Capítulo 16 "Cuando una mirada dice más que mil palabras"

173 7 0
                                    

El primer tiempo llegó a su fin y cada equipo se dirigió a sus respectivos banquillos para charlar con su entrenador y atender a las tácticas previstas para la segunda parte.

- Son los mejores. – Dijo Lucía esbozando una sonrisa.

- No lo digas muy alto no vaya a ser que uno de los jugadores empiece a fliparse… - Reí.

Ella también lo hizo al saber perfectamente a quién me refería.

- Sabes que te encanta que se flipe. – Me miró sonriendo.

- No me hagas darte la razón. – Sonreí yo también.

Me costaba mucho darle la razón a la gente, y no porque estuviese en crisis, sino porque estaba obsesionada con que yo siempre tenía que llevarla y mi orgullo no me permitía pensar en otra cosa, pero en aquella ocasión sabía que Lucía la llevaba, y de sobra.

Y es que yo siempre había pensado que quien se lo tiene demasiado creído es además de porque quiere, porque puede, y Hugo me había dado la comprobación a aquel pensamiento.

Tras beber agua y tomar las últimas decisiones, los jugadores cambiaron de lado y se colocaron en sus posiciones anteriores.

El equipo de Aitor había hecho un par de sustituciones para intentar darle la vuelta a un partido que se les ponía cada vez más cuesta arriba, mientras que los nuestros seguían manteniéndose como al principio.

El balón comenzó a correr por el campo mientras el equipo de Hugo se veía tranquilo gracias a la ventaja que éste les había dado en los primeros cuarenta y cinco minutos, pero la tranquilidad no siempre es sinónimo de comodidad y relajación, y un tiro lejano acabó colándose en la portería pillando desprevenida a la defensa.

-  Joder… - Dije entre dientes.

- Bah, es sólo un gol, seguro que no les afecta para nada y siguen jugando igual de bien como hasta ahora. – Me animó Lucía.

Hugo daba instrucciones a los chicos mientas sacaba el balón de la portería y volvía a colocarlo en el punto central. No estaba nervioso, ya que era muy seguro de sí mismo, y esa seguridad conseguía transmitírsela a todo su equipo. Esa era una de las muchas razones por las que llevaba un brazalete con una “C” dibujada en el hombro derecho.

El silbato del árbitro volvió a sonar y todas las miradas volvieron a dirigirse hacia aquella bola blanca de cuero, esperando a que volviera a deleitarles de la manera más sorprendente posible.

Todas las miradas excepto la mía, que estaba pendiente de ese chico de catorce años que no dejaba de correr tratando de provocar otra ocasión, pero cuyas muestras de cansancio también empezaban a ser notables, y si no pedía el cambio, estaba convencida de que todo aquello podía acabar muy mal.

Apenas quedaban cinco minutos para el final cuando el balón volvió a colarse dentro de la portería que defendía el equipo capitaneado por Hugo.

- Hey, chavales. – Dijo Hugo al saber que los suyos se empezarían a derrumbar de un momento a otro. – Todavía no está todo perdido, de hecho, nos acaban de empatar, sí, pero ¿y qué? Nosotros sabemos mejor que nadie que un partido dura noventa minutos y que cada uno de ellos cuenta, así que no podemos tirar la toalla aún, no hasta que escuchemos el último pitido. ¿Entendido?

- ¡Sí, capitán! – Respondieron todos a la vez.

Hugo era muy competitivo, y no se rendía fácilmente. Era fuerte (además de estar cachas, claro) y no dejaba que nadie se diese por vencido, no hasta haber agotado la última opción, por eso tenía claro que esa vez tampoco lo haría, pero estaba agotado y si no paraba, no lograría mantenerse en pie mucho más.

Le guiñó un ojo a Carlos, seguidamente dirigió la vista hacia donde se encontraba su entrenador buscando un gesto de aprobación y por último me miró a mí. Sabía perfectamente lo que iba a hacer, al igual que sabía que nada podría detenerlo.

Porque hay veces en las que una mirada dice más que mil palabras y, en ese momento, sus ojos marrones me lo dijeron todo sin ni siquiera pronunciar nada.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora