Capítulo 1 "Quien no arriesga, no gana"

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Caminé hacia el parque que había justo en frente de su casa y me senté en el mismo banco de siempre. Habían pasado ya dos semanas desde que vimos aquella película, desde que Marina había decidido no volver a dirigirme la palabra y yo necesitaba saber por qué, porque aquella tarde solo le hice una pregunta…

Entramos entusiasmadas porque era la primera vez que asistíamos al estreno de una película, y no de una cualquiera, sino de “Maktub”. Al principio, creímos que se trataría de una de esas películas aburridas en las que tienes que estar pendiente de otra cosa para no acabar dormida (y es que el título tampoco apuntaba a pensar mucho más), pero no fue así ni mucho menos.

Sacamos las entradas, compramos el menú de palomitas medianas y acudimos a la sala número 10.

Marina, nuestros asientos no son esos, son los de la fila de abajo. – Dije al ver que se estaba equivocando de sitio.

-  Ya, ya lo sé. Pero prefiero sentarme en estos porque desde aquí se ve muchísimo mejor. – Dijo haciéndome un gesto para que subiera hasta donde estaba ella.

Y si vienen los ocupantes, ¿qué hacemos?

Tendremos que decirles que se han equivocado. – Respondió con una sonrisa.

Solté una carcajada.

- Estás loca. – Dije mientras me acomodaba en el sitio de al lado.

Sin locura no hay felicidad, ¿no? – Dijo mirándome y antes de que comenzara a reproducirse la escena en la gran pantalla.

Al terminar la película, la miré y vi que estaba empapada en lágrimas.

Marina, oye, ¿qué pasa? – Pregunté mientras tocaba su mano para intentar tranquilizarla.

Pero ella no respondió, cogió sus cosas y salió disparada hacia afuera. Yo hice lo mismo en cuanto la vi marcharse, pero cuando llegué ya era demasiado tarde, se había ido.

Miles de preguntas empezaron a abordar mi mente, ya que la película había sido un peliculón, sí, pero uno de esos que solo te afectan y hacen que acabes llorando cuando has vivido una situación parecida, y que yo supiera, ella no había perdido a nadie a una edad tan temprana.

Desde aquel día, no había vuelto a saber nada más de ella, y eso me dolía porque aunque no hubiéramos estado juntas desde pequeñas, la conocía lo suficiente y podía considerarla como a una verdadera amiga, de las que quedan pocas.

Por ese motivo, hoy estaba dispuesta a encontrar la respuesta que no me quiso dar ese día, aunque ello supusiera que dejara de hablarme para siempre. De todas formas, ya lo hacía, así que no tenía nada que perder.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora