suave abrazo, le dí apoyo a mi amigo y procuré consolar su dolor, tomando su consejo con calma y dedicándole una leve sonrisa.

—Deberías buscar algo más cercano, algo que sí puedas poseer en este momento, alguien a quien amar sin ningún problema... —pausó su charla, divagando levemente antes de añadir—. El caballero rubio es una buena opción.

Aunque lo dijo en tono de broma, supe que quiso instarme a buscar otro amor además de mi hermano, pero sé que Sir Guillaume no era la opción adecuada. Un caballero amoroso, atento y detallista, pero sin ningún sentimiento que cause un escudo o fuego dentro de mí, sólo me estremecía y me gustaba su cariño, pero jamás se convertiría en amor.

—¿Por qué Sir Guillaume? —pregunté, tratando de comprender su pensamiento.

—Parece un buen hombre, además que está enamorado de usted —señaló, incorporándose para dirigirse a la cocina—, le aseguro, encontrará pocos hombres tan devotos a una mujer.

—Pues mi padre dijo que mis ojos iban a atraer a cientos tras de mí —le dije, bajando un poco la mirada—. Mientras más tiempo pasa, dudo que sea cierto... Él es el único que me ha hablado de ellos.

—¡Ah! Sus ojos —aquello lo dijo con una pequeña risa, viéndome directamente—. Los ojos atraen, pero hay mucho más. Los ojos son sólo la ventana del alma, el resto del alma se conoce más allá.

Escuché sus palabras con detenimiento, pensando en las veces que he visto a otras personas a los ojos. Un alma que conoces más allá, que se vé y conoces a profundidad. Era así como te enamoras de una persona, de lo que puedes llegar a conocer y saber. Del mismo modo, así te llega a agradar. Las almas inmortales que se dejaban ver mutuamente. Aquella charla dejó ideas en mi mente, y me incorporé para ir a mi habitación, no sin antes pasar por la cocina para agradecer a Karl por su inspiración.

Me dediqué a escribir de nuevo, a Salis y Trois, al Ángel y al Hada. Aunque uno de ellos había muerto, aún podía usar la idea del alma como su inmortalidad. Manejar aquel eterno romance en almas que no sólo se unen, sino que se apoyan mutuamente. Trois habrá sido protegida del Ángel, pero también podía ser su amiga, una persona que lo guiase más allá, al perdón de Salis, quien a su vez era amigo del Hada. El cuarteto de personajes crecía en relaciones mutuas, y ahora tenía una persona asociada a cada uno, ahora si podía sentir que como me sentía, era relacionado con uno de ellos.

Al terminar, dejé la pluma allí y miré la ventana. Sabía que Christopher estaba en algún lado, pero no podía seguir tomando decisiones drásticas, debía agradecer y esperar, pues cuando el mes de Cryo terminase, iba a volver a reunirme con él y con mi familia. Debía inventar una excusa, algo para explicar mi uso de aquella magia, así como pedir disculpas ante ellos, pero no sin antes aprovechar al máximo y disfrutar la ventaja de los pocos días al lado de mi hermano.

AdolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora