Capítulo 1 (1/2): El juego y todas sus reglas

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—Joaquín, tengo que encontrarme un hombre como él —gimió Emilio entre un puñado de palomitas de maíz mirando la televisión. —él es un poco loco, inteligente y muy caliente, demasiado caliente, le daría tan duro que lo dejaría sin caminar por un mes.

-Sí, es muy caliente, él es un fenómeno y un gran actor —dijo Joaquín mientras trataba de ser sigiloso y robarle un sorbo a la cerveza de Emilio. No era su primera cerveza de la noche, ni tampoco su primer sorbo robado.

— ¡Mi tipo de chico! ¡Y deja de tomar de mi cerveza Bondoni!, dijiste que no querías una, así que déjala —reprendió él, llevando la cerveza lejos y fuera de su alcance.

—Cómo quieras, Osorio —se burló rodando los ojos, él se cruzó de brazos y puso mala cara. Se aseguró de mantener los ojos en Emilio. Se parecía un niño obstinado en crecimiento, Sí, era inmaduro, pero esa cara era letal. Emilio no podía resistirse a esa cara.

—Aww, vamos, Joaquín! ¡No esa cara! ¡Cualquier cosa, menos esa cara! No puedo soportar esa maldita cara —Hizo una mueca, tratando de no mirarlo a los ojos. Incluso llegó al extremo de cerrar los ojos, pero Joaquín gimió: —Emiiiii-liooo! —y así fue. Él le tendió la cerveza, para el disfrute de Joaquín, el cual sonrió con suficiencia, e hizo una extraña especie de brindis con "Gracias" "Siempre gano" y bebió un largo trago de la espumosa bebida, gimiendo con satisfacción para molestar a Emilio.

—No puedo creer que haya caído con esa cara en los últimos veinte años —sacudió la cabeza con incredulidad. Ya debería de ser inmune y, sin embargo, como un reloj, el labio inferior de Joaquín sobresalía y Emilio cedía.

—Sí, eres bastante idiota por eso —se burló Joaquín, riendo a carcajadas, lo cual sólo sirvió para echar sal en las heridas de Emilio.

— ¿Ah, ¿sí? —la voz de Emilio subió de tono sugestivamente en la última palabra y por la mirada en su cara, la sonrisa socarrona y la ceja levantada, Joaquín sabía lo que venía e inmediatamente saltó del sofá.

—Mira Cholo, lo siento. No quise decirlo —dijo Joaquín retirándose de la sala mientras veía a Emilio hacer su camino hacia él. Parecía un león al acecho, con la melena loca y todo.

—No lo creo Joaquín, Creo que tienes que pagar por esa —gruñó Emilio mientras se abalanzaba hacia él, de manera rápida y con gracia saltando el sofá para atraparlo en el suelo.

—Prepárate para sentir mi furia, Joaquín —dijo él, poniendo los dedos a su lado. Él dudó, dándole unos momentos de paz a Joaquín La anticipación era la mejor forma de ataque y Emilio lo sabía.

Poco a poco dejó que sus dedos fantasmales subieran por sus costillas a través de remera, Emilio soltó una carcajada y le hizo cosquillas sin descanso. Era divertido mirar a Joaquín reírse histérico, suplicándole para que parara mientras las lágrimas corrían por su rostro mientras los dedos de Emilio hábilmente tocaban los puntos más sensibles, no deteniéndose. Nada había cambiado para ellos desde que eran niños. Ellos serían los dos amigos locos de siempre quienes vivían el uno para el otro.

Se conocieron cuando tenían cuatro en un día de juego, creado por sus madres unos días después de haberse conocido en el supermercado. La madre de Joaquín, Eli, era increíblemente despistada. Hasta este día, Joaquín no tenía idea de cómo Eli había vivido su vida, ella había estado muy ocupada tratando de hacer que su hijo dejara de quejarse por una caja de galletas que no tendría y no se dio cuenta hacia dónde se estaba dirigiendo el carrito hasta que de repente se estrelló contra el frente del de la madre de Emilio, Niurka. La madre de Joaquín nunca dejó de recordarle que Emilio era un niño perfecto. Él era quieto, mirando a su madre seriamente mientras él explicaba lo sucedido. Él sólo sonrió, aparentemente, mientras Joaquín lloraba histéricamente.

Pero esa no había sido la razón por la que se había establecido el día de juegos. Eso había sido cuando Emilio le había pasado un dulce de fresa a Joaquín para que dejara de llorar. Joaquín tímidamente lo había aceptado, sollozando, y agradeciéndole, en ese momento, Emilio le dijo: "Los niños bonitos como tú y yo no deben de llorar".

El resto como ellos dicen es... historia.

A partir de entonces, ellos habían sido una fuerza imparable, hacían todo juntos, Incluso a medida que fueron creciendo no dejaron que el tener una amistad con otras personas del mismo sexo les afectara, aun después de cuando uno de sus compañeros de clase, Nikolas Caballero había llamado a Emilio tonto porque Joaquín era su amigo y nada más que eso. Hasta este día, en que Niko tenía una cicatriz arriba de su ceja izquierda a causa de que Emilio lo hubiera golpeado con un libro.

Ellos habían compartido muchas cosas, incluyendo su primer beso a la edad de los 11 en un juego de botella y también su virginidad a los 15 años, estaban absolutamente seguros de que eran homosexuales, porque siempre actuaban de manera diferente, de cómo actuaban los demás, mientras sus compañeros hablaban de chicas y de lo lindos que eran sus cuerpos, ellos pensaban lo mismo, pero de los chicos.

Independientemente de todo esto, todas estas cosas eran las que normalmente acaban con las amistades, pero Emilio y Joaquín no se vieron afectados por eso y continuaron con su relación. Eran la clase de amigos que terminaban las oraciones del otro y siempre parecían estar en armonía, como si supieran lo que el otro estaba pensando.

Era natural después de que se fueron a vivir juntos después del colegio. Conocían todos sus hábitos, Joaquín siempre se terminaba la leche, o también la mala costumbre de Emilio de dejar su ropa interior en el suelo del cuarto de baño. Ningún tema era tabú, incluyendo el sexo.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora