Capítulo 21 "Te lo juro"

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Al verme llegar, Ángeles me abrazó como si de su propia hija se tratara, pues era consciente de lo mucho que Hugo significaba para mí, y fue justo entonces cuando toda la desesperación acumulada empezó a salir en forma de lágrimas que brotaban de mis ojos.

No llores, pequeña. – Dijo ella al separarse ligeramente de mí.

¿Dónde está? – Pregunté intentando retener las gotas de agua saladas que seguían resbalando por mi mejilla.

Dentro. Le han subido hace un rato de la Unidad de Cuidados Intensivos, y están a punto de bajarle para hacerle más pruebas.

Déjame pasar, por favor. Necesito verle.

Está bien, pero sólo cinco minutos, el tiempo en que terminamos de hablar con la enfermera.

Entré en la habitación cerrando la puerta tras de mí. Hugo estaba despierto y tenía la mirada fija en el techo, pero la desvió hacia mí en cuanto escuchó el ruido que la puerta hizo al cerrarse.

Me acerqué hasta él y comencé a acariciarle el rostro, dejando que mis dedos se deslizaran despacio por su cara, recorriendo cada una de sus facciones. Una lágrima volvió a salir hasta posarse en el camisón blanco que llevaba puesto.

Hey enana, pero ¿por qué lloras?

Porque no quiero perderte, Hugo. Porque no quiero que te pase nada malo. – Conseguí decir mientras me sumergía en ese mar inmenso que empezaba a formarse poco a poco.

Pero no llores por eso, que a mí no me va a pasar nada. Estoy perfectamente y, si no, mírame. - Se incorporó y se sentó en la camilla.

-Ya claro, y por eso estás aquí, rodeado de cables por todos lados y con una bolsa de suero encima de la cabeza.

¿Quieres saber por qué estoy aquí?

¿Por qué?

Porque una chica morena, de media altura y con el pelo largo, estaba empezando a ponerse celosa al ver que no era la única que estaba de pie en esas gradas animándome, y no me ha quedado otra que simular un desmayo para poder quedarme a solas con ella y decirle que es la mejor hermanita del mundo. – Dijo sonriendo.

Reí al saber que con esa chica se refería a mí, y consiguió que me tranquilizara un poco y mi ritmo cardíaco disminuyese lentamente.

Oye Marina, escúchame. – Dijo secándome las últimas lágrimas que se deslizaban por mi cara, y cogiendo mi mano que seguía posada en su rostro para apretarla fuertemente entre sus dedos. – Yo nunca voy a separarme de ti, ¿me oyes? Nunca. No voy a dejarte sola, porque hacen falta muchas más camillas, mareos y tubos para acabar conmigo, para acabar con el chico más vacilón, idiota y creído de todo el planeta. – Sonrió. – Además, bicho malo nunca muere, ¿no?

¿Me lo prometes?

Te lo juro.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora