Al entrar por la puerta, vi a mis abuelos sentados en sus respectivos sillones.
- ¡Abuelita! – Dije mientras caminaba hacia donde se encontraba.
- ¡Hija mía! Ay, qué alegría me da que estés aquí de nuevo. – Le di dos besos y la abracé. – Si es que nos das la vida.
- Y yo estoy muy orgullosa de que sea así. – Sonreí mientras me dirigía a saludar a mi abuelo.
- Espera, espera… - Dijo mi abuela cuando ya me disponía a darle dos besos también a él. - ¿Sabes quién es?
Sabía que quería “ponerle a prueba” a mi abuelo, ya que él estaba pasando por una situación difícil: tenía principios de Alzheimer.
- Claro que sé quién es. Es la hija de Lucas. – Respondió convencido.
La respuesta me dejó inmóvil, sin saber cómo reaccionar, ya que Lucas era uno de los muchos primos que tenía mi padre. Por suerte, mi abuela me salvó de aquella situación.
- No, por dios, la hija de Lucas, dice. – Rió. – Es Marina, tu nieta. Perdónale hija mía, que ya uno tiene la cabeza como la tiene. – Sonrió.
- No pasa nada. – Dije agachándome para darle un beso.
Me senté en uno de los muchos sofás que había en el salón intentando digerir el momento que acababa de pasar. Pero en lugar de eso, volví a recordar…
- Marina, la abuela está muy mal y voy a ir a verla, ¿quieres venir? – Preguntó mi padre al verme en mi habitación.
- Claro. Me cambio y vamos, ¿vale?
- Vale, te espero en la puerta.
Hacía bastante tiempo que no estaba en un hospital, pero estar rodeada de médicos con batas blancas que caminaban con rapidez por los pasillos no causó ningún efecto nuevo en mí, pues tampoco era la primera vez que los veía.
Al llegar a la habitación en la que se encontraba, pude verla tumbada y cubierta por alguna que otra manta.
Mi padre se situó al lado de ella y empezó a hablarle.
- Mamá, soy yo, tu hijo.
Pero ella no decía nada, tan sólo se limitaba a mirarle.
- ¿Te han dado de comer? ¿Quieres agua?
Intentó hacer un esfuerzo por negar con la cabeza y lo consiguió, pero estaba muy mal, apenas le quedaban fuerzas y mi padre hacía tiempo que lo sabía, hacía tiempo que había asimilado que ese momento no tardaría en llegar.
Me acerqué hasta donde estaba, me sujeté fuertemente a la cama en la que se encontraba y la miré, la miré sabiendo que esa podía ser la última vez que lo hiciera, intentando transmitirle que yo estaba allí, aunque ella ya no me reconociera.
Me acerqué hasta su mejilla y la besé fuertemente.
Esa fue la última vez que la vi, y a partir de ese día supe que aunque ella no me recordara, yo nunca dejaría de hacerlo, yo me acordaría siempre de ella.
Y ahora mi abuelo estaba pasando por lo mismo, por eso no pude evitar sentir dolor, dolor al saber que mi abuelo me estaba empezando a olvidar, pero a la misma vez rabia, rabia porque una puta enfermedad llamada Alzheimer pudiese acabar con la vida de una persona de la forma más lenta posible, consumiendo todo su ser poco a poco hasta dejarlo en la nada.
Siempre me dijeron que yo era su ojito derecho y, sentada allí, supe que pasara lo que pasara a partir de entonces, él también lo sería para mí.
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No te olvido.
Teen FictionÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...