Al verme llegar, Ángeles me abrazó como si de su propia hija se tratara, pues era consciente de lo mucho que Hugo significaba para mí, y fue justo entonces cuando toda la desesperación acumulada empezó a salir en forma de lágrimas que brotaban de mis ojos.
- No llores, pequeña. – Dijo ella al separarse ligeramente de mí.
- ¿Dónde está? – Pregunté intentando retener las gotas de agua saladas que seguían resbalando por mi mejilla.
- Dentro. Le han subido hace un rato de la Unidad de Cuidados Intensivos, y están a punto de bajarle para hacerle más pruebas.
- Déjame pasar, por favor. Necesito verle.
- Está bien, pero sólo cinco minutos, el tiempo en que terminamos de hablar con la enfermera.
Entré en la habitación cerrando la puerta tras de mí. Hugo estaba despierto y tenía la mirada fija en el techo, pero la desvió hacia mí en cuanto escuchó el ruido que la puerta hizo al cerrarse.
Me acerqué hasta él y comencé a acariciarle el rostro, dejando que mis dedos se deslizaran despacio por su cara, recorriendo cada una de sus facciones. Una lágrima volvió a salir hasta posarse en el camisón blanco que llevaba puesto.
- Hey enana, pero ¿por qué lloras?
- Porque no quiero perderte, Hugo. Porque no quiero que te pase nada malo. – Conseguí decir mientras me sumergía en ese mar inmenso que empezaba a formarse poco a poco.
- Pero no llores por eso, que a mí no me va a pasar nada. Estoy perfectamente y, si no, mírame. - Se incorporó y se sentó en la camilla.
-Ya claro, y por eso estás aquí, rodeado de cables por todos lados y con una bolsa de suero encima de la cabeza.
- ¿Quieres saber por qué estoy aquí?
- ¿Por qué?
- Porque una chica morena, de media altura y con el pelo largo, estaba empezando a ponerse celosa al ver que no era la única que estaba de pie en esas gradas animándome, y no me ha quedado otra que simular un desmayo para poder quedarme a solas con ella y decirle que es la mejor hermanita del mundo. – Dijo sonriendo.
Reí al saber que con esa chica se refería a mí, y consiguió que me tranquilizara un poco y mi ritmo cardíaco disminuyese lentamente.
- Oye Marina, escúchame. – Dijo secándome las últimas lágrimas que se deslizaban por mi cara, y cogiendo mi mano que seguía posada en su rostro para apretarla fuertemente entre sus dedos. – Yo nunca voy a separarme de ti, ¿me oyes? Nunca. No voy a dejarte sola, porque hacen falta muchas más camillas, mareos y tubos para acabar conmigo, para acabar con el chico más vacilón, idiota y creído de todo el planeta. – Sonrió. – Además, bicho malo nunca muere, ¿no?
- ¿Me lo prometes?
- Te lo juro.
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No te olvido.
Novela JuvenilÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...