Terminé de comer, dejé el plato sucio en el fregadero y la silla en su sitio.
- Mamá, me voy.
- ¿Ya? ¿Tan pronto? Espérate un poquito a que terminemos también nosotros.
“Qué paciente era mi madre cuando quería” – Pensé.
- Es que tengo prisa. Tenemos que preparar todo para el cumple de Hugo. – Dije mientras abría la puerta para salir.
- Está bien, entonces luego te vemos. – Mencionó sin saber que luego lo más probable es que tampoco me viesen porque iría a ver el partido.
No me gustaba que mis padres estuviesen a cada segundo pendiente de mí. Es verdad que era la única hija que tenían y no podían centrar su atención en nadie más, pero eso también hacía que yo me agobiara y en más de una ocasión me llevase a contestarles de mala manera. Y aunque luego siempre me acabara arrepintiendo, la discusión no la quitaba nadie.
Abrí la puerta y me dirigí hacia el cuarto de baño para lavarme los dientes.
Tanto mi padre como mi madre eran del mismo sitio, así que eso era una ventaja porque de entre todas las casas que formaban el pueblo, dos de ellas eran nuestras. Además, estaban prácticamente al lado, por lo que facilitaba que pudiese moverme de una a otra sin necesidad de andar mucho.
Estaba a punto de entrar en mi habitación cuando escuché una melodía sonar desde el móvil. La voz de Dvicio cantando Justo Ahora era imposible que pasara inadvertida.
Pude ver que se trataba de Lucía, una de mis mejores amigas, que llevaba conmigo desde que empezamos en infantil. No era del pueblo, pero había venido por el cumpleaños.
Siempre que se hablaba de fiesta ahí estaba ella, y si se trataba de la fiesta del mejor amigo de su hermano y del chico más revolucionario en todos los sentidos de todo el instituto, más todavía.
Deslicé mi dedo hacia la izquierda de la pantalla para coger la llamada.
- Ha contactado con el buzón de voz de “La Preciosa”. Deje su mensaje después de oír la señal. – Dije nada más descolgar.
Una risa se escuchó al otro lado de la línea.
- Tú eres tonta. ¿Has comido ya o has estado dando clases sobre cómo imitar a un contestador? – Rió.
- Me quedo con la primera opción. ¿Y tú?
- Sí, yo también acabo de terminar de almorzar.
- Entonces, ¿quedamos dentro de dos horas para ir a comprar las cosas?
- Vale, me parece bien. En la puerta de la tienda como siempre, ¿no?
- Exacto. No te vayas a quedar dormida, que ya nos conocemos. – Dije intentando hacerle enfadar.
- No te preocupes, ¡estaré allí hasta cinco minutos antes!
- Yo estaré diez. – Solté una carcajada. - ¡Hasta luego!
- Adiós, Marinita. – Colgó.
Yo hice lo mismo y miré la hora antes de poner a cargar el móvil.
Eran las tres de la tarde y hasta las cinco no tendría que ir, así que decidí echarme una siesta. No es que me gustasen mucho, por no decir nada, pero sabía que la necesitaba si quería que mi cuerpo aguantase toda la noche, porque yo todavía no lo sabía, pero iba a ser larga, la noche más larga de mi vida.
Metí las manos debajo de la almohada, cerré los ojos y dejé que los sueños me atraparan.
Unos sueños que, a la larga, se podían hacer realidad o no, unos sueños que tenían dueño desde hacía tiempo, unos sueños que bien aparecen reflejados en aquella frase de Calderón de la Barca: “La vida es sueño, y los sueños, sueños son.”
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No te olvido.
Teen FictionÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...