Capítulo 8 "Enana"

256 12 0
                                        

- ¡Enana!

Esas cinco letras recorrieron todo mi cuerpo para quedarse dentro de él antes de girarme y verle plantado allí, a unos metros de mí.

Llevaba un polo azul marino de Tommy Hilfiger, unos vaqueros y unas deportivas del mismo color que el polo. Además, llevaba el cuello de este subido y no pude evitar que se me escapara una sonrisilla.

Hugo era un chulo y casi siempre que podía se lo subía, o bien para dar imagen de chico malo que pasa de todo y al que no le importa nada ni nadie, o bien porque desde ese día sabía perfectamente que con ello conseguiría captar todas las miradas.

Sí, también se creía el centro del mundo, y para bien o para mal, el mío giraba alrededor de él.

Había sonado el timbre que daba comienzo al recreo y todos salimos de clase despavoridos.

Mis amigas y yo nos sentamos en un lado del patio y comenzamos a jugar a las casitas, mientras que él jugaba con los demás niños de la clase al fútbol.

Gol, gol, gooool de Cristiano Ronaldo. – Gritaba Hugo tras haber metido uno de sus mejores goles.

Eres buenísimo, tío. – Dijo Carlos, su mejor amigo.

Lo sé. He nacido para jugar al fútbol. – Sonrió mientras se chocaban las manos.

Siguieron pasándose el balón, cuando alguien le puso la zancadilla a Hugo y este se cayó.

Todas nos levantamos al unísono y fuimos corriendo a decírselo a la profesora, que en esos momentos estaba atendiendo a otro niño.

¡Seño, seño! – Empezamos a decir todas a la vez. – Hugo se ha caído.

María se levantó rápidamente de la silla en la que estaba sentada y fue a ver lo que había pasado.

- ¿Qué ha pasado aquí? – Preguntó poniendo los brazos en jarras.

Nada. – Respondió Hugo mientras se ponía de pie y observaba el corro que se había formado a su alrededor.

¿Cómo que nada? Pero si tienes la rodilla llena de sangre.

Me…me he tropezado con el balón y me he caído.

Todos nos quedamos boquiabiertos al escucharlo, ya que sabíamos que esa no era la verdad.

Anda, espérate aquí sentado que voy a por el botiquín para curarte.

Nosotras continuamos mirándole, pero ya no era porque había preferido no culpar a su compañero, sino porque el cuello del polo del uniforme que llevaba se le había subido ligeramente hacia arriba y le quedaba tremendamente bien.

- ¿Os gusta? – Preguntó al haberse percatado de que nuestras miradas apuntaban hacia él.

- Sí… - Conseguimos pronunciar.

- En ese caso me lo dejaré así, pero no me sigáis mirando que si no los demás me van a terminar teniendo envidia. – Rió. Y nosotras también reímos con él.

Entonces tenía sólo seis añitos, pero ya era el chico más guapo de la clase y nos tenía a todas locas, quizá por su carita de niño bueno y malo a la vez, o tal vez por esa forma de provocar que sólo él tenía.

Corrí hacia él y lo abracé con fuerza. Él hizo lo mismo rodeándome por la cintura y buscó mi oído.

- No sabía que tenías tantas ganas de verme, eh. – Susurró.

Estaba convencida de que sí que lo sabía, pero decidí seguirle el juego.

- Claro, porque no las tengo. – Me separé ligeramente de él.

- Ah, ¿no? Y entonces, ¿por qué te has lanzado a mis brazos nada más verme?

"Joder, no sabía cómo lo hacía, pero siempre encontraba la manera de dejarme sin palabras."

- Pues…porque me apetecía darle un abrazo al mejor hermanito del mundo. – Sonreí.

Nos mantuvimos las miradas hasta que la voz de mi madre rompió el momento.

"Tan inoportuna como siempre."

- Marina, no tardes, que los abuelos nos están esperando para comer.

- Vale, ¡ya voy, mamá!

- Tengo que irme… - Dije aun sabiendo que quería seguir allí, con él.

- Está bien. Vendrás a animarme al partido de esta tarde, ¿no?

- ¿Tú qué crees?

- Que…por nada del mundo te perderías el golazo que le voy a dedicar a la persona que más saco de quicio de este planeta. – Respondió guiñándome un ojo.

Reí.

- Hasta luego, flipado.

- Adiós, enana.

Una sonrisa se reflejó en mi rostro en cuanto le vi darse la vuelta.

Me encantaba que me llamara así, porque lo hacía para que supiera que era su pequeña y eso me hacía sentir la persona más grande del mundo.

Me marché dando saltos de alegría, porque estaba feliz, y es que con Hugo era imposible no estarlo.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora