Entré sin necesidad de golpear la puerta, ya que estaba abierta.
Mis padres solían dejarla muchas veces así ya que estaban constantemente saliendo y entrando, y les salía más rentable que algún vecino chismoso se parase a cotillear y a escuchar lo que de dentro de mi casa provenía a comprar una bisagra nueva.
- ¿De dónde vienes? - No me había dado tiempo ni a dar tres pasos cuando la voz de mi madre sonó seria y contundente desde el sillón en el que estaba sentada.
- Pues…de la calle. – Respondí intentando hacerme la graciosa.
- ¿Qué has estado haciendo?
- Viendo el partido que jugaban Hugo y Carlos.
- ¿Tú sola?
- No, con Lucía. – Respondí cansada de esa batería de preguntas que se estaba sucediendo en el salón.
- Y, ¿cuándo pensabas decírnoslo?
- Ahora, cuando llegase. Estabais echando la siesta cuando me fui y no quería molestaros.
- Ya. Pues la próxima vez antes de irte a ningún lado, avisas, que te podía haber pasado algo. Ya sabes que está la vida muy mala.
- Que sí, mamá. – Finalicé la conversación entrando en mi cuarto.
Odiaba que mis padres estuviesen pendientes de mí a cada rato y quisieran saber todo lo que hacía y lo que no, pero sobre todo, lo que no soportaba era el interrogatorio al que me veía sometida cada vez que llegaba de un sitio al cual me había ido sin dar explicaciones, unas explicaciones que no había dado por un motivo y, sin embargo, eso mis padres no lo entendían, porque para ellos si no hacía algo, mal, pero si lo hacía, peor.
¿Conclusión? Daba igual lo que hiciera porque siempre me iba a equivocar.
Vi la hora que era en mi Samsung Galaxy SIII Mini, y justo en ese momento el móvil comenzó a vibrar y a emitir esa melodía tan característica que sonaba cada vez que alguien me llamaba.
Descolgué y me acerqué el dispositivo a la oreja derecha.
- ¿Sí? – Dije aun sabiendo perfectamente que se trataba de Lucía.
- ¿Habéis hecho muchas cosas locas o habéis preferido esperaros a otro momento más...romántico? - Intentó ponerle un toque insinuante a esto último.
- No, puedes estar tranquila que no hemos hecho homenaje al título de una de las canciones de Danny Romero. – Reí.
- ¿Cómo está? – Preguntó refiriéndose a Hugo.
- Genial, le ha sentado bien quedarse tumbadito un rato y ¡no sospecha nada! – Puntualicé.
- Mejor, así se sorprenderá más. Y, hablando de la fiesta, hemos quedado todos en el almacén dentro de una hora para preparar las cosas.
- Vale, entonces me arreglo rápido y voy a llamarte.
- Muy bien, ahora nos vemos, tonta. – Se despidió Lucía.
- Hasta ahora, mal pensada.
Colgué y me fui directa a la ducha. Cuando terminé, salí corriendo sabiendo que en mi habitación volvía a esperarme la calefacción. Allí daba igual el mes que fuera, ya que mientras que no se correspondiera con ninguno de verano, el frío seguiría haciéndose notar.
Me vestí con unos pantalones vaqueros apretados, una camiseta de tirantes blanca y unas All Star del mismo color. Decidí no pintarme, ya que el maquillaje era una cosa que usaba bien poco. Prefería ser natural.
Me sequé el pelo con el secador y me eché esa colonia de PlayBoy que tanto me gustaba. Cogí la bolsa con el regalo, el dinero, el móvil, las llaves y una cazadora vaquera, también.
- Mamá, papá, me voy al cumpleaños de Hugo. Para que luego no digáis que no os digo nada. – Le puse especial énfasis a esto último.
- Está bien, hija. Pásatelo bien, y no llegues muy tarde.
Les di un beso, me miré una última vez al espejo antes de salir y puse rumbo hacia la casa de Lucía.
La noche no había hecho más que comenzar.
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No te olvido.
Novela JuvenilÉl, el chico más vacilón, egocéntrico, orgulloso y pijo de todo el instituto. Una sonrisa bonita, un guiño inocente, un susurro al oído, un chiste malo, y ya tiene a cualquier chica rendida a sus pies. Cualquier persona en su sano juicio se hubiera...