Capítulo 40 "Imposible olvidar"

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Aparcamos al lado de otros tantos vehículos que habían ido para despedirse también de él, al igual que nosotros.

Nos bajamos del coche y lo primero que hicimos fue dirigirnos hasta donde se encontraban Ángeles y su marido para darles el correspondido pésame.

- Lo siento mucho, de verdad. – Dije acercándome a la madre de Hugo.

- Lo sé, Marina. Él también te quería.

Su mirada perdida y su rostro pálido me confirmaron que estaba igual de destrozada que yo.

Nunca se estaba preparado para una cosa así, y la muerte de Hugo fue un acontecimiento tan inesperado para todos, que nos cogió de improviso y no supimos cómo afrontarla. Sin duda, tardaría en sobreponerse, y si es que lo conseguía, porque la muerte de un hijo es una de las cosas más terribles que le pueden llegar a pasar a una madre en la vida.

Su padre sujetaba el ataúd junto a tres hombres más y el cura iba delante, presidiendo aquel desfile de almas vestidas de negro y corazones que estarían de luto durante mucho tiempo.

Al llegar al lugar en el que descansaría eternamente, depositaron su cuerpo en el sitio correspondiente. Todos los presentes nos situamos alrededor de éste con el sacerdote situado delante de él, dispuesto a decir las palabras que se dicen en esos casos, como si quisiera hacernos confirmar nuevamente que Hugo nunca más volvería.

Observé a mi alrededor y pude ver a Lucía y a Carlos, que también estaban allí presentes, pero no me acerqué a compartir mi dolor con ellos, no era el momento.

En el fondo, no es tan importante que la vida sea corta o larga, lo que verdaderamente importa, es ser feliz en el camino, y yo estoy convencido de que Hugo lo fue, y que hizo pasar buenos momentos a la gente que quería.

No es tan importante la duración de la vida, amigos, porque al final, todos desembocamos en el mismo río, y la muerte, sólo es el puente que nos ayuda a llegar a la otra orilla.

Nuestro joven amigo ya lo cruzó, y nos espera al otro lado.

Descansa en paz.

Al terminar de escuchar las palabras dichas por el cura, cada persona fue acercándose al lugar donde Hugo había empezado ya a formar parte de ese letargo que duraría para siempre, para depositar una rosa roja. Esa rosa era símbolo de cariño, afecto y dolor por la pérdida de un ser querido, de un chico que me dejó tantos momentos para recordar que ahora sería imposible olvidar.

Besé los pétalos que formaban la flor y la lancé, como anteriormente los demás habían hecho.

Ese era el momento, debía de decir algo, tenía que despedirme de él.

- Yo… - Comencé a titubear. - …fui la persona que lo vi por última vez y…

Pero no pude continuar, los recuerdos comenzaron a invadirme y las palabras que subían por mi garganta entrecortadas dejaron de ascender para dejar paso a un mar de lágrimas en el que ahora me estaba ahogando, y no quería que nadie que no fuera él me salvara.

Salí corriendo de allí dejándoles a todos estupefactos. Necesitaba estar sola, necesitaba alejarme de todo y de todos.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora