Continuaba contoneándome bajo aquella bola de discoteca que brillaba tanto o más que la Luna a finales de Noviembre.
- Perdona. – Sentí un pequeño toquecito en el hombro. - ¿Eres tú la chica que está esperando impaciente a un chico moreno, alto, de pelo corto, ojos marrones y cuerpo digno de una escultura expuesta en el Museo del Prado?
Me giré y pude comprobar que se trataba de él. ¿Quién si no?
Hugo sujetaba dos vasos de cristal coloreados de un azul intenso debido a la mezcla que contenía dentro y en su rostro seguía esa sonrisa pícara que tanto me gustaba.
- Tonto. – Dije con una sonrisilla. - ¿Qué me has traído?
- Compruébalo tú misma. – Dijo pasándome uno de los vasos.
Me llevé éste a los labios y probé su contenido intentando averiguar de qué se trataba, pero no logré ponerle nombre a ninguna de las dos botellas.
- ¿De qué se trata?
- Blue Tropic con Vodka Negro. – Se acercó a mi oído. – Y un toque de amor puesto por el chico más perfecto de toda la discoteca. – Se separó y me guiñó el ojo.
- ¡Y más egocéntrico! – Reí.
Bebí nuevamente de ese líquido que estaba dulce, a pesar del alcohol que llevaba. Entonces vi cómo dos chicas se acercaban a Hugo por detrás haciendo que éste se girara. Empezaron a hablar con él y yo me alejé un poco de allí, dejándoles solos. Pasaba de hacer de sujeta-velas.
Hugo siempre había tenido su club de fans, no sólo en los partidos que disputaba, sino también en cualquier discoteca a la que íbamos. Y no era de extrañar, pues llamaba la atención por cómo era y por todo lo que hacía.
Era normal que cualquier chica se fijara en él y se acercase para insinuarle, pedirle el número de teléfono, darle un beso en el cuello o incluso meterle condones y preservativos en los bolsillos traseros del pantalón.
Lo que no sabía si era normal es que yo sintiera celos. Él ya me había dejado muy claro que no quería nada conmigo, pero yo no conseguí que mi corazón quisiera lo mismo que él. Podía disimularlo y resignarme, pero nunca podría dejar de estar enganchada a él porque me había enamorado. Y es que cualquier persona cuerda y en su sano juicio como yo, se habría vuelto loca por él.
Sin embargo, a Hugo le costaba más enamorarse y sentir por alguien, por ello sólo había llegado a tener tres relaciones serias, lo demás se había quedado en calentones y rollos de una noche.
Él todavía seguía buscando a esa chica que no le siguiese la corriente, que no le dijera lo guapo que era o lo bueno que estaba la primera vez que lo veía o que no le dejara colarse en su interior tan rápido, pero el destino todavía no había querido poner a esa persona en su camino.
Salí de mis pensamientos cuando escuché la canción de Motívate retumbar en la discoteca. La odiaba. Odiaba su ritmo, sus pausas, su estribillo. La odiaba tanto que había terminado hasta cogiéndole manía. Si esa canción la había compuesto Danny Romero para motivar a todo aquel que la escuchara, yo debía de ser la excepción, porque me desmotivaba totalmente.
Salí de allí dirigiéndome hacia una zona de la discoteca alejada de la pista de baile. En ese espacio se encontraban los baños y apenas había gente.
Empecé a darle vueltas a qué era lo que le estarían diciendo esas dos espabiladas a Hugo, cuando noté que un tipo me estaba mirando. Decidí no hacerle caso y seguir a lo mío, pero nada, el tío ese no se cansaba y seguía con sus ojos puestos en mí. Me miraba demasiado y yo estaba empezando a acojonarme también, demasiado.
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No te olvido.
Teen FictionÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...