Capítulo 11 "Una amistad infinita"

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Me levanté sobresaltada al escuchar el pitido característico que realiza el móvil cuando este tiene el icono de la batería coloreado entero de verde.

-  Mier…da. – Pronuncié cuando miré la hora.

Eran las cinco y cuarto, y había quedado con Lucía hacía quince minutos.

“Me va a matar” - Pensé mientras me ponía unos pantalones largos, una camiseta Nike y las All Star del mismo color que la camiseta.

Apenas me dio tiempo a peinarme, por lo que me pasé la mano un par de veces por el pelo, cogí algo de dinero y salí disparada de casa.

El pueblo era pequeño, de hecho, decían que quien se perdía en él, era tonto (por suerte a mí nunca me había pasado) y los sitios no estaban muy alejados unos de otros, así que no tardé en llegar.

Miré una vez más la pantalla del móvil antes de subir las escaleras que llevaban a la plaza en la que se encontraba la tienda.

Eran las cinco y media. Podía darme ya por muerta.

Iba pisando cada peldaño acordándome de lo que me había dicho por teléfono: “Estaré allí hasta cinco minutos antes…” Sin lugar a dudas, mi respuesta no había sido la más acertada.

La vi sentada en uno de los bancos que allí había mirando a la fuente que se encontraba en el centro de la plaza.

Caminé hacia donde estaba y me detuve cuando la tuve delante.

- ¡Buenas! – Dijo con una sonrisa.

- Hola… - La reacción que había tenido no era la que yo me esperaba, ni siquiera pensé que me saludaría con tanta alegría. - ¿No quieres matarme ni nada por el estilo? – Pregunté intentando encontrar algún atisbo de enfado en ella, pero me encontré con todo lo contrario.

- Para nada. ¿Por qué tendría que querer hacerlo?

- Pues…porque son las cinco y media, habíamos quedado a las cinco, he llegado media hora tarde…

- Ah bueno, pero por eso no te preocupes, ¡yo acabo de llegar también! – Dijo sonriendo.

- Puf… - Empecé a reírme y ella me acompañó al darse cuenta de la situación que acabábamos de pasar. – Ya sabía yo que no me equivocaba al decirte que te quedarías dormida.

- Ya sabía yo que no me equivocaba al pensar que no llegarías antes que yo. – Contraatacó usando el mismo juego de palabras.

- Cómo nos conocemos, ¿eh?

- Demasiado, son ya muchos años. – Sonrió al mismo tiempo en que lo hacía yo. – Anda, vamos ya para dentro, que como sigamos aquí de cháchara, nos van a cerrar.

Dicen que las amigas de verdad sólo se cuentan con los dedos de una mano, pero yo pienso que la amistad no se mide por la cantidad de amigos y amigas que se tengan, sino que se mide por el grado de estar ahí, y Lucía había estado ahí siempre.

No te olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora