Mensajes Secretos

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Una de las magias que solía aprender eran las ilusiones, cualquier acción que llevara un sentimiento hacia otra persona. Aún no podía hacer más que unas simples luces o sonidos guturales de fantasmas falsos alrededor, pero esta vez pedí a Rozen una magia especial: mensajes ocultos.

—¿Por qué el súbito interés, señorita? —me preguntó, dispuesta a mostrar ese hechizo en particular.

—Quiero hablar con alguien en privado... incluso estando en público —expliqué sin dar detalle alguno.

Chris seguía distante, al menos respecto a lo que sucedió esa noche. No tuve necesidad de dormir a su lado y reduje mi consumo de hierbas para dormir, pero aún así, deseaba estar con él de nuevo, sentir aquella sensación en mis labios que me era negada constantemente sin si quiera poder acercarme, y con aquellas constantes retiradas para entrenamientos, cacerías y misiones... ¿Por qué no podía disfrutar de su estadía aquí? Por eso quería hacerlo; lograr que en privado y sin que nadie lo notase, acercarme a él a hablar de ese tema. Aunque fuera una comunicación sólo de mí hacia él, bastaría para hacerle sentir la presión por la soledad que él me daba.

Rozen estuvo discutiendo sobre cosas técnicas del hechizo, cosas que poco a poco aprendí que no importaban. Para mí, no tenía que estudiar una magia, sólo saber cómo funcionaba y ella saldría sola cuantas veces yo quisiera. Pero ella aún era terca, y explicaba cosas sobre las diferencias entre ilusiones y encantamientos, sobre como lanzar correctamente y que en menos de una semana debía comprobar aquel hechizo. Claro, yo misma lo comprobaría, pero no con ella como recipiente, sino con mi amado hermano. ¿Amado? ¿Realmente entendía lo que quise decir con esa palabra? No era igual que mencionar a mi padre o a algún familiar, era un cariño único que le tenía sólo a él, sin importar nada.

Al final del día, cada detalle de la ilusión lo conocía, pero aún era incapaz de lanzarla por completo. Faltaba algo escencial de todas las magias, mi corazón. Sin aquel deseo, fiel deseo, nunca lograría usarla. No importa si él está a menos de cincuenta metros, si exclamo «[Susurro]» de forma correcta o si lo tengo como objetivo, nada de eso servía si no deseaba con toda mi fuerza hacerlo. Y como me probé a mí misma, no quería.

El silencio tenía un precio, pero también una recompensa. Un grato recuerdo de mi mente que jamás iba a desaparecer ni ser un carga sobre mi conciencia, y tenía total comprensión de aquello. No importaba lo que ocurría, cada cálida noche de este largo verano, me iba a distanciar de él con ese suave roce en mi memoria.

Con suspiros, continué abrazada a mi almohada, anhelando la presencia de alguien a mi lado. Podía dormir por simple cansancio, pero no era un sueño grato como el que sucedía en el otoño. Cada lluvia era una oportunidad de cubrir mi frío con la calidez de sus brazos, y los truenos y rayos se detenían con el escudo que él me daba. Rodeados juntos por un manto protector que nos unía eternamente... Chris, si supieras cuanto deseo tu presencia a mi lado, si tan solo te acercaras por un momento. Seca mis lágrimas, arrulla mis sueños y calma mis miedos...

Al poco tiempo, sentí una figura frente de mí, sosteniendo mis manos con fuerza, y diciendo mi nombre lentamente. No mi nombre completo, sólo esa abreviación que mi propia madre escogió. «Alex», lo escuché decir. «Ven a mi lado» decía, pero no reconocía su voz. Era profunda, grave, pero me recordaba un poco a mi padre. ¿Me estaba llamando? No, él era incapaz de hacer magias. Esto... no es una magia. Es lo que siento, con dos caminos frente a mí, con el rubio caballero Aureé de un lado, y con el azul hombre de mi familia del otro. Ambos deseando un segundo de mi tiempo con ellos, ambos pidiendo mi compañía. ¿Qué puedo ofrecerles?

Desperté al sentir la puerta abrirse, no. Nunca me dormí, pero si sentí la presencia de un ser extraño en mi habitación. Quise gritar, pero un aura de tranquilidad me rodeaba, un escudo que ya conocía de memoria, y una voz suave que antaño arrullaba mis sueños.

—¿Me llamabas? ¿Estás bien? —preguntó, sosteniendo mi mano del mismo modo que su rival secreto haría alguna vez.

—Sí yo... ¿Me escuchaste? —estaba confundida, el hechizo debía haber fallado, y aún así tenía a Chris frente a mí. ¿Estaba soñando?

—Sí, decías mi nombre... —su mano acariciaba con suavidad la mía, y por grandes momentos, deseé que aquello no fuera un sueño— ¿No podías dormir?

—No, de hecho... —no podía decirle la verdad, o se alejaría, pero... ¿Podía controlar mi sueño?— Sólo anhelaba tu compañía

Él se rió, quedándose sentado a mi lado. Yo ya me había incorporado y me senté justo en frente de él, buscando palabras que decir sobre todo lo sucedido, pero el eterno silencio se quedaba entre nosotros. Me atreví a tomar su mano, sintiendo lo áspera y tensa que estaba. Muestras y rastros de luchas y peleas que herían su piel, sólo por entrenarse. Todo para ser capaz de protegerme, tal como lo había prometido. Si supiera que para protegerme bastaba su compañía. Si tan solo supieras, Chris, que tu presencia es mucho más fuerte que cualquier monstruo o asesino que pudiera venir en mi contra.

El silencio se hacía largo, y la distancia entre nosotros cada vez más corta, quería acercarlo a mí y tener en mi piel su aliento, sus suaves caricias en mi cabello que, por las noches, le pertenecía sólo a él. Quise demostrarlo, de cualquier modo que fuera necesario, y por eso crucé la línea que nos dividía. Acerqué mi rostro al suyo pero no recibí esa cercanía, sólo se alejó lentamente, mucho más lento que yo, pero reacio. Lo noté y simplemente dejé de insistir, manteniendo el incómodo silencio que ahora estaba en el ambiente. Largo, tenso igual que sus manos, que no querían soltarse pero tampoco terminar de unirse por completo.

—Chris... —empecé a hablar, lamentándome por tener que decirlo en voz alta— bésame.

—Alex... no debemos.

—¡Hazlo! —ordené, apretando su mano con fuerza. No esperaba más excusas, sólo su cercanía, pero así no la iba a conseguir, sólo lo alejaría de mí lo más rápido posible— sólo... besa mis manos...

Escuche su expresión de asombro y confusión, pero no dije más nada. Si él no quería repetir el privilegio que le había entregado en mi cumpleaños, entonces tendría que entregarme lo que otros hicieron conmigo. Todo con tal de sentir sus labios en mi cuerpo, en cualquier parte de mi cuerpo era válido.

Seguía estremeciéndome, de la misma forma que me sucedió con Guillaume, sólo el miedo de sentir su boca tocar la mía, o el dorso de mi mano tal como hacía ahora. Le pedí que lo hiciera una vez más, y cumplió sin ningún miramiento, repitiendo una tercera vez sin yo pedirlo su beso. Me encantó sentir aquella sensación, esa ligera electricidad que recorría desde la punta de mis dedos hasta mi cuello. Era mejor que cualquier idea que haya tenido sobre ser acariciada. Me solté de sus manos sólo para rodear el cuello con mis brazos, justo en frente de él. Nuestros ojos estaban uno frente al otro, y las miradas se cruzaban constantemente. Pedía a gritos que me besara, así fuese en mi mejilla, no tenía nada que perder con eso, era el mismo beso que le había dado a Karen. Vamos, sólo hazlo, besa mi mejilla.

Como si por casualidad, o por magia se hubiera cumplido, se acercó a mí para besar al lado de mis labios, no tan lejos pero tampoco lo rozaba, sólo estaba cerca. Pude sentir su aliento y la calidez de sus manos sobre las mías. Quise dar un paso adelante, y robarle un beso, era la sensación del momento, nada malo ocurriría, pero antes de dar ese último paso, sólo se alejó.

—Mañana será un día largo... deberías descansar —me dijo, soltando la conexión silenciosa de nuestros cuerpos con sus palabras.

Yo sólo asentí, aferrada al recuerdo de aquel suspiro fugaz que corría en las noches. Su presencia se marchaba en lo que pedí fuera un sueño eterno a su lado, causando ilusiones no para su mente, sino para mi corazón, y cerrando la puerta tras de sí. Abracé mi almohada con la misma fuerza, y suspiré un suave «Quiero más» entre mis sábanas, ocultando mis labios en la almohada para cerrar mis ojos y dormir de una vez, segura de que cuando llegase a necesitar de él, podría esperar sus pasos cruzar mi puerta y sentarse a mi lado, o un día, volver a dormir juntos. Una magia exitosa, aún cuando Rozen no la conociera.

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