Capítulo 28 "Mi adivino"

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La cámara de fotos no dejaba de disparar y de realizar ese característico “clic” cada vez que alguien fotografiaba. Decidimos echarnos unas cuantas fotos después de comer para tener así un bonito recuerdo, aunque yo sigo pensando que los recuerdos más bonitos no se guardan en cámaras fotográficas, sino que se guardan en el corazón, y es éste quien nos hace revivirlos una y otra vez en nuestra mente.

Me saqué el móvil del bolsillo cuando comenzó a vibrar. Se trataba de un mensaje de Ángeles.

Marina, vamos hacia allí con la tarta.

Está bien. Aquí ya lo tenemos todo preparado.

Respondí rápidamente y volví a guardar el móvil en su sitio.

- Lucía, vienen ya para acá. – Me acerqué a ella disimuladamente, que seguía buscando diferentes poses y caras graciosas para la sesión fotográfica, y le avisé del mensaje que acababa de recibir.

Ella asintió sabiendo lo que le tocaba hacer.

- Hugo, ven.  – Le llamé.

- ¿Qué pasa? ¿Quieres seguir echándote fotos conmigo en privado? – Sonrió torcidamente mientras se acercaba con esos aires de chulería que le caracterizaban hasta donde estaba yo.

- No, tonto. Quiero que te des la vuelta.

- Joder enana, yo me creía que tú eras más de mi cara que de mi culo, ¿eh?

Negué con la cabeza a la que vez que le ponía un pañuelo en los ojos y se lo anudaba a la parte trasera de la cabeza para que no viese nada.

- ¿No me digas que vamos a jugar a la gallinita ciega? – Rió y se dio la vuelta para no darme la espalda.

- No, vamos a jugar a un juego mejor. – Agarré su mano y le guíe hasta la mesa que se encontraba vacía.

Alrededor de ésta se encontraban ya todos los demás. Ángeles apareció por la puerta sujetando la tarta y acompañada de su marido.

- Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz. – Cantamos todos al unísono.

Hugo se quitó la venda de los ojos para comprobar qué estaba pasando, y al hacerlo, se encontró con las luces nuevamente apagadas, manos que no dejaban de aplaudir estrepitosamente y una tarta de chocolate adornada con nata y un mensaje en el centro: “Felices 14, campeón”.

- ¡Que no se te olvide pedir el deseo! – Dije al ver que se disponía a soplar las velas.

Cerró los ojos, miró hacia arriba al abrirlos, cogió aire y lo soltó apagando el fuego de las catorce velas. Todos volvimos a aplaudir mientras él se abrazaba a sus padres.

Hugo no es que tuviese la mejor relación del mundo con ellos, al contrario, por una cosa o por otra siempre estaba discutiendo, debido a que siempre hacía lo que le daba la gana y luego su orgullo le superaba y era incapaz de pedir perdón, pero aun así, les quería más que a nada y eso no era necesario que lo demostrara porque se veía a simple vista si lo conocías tan sólo un poquito.

Ángeles se quedó cortando la tarta y nosotros fuimos a darle los regalos.

- Toma, creído. – Dije entregándole el paquete envuelto.

- De parte de todos los que te odiamos, eh. – Dijo Lucía que estaba expectante a que lo abriese.

Hugo sonrió y empezó a quitar el papel de regalo.

- Ya sé lo que es. – Dijo cuando terminó de quitarlo.

- ¿Ah, sí? ¿Y qué es, adivino?

- Espera que te lea la mente… - Frunció el ceño y volvió a clavar su mirada en mí. – Unas botas de fútbol.

- ¿Cómo lo has sabido?

Mi cara de asombro no podía ser mayor pues no lograba entender cómo coño lo había adivinado. Pero así era él, siempre dejándote con la boca abierta cuando menos te lo esperabas.

- Porque soy adivino. – Me guiñó el ojo y abrió la caja para ver su contenido y comprobar que no se había equivocado.

Hecho esto, las dejó al lado de la camiseta del Real Madrid que Carlos y los de su equipo le habían regalado, y volvió a acercarse a mí.

- ¿Te he dicho alguna vez que no me arrepiento ni un solo segundo de haberte propuesto ese día que fueras mi hermana?

- ¿Te he dicho alguna vez que estás muchísimo más mono cuando dejas a tu ego de lado y me dejas sin palabras?

Ninguno de los dos contestamos y dejamos que un abrazo hablase por nosotros.

Me quedé allí, con mi cabeza apoyada en su pecho y sus fuertes brazos aferrándome a él, perdiéndome en ese perfume de One Million que tanto me gustaba, en esa colonia que hacía que me quisiera quedar allí, para siempre.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora