Capítulo 24 "Dando la nota"

139 10 2
                                    

La casa de Lucía no se encontraba muy lejos de la mía, tan solo unas calles más abajo.

“En un pueblo pequeño, todo son ventajas” - Pensé.

Bueno, todo menos que allí todo el mundo conocía a todo el mundo, y era prácticamente imposible pasar desapercibida.

- Pintaarse la caaraa coloor esperaanza, tentar al futuroo con el coraazón. – Empecé a cantar cuando me encontré delante de la puerta de su casa.

Carlos se asomó por la ventana al escuchar el cante que provenía de la calle. Llevaba únicamente una toalla liada a la cintura, ya que probablemente acabara de salir de la ducha.

No tenía mal cuerpo, sin embargo, el de Hugo estaba muchísimo mejor.

Se me cruzó por la cabeza la imagen que había presenciado hacía apenas unas horas: él, sin camiseta. No es que hubiese sido la primera vez que lo había visto sin ella, pero cada vez que eso ocurría me podía pasar rememorando la escena un día entero, y cada vez tenía más claro que a Hugo de mayor le llamarían para ser portada de alguna revista de ropa interior.

- ¿Vienes en busca de mi hermana? – Preguntó alzando la voz para que le escuchara.

- Sí, ¿está ya lista?

- Le queda un poco, ¡ahora miso baja!

- Vale, aquí la espero. – Dije mientras observaba cómo apartaba la cabeza y volvía a meterse dentro.

Ese “ahora mismo” se hizo de esperar porque tuvieron que pasar diez minutos hasta que la vi aparecer por la puerta.

- Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera. – Comenzó a cantar Lucía mientras salía con su hermano detrás de ella.

- ¿Me has oído cantar? 

- Yo creo que la pregunta es más bien: ¿Cómo que no me has oído cantar?

Ambas reímos. La verdad es que tenía razón, era muy complicado no escucharme cuando me ponía a cantar, y más si lo hacía por mitad de la calle. Era como ella me había dicho en más de una ocasión: “Siempre vas dando el cante.”

- Llevas el regalo, ¿no? – Preguntó Lucía.

- Sí, aquí lo tengo. – Dije mostrándole la bolsa en la que se encontraba la caja con las botas de fútbol.

- Muy bien, porque con lo despistada que tú eres… ¡Ya me creía que se te había olvidado!

- Bueno, tú tampoco hables mucho que eres otra despistada mucho mayor… - Dijo Carlos uniéndose a la conversación.

- Y una tardona. – Señalicé yo.

Lucía nos miró a los dos con mala cara y empezó a aligerar el paso para intentar alejarse de nosotros. Le dirigí una mirada cómplice a Carlos y los dos salimos corriendo para intentar alcanzarla.

- ¡Espera, despistada – tardona! – Gritamos los dos.

Al llegar junto a ella, seguimos caminando en silencio hasta que por fin llegamos al almacén.

Éste era bastante grande y allí solían celebrarse multitud de eventos durante las fiestas, se representaban escenas teatrales en las que actuábamos los propios niños del pueblo, e incluso había servido para celebrar nuestros cumpleaños alguna que otra vez, como había pasado en esa ocasión.

Entramos por la puerta principal sintiendo el bullicio de la gente que ya había dentro y yo, que fui la última en pasar, cerré la puerta tras de mí.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora