Capítulo 35 "La sonrisa más bonita del mundo"

125 8 0
                                    

Salimos de su casa y subimos otra vez hacia el pueblo dejando atrás las luces, la discoteca, la pelea y los sinceramientos.

Las dos chicas y Pablo también venían con nosotros ya que éste se había dejado la moto allí y tampoco quería dejarnos solos a las tantas de la madrugada volver a casa.

Al llegar, Hugo y yo subimos hasta el parque con ellos, para despedirnos.

- Es una Yamaha Supersport YZF-R1M, ¿verdad? – Dijo Hugo al ver cómo Pablo le quitaba la cadena a la moto.

- No has podido estar más acertado.

- Déjame dar una vuelta con ella.

Hugo siempre había querido tener una moto, eran su segunda pasión después del fútbol, pero sus padres no se lo permitían debido a su edad. Él sabía que no era porque no tuviera dieciséis años, sino porque sus padres estaban obsesionados con la cantidad de accidentes que ocurrían a causa de éstas, y estaba convencido de que ni con la mayoría de edad le dejarían tener una, así que prefería pasar de ellos.

- No, ni de coña. No tienes edad para conducir una. – Dijo Pablo negándose rotundamente.

- ¿Y? Venga ya, sé llevar una perfectamente, y lo sabes.

- Que no, ya te he dicho que no. Además, si la poli te pilla, las culpas me las llevo yo, que soy el propietario del vehículo.

- Va tío, que es mi cumpleaños, hazlo como…un regalo personal.

Pablo se quedó pensativo unos minutos, y al final asintió.

- Está bien, pero vas detrás de mí, yo conduzco.

- Sabía que podía contar contigo, colega. – Dijo Hugo mientras se subía a la parte trasera de la moto.

- ¡Hugo! No lo hagas. – Grité.

No había querido entrar en el tema, pues creía que Pablo sabría convencerle y no cedería, pero Hugo era demasiado cabezota, no había nada que hacer contra él, por lo que decidí intervenir. A mí sí me haría caso.

- No me va a pasar nada, enana. – Dijo girándose para que pudiera mirarle a los ojos.

- Es que me da igual, me da igual que no te pase nada, te estoy diciendo que no quiero que lo hagas y punto. Además, vais sin casco.

- Bueno, pero yo soy un cabezota, ¿no? Así que seguro que eso ayuda a amortiguar el golpe si se produce alguna remota caída.

- Hugo, no lo hagas, por favor.

Volvía a tener miedo, miedo a que pudiera pasarle algo. Era verdad que él no conducía y eso podía disminuir las probabilidades de que tuvieran algún accidente, pero no conocía de nada a Pablo y su apariencia no era precisamente la de un chico responsable.

- Marina. – Puso cara de niño bueno. – No te preocupes, ¿vale? Que no me van a pasar ninguna de las cosas que están rondando por tu cabeza ahora mismo.

“Joder, ¿por qué tenía que poner esa cara que todo lo podía? ¿Por qué coño tenía que ser mi debilidad?” - Pensé antes de bajar la mirada, ya no había nada que hacer.

- Además, que en cinco minutos estoy aquí, ya verás como no te da tiempo ni a echarme de menos.

Sonrió una última vez, como nunca antes lo había hecho, haciendo que me diese cuenta una vez más de que se trataba de la sonrisa más bonita del mundo.

El motor comenzó a rugir y el humo empezó a salir por el tubo de escape mientras veía cómo esa moto negra se perdía entre la oscuridad, una oscuridad que permanecería en mí durante demasiado tiempo después de aquella noche.

Me senté en el césped a esperar junto con las dos chicas que esta vez habían cambiado el columpio por el tobogán. Una espera que se haría eterna, porque él nunca volvería.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora