Capítulo 13 "No me guiñes el ojo que me enamoro"

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Comenzamos a bajar la cuesta que llevaba hasta el campo cuando los vimos parados en frente de  la puerta que daba entrada a él.

- ¡Hugo, Carlos! – Dijimos las dos al unísono.

Éstos se giraron al escuchar nuestras inconfundibles voces.

- Bueno…pero si han venido nuestras fans número uno a vernos. – Dijo Hugo guiñándome un ojo y haciéndole sonreír a Carlos.

Me encantaba que hiciera eso. Bueno, en realidad me encantaba todo lo que tuviera que ver con él, pero que me guiñara el ojo hacía que me sintiera segura, protegida aun sin estar entre sus brazos. Aunque ese era un gesto que prácticamente todas las chicas sabíamos, ya que formaba parte de su manera de conquistar.

Llevaba unas Carrera, que se quitó al vernos llegar, una camiseta pegada que marcaba perfectamente la línea de cada uno de sus abdominales, un pantalón corto de chándal que dejaba a la vista sus piernas bien formadas y unas deportivas.

Era cierto que sólo tenía catorce años y que la mayoría de chicos de su edad estaban todavía en proceso de tener el cuerpo que casi ya tenía él, pero Hugo llevaba jugando al fútbol desde que era pequeño y eso le había ayudado bastante.

En definitiva, aunque dicen que nada es imposible, no perderse en su figura sí lo era.

Salí de mi ensimismamiento cuando me lo encontré frente a mí. Lucía había ido con su hermano.

- Entonces, ¿has venido a animarme?

- ¿Tú qué crees?

- Puf, pues no sé, porque como no veo las pancartas ni el cartelito por ningún lado… - Dijo vacilonamente.

- Idiota. – Dije entre risas.

Él también sonrió, pero de una forma pícara.

- ¡Huguito! – Se acercó Lucía con su hermano detrás.

- ¡Hey! ¿Qué tal estás, levanta dedos?

Lucía estaba casi siempre con el dedo levantado en clase, de ahí que Hugo hubiera cogido esa forma cariñosa de llamarle. Ella tampoco se libraba.

- Chicos, vamos entrando ya. – Dijo su entrenador mientras buscaba la llave que abría la puerta de los vestuarios.

- Ya vamos, míster. – Respondió Carlos.

- ¿No nos vais a desear suerte antes de irnos? – Preguntó Hugo.

- No la necesitaréis. – Sonreímos las dos.

- ¿Con este matado? Fijo que sí, eh. – Dijo Hugo pasándole un brazo por encima del hombro a Carlos.

- ¿Con este flojo? Dudo mucho que lleguemos a la media hora de partido. – Contestó Carlos alborotándole el pelo a Hugo.

Y los dos se alejaron a cambiarse mientras se intercambiaban palabras forjadas a través de una amistad surgida hacía ya tiempo, porque ellos también eran colegas de toda la vida.

Nosotras también nos fuimos a las gradas a coger el mejor sitio.

Para tratarse de un partido amistoso, éstas estaban llenas de gente, tanto de un equipo como del otro, y cómo no, tampoco podían faltar las seguidoras de Hugo, que no se habían perdido casi ningún partido que había jugado y que todavía esperaban a que éste les dedicara alguno de sus goles. Pero podían esperar sentadas, y nunca mejor dicho.

Los jugadores salieron a la pista y se colocaron en sus respectivas posiciones. Ambos capitanes, Hugo y Aitor, el que llevaba el banderín en el equipo rival, se dieron la mano cordialmente y volvieron a sus mitades correspondientes.

El árbitro se colocó al lado del círculo central. El partido estaba a punto de comenzar.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora