Salimos del almacén con las luces de las diferentes farolas que adornaban la calle ya encendidas y el cielo negro sobre nosotros. Tras haber saboreado las diferentes porciones del pastel que Ángeles nos repartió, acordamos que ya había llegado la hora de irnos.
La mayoría de los invitados se habían marchado ya, y únicamente quedamos sus padres y los cuatro de siempre. “Los Cuatro Fantásticos” nos pudimos haber llamado.
- Bueno, nosotros también nos vamos ya. – Espetó Lucía.
- ¿Ya? ¿Tan pronto? – Dije viendo que el reloj todavía marcaba las once de la noche.
- Sí, mis padres, que quieren madrugar para volver mañana temprano a la ciudad y nos arrastran a nosotros con ellos. – Dijo poniendo una mueca de disgusto.
- Bueno, entonces nos vemos el lunes en clase, ¿no?
- ¡No lo dudes!
Nos dimos dos besos y un abrazo y comenzó a caminar junto con su hermano, que también se había despedido de nosotros, calle abajo.
- Hugo, papá y yo también nos vamos. No os recojáis muy tarde, ¿vale?
- Sí mamá, no te preocupes, que te llevaré churros calentitos con chocolate cuando llegue a casa. – Bromeó.
- Qué gracioso te pones cuando quieres, ¿eh? – Comentó su madre.
- No te preocupes Ángeles, que le tendré controlado. – Dije mirando a Hugo con una sonrisa.
- Confío en ti, que de mi hijo no me fío ni un pelo.
Las dos reímos y minutos después, ellos también se marcharon hacia su casa.
- Y, ¿ahora qué hacemos?
- Ven, que te voy a presentar a un colega que hay allí.
Fuimos hacia el parque que se encontraba enfrente del almacén y pude ver a un chico de unos dieciocho años subido en una moto y fumando, y a dos chicas de la misma edad que él aproximadamente, sentadas en un columpio.
- ¡Hey! – Saludó Hugo cuando los tuvimos a unos metros.
- ¿Qué pasa, crack? – El chico de dieciocho años se bajó de la moto, tiró el cigarrillo que hasta ese momento había sostenido entre sus dedos y saludó también a Hugo estrechándole la mano.
- Pues nada, que os hemos visto un tanto aburridos y hemos venido a animar esto.
- Eso está bien. – Rió él. – Mira, te presento a Paula y a Carmen.
- Encantado, yo soy Hugo. – Se acercó a las chicas que ya se habían bajado del columpio para darle dos besos. – Aunque algunas prefieren llamarme: el amor de su vida. - Se giró buscando mi mirada y me guiñó un ojo mientras sonreía torcidamente.
Las dos chicas se quedaron mirando a Hugo de arriba abajo con cara de querer quitarle la ropa allí mismo.
Sí, seguramente todavía no se habrían percatado de que sólo tenía catorce años, aunque de haberlo sabido, también habría cabido la posibilidad de que les hubiera dado igual y hubiesen preferido ser unas pederastas antes de quedarse con las ganas de saber qué se escondía tras ese jersey.
- Yo también tengo que presentarte a alguien. Esta es Marina.
- Encantado, yo soy Pablo. – Se presentó el chico dándome dos besos.
- Bueno, ¿y qué pensabais hacer ahora? – Preguntó Hugo con ganas de que no acabara la noche.
- Pues estábamos planteándonos bajar a la discoteca de mi pueblo. ¿Os apuntáis?
- ¿Quieres ir? – Preguntó Hugo dirigiéndose a mí.
Sabía que si yo no quería, él no iría y se quedaría conmigo, pero era su cumpleaños y no iba a fastidiárselo. Además, una noche de fiesta nunca hace mal a nadie.
- Vale, pero…mis padres… - Respondí dubitativamente.
- No te preocupes por eso, que ahora mismo cojo y les llamo. – Dijo Hugo sacándose el móvil del bolsillo del pantalón.
Pero yo no sabía que haber aceptado ir a esa discoteca, acarrearía tantos problemas.
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No te olvido.
Fiksi RemajaÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...