Me levanté de la cama pensando todavía en él y en la capacidad que tenía para hacerme sonreír con tan solo un mensaje.
Su cumpleaños había sido hace un día, y al siguiente los amigos del pueblo siempre le preparábamos otro sorpresa para celebrarlo también junto a él.
Como todos los años, a mí me tocó la labor de comprar el regalo, ya que era la persona que mejor lo conocía y sabía perfectamente lo que le gustaba y lo que no, así que me dispuse a ducharme antes de iniciar mi tarea.
Entré en el cuarto de baño, puse en marcha el reproductor de música del móvil, me desnudé y me metí en la bañera. El agua comenzó a correr por todo mi cuerpo. Ni muy caliente, ni muy fría, a la temperatura ideal para una mañana cálida de otoño.
La música comenzó a sonar mientras yo cantaba al ritmo de ella.
Toma mi presente, mi futuro incierto, y que el mundo nos recuerde por soñar despiertos.
Se trataba de Mira dentro, una de las muchas canciones que me encantan de Maldita Nerea.
Sucediéndola a esta vinieron otras como Temblando, de Antonio Orozco o Palabras, de Amaia Montero. Y es que cantar en la ducha es uno de los muchos placeres que hay en la vida, porque te hace sentir libre, te hace sentir bien.
Cerré el grifo del agua una vez que me hube enjuagado y puse los pies sobre la alfombrilla que había en el suelo. Miré por todos lados antes de que mis presentimientos empezasen a ser ciertos.
“Mierda…siempre me pasa lo mismo” - Dije para mí.
- ¡Mamá! – Grité para que pudiese oírme.
- Marina, no des voces, no somos los únicos que vivimos en el edificio.
“Mi madre tan simpática como siempre” - Ironicé.
- ¿Me puedes traer la toalla? Es que se me ha olvidado.
- ¡¿Otra vez?!
- Sí…
- Toma, anda. – Dijo mientras me la pasaba por la puerta. – Hay que ver lo despistada que eres, ¿eh?
- Ya…es que escucho demasiado a Despistaos. – Reí.
Pero eso por suerte no pudo oírlo, porque de haber sido así habría puesto una mueca de ¿qué? y yo habría tenido que explicarle el chiste tan magnífico que me acababa de salir. De hecho, casi nadie pilla los chistes que yo hago, otras muchas personas me dicen cosas como “Ay, qué tonta eres” o “Que alguien le pegue, por favor” y la mayoría de las veces me termino riendo sola, pero ¿qué mejor que sonreírle a la vida?
Salí del baño con la toalla liada, cogí un pantalón de chándal, la camiseta de Roxy, las Adidas y me vestí. Solo iría a comprar el regalo, así que tampoco hacía falta que me arreglara tanto.
Cogí el monedero, las RayBan, las llaves de casa, me despedí de mis padres y salí.
- ¡Buenos días, Fran! – Saludé alegremente al portero mientras cruzaba el portal.
- ¡Que pase un buen día! – Apenas le dio tiempo a decir porque yo ya estaba en la calle.
Había bastantes sitios a donde ir y, tras un debate interno, al final me decidí por el Alcampo, un centro comercial bastante grande que no estaba muy lejos de mi casa.
Comencé a caminar, pero no había dado más de siete pasos cuando tuve que pararme en seco. Lo que vi o, mejor dicho, a quien vi al final de la calle hizo que me plantease si seguir por esa acera o cambiarme a la de al lado.
ESTÁS LEYENDO
No te olvido.
Teen FictionÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...