Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Llevaba demasiado tiempo sintiendo el asfalto mojado, pero no me importaba porque Hugo seguía allí, conmigo, aunque no por mucho tiempo.
Uno de los policías me cogió en brazos separándome de él. No opuse resistencia, y no porque no quisiera, sino porque no podía, no me quedaban fuerzas porque se las había llevado él, consigo, en cada grito ahogado, en cada lamento perdido, en cada sollozo asfixiado.
Los médicos depositaron el cuerpo de Hugo en una bolsa negra de plástico, la cerraron y lo metieron dentro de la ambulancia.
Yo seguía sentada en la carretera. Escuché cómo uno de los policías le decía a otro que el accidente había ocurrido porque según la versión de Pablo, iban haciendo el loco, puso la moto a caballito y perdió el control en la curva. A éste no le pasó nada, la peor parte se la llevó él.
Él, que sólo tenía catorce años; él, que no tuvo culpa de nada.
Maldije al destino por ser tan hijo de puta, pero ni siquiera pude acercarme a Pablo para recriminarle nada, ya que con eso no conseguiría que Hugo volviera.
La lluvia seguía cayendo sobre mí, calando todos y cada uno de mis huesos. Estaba empapada, pero no pensaba abandonar ese lugar, no quería despedirme de él.
Me acordé de la canción de Maldita Nerea, Adiós, pero en mi cabeza sólo se escuchaba la parte final de ésta, la que en esos momentos podía describir todo lo que en mi interior estaba empezando a romperse en pedazos, unos pedazos que nunca podría llegar a arreglar.
Lo que la lluvia nos enseña, lo que nadie puede escribir, lo que se escucha cuando tiemblas, lo que te acercará hasta mí.
Igual que entonces será siempre, lo que dejaste sigue ahí. Todos los sitios, los diciembres, están donde los escondí.
Las cosas pierden su sentido, si no me llevan hasta ti, y no te miento cuando digo que tu mirada sigue aquí.
Que algunas noches me recuerdes, que no me dejes de sentir.
Yo andaré cerca por si vuelves, por si vuelves esas palabras a decir, esas palabras a decir.
Lo que nadie puede escribir, lo que se escucha cuando tiemblas, lo que te acercará hasta mí…
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No te olvido.
Teen FictionÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...