CAPITULO 13: "L es para Bibliotecario (L is for Librarian)" (PARTE 1/2)

679 90 0
                                    

. «Setenta millones de libros en las bibliotecas de Estados Unidos, pero el único que quieres leer nunca está», Tom Masson

.

.

Joaquín amaba leer, tal vez esto era lo que él más amaba hacer. No había nada como yacer en su cama en un día particularmente lóbrego, lo cual era extremadamente común en Seattle, envolverse en una cálida manta y leer un buen libro.

Cuando leía un libro especialmente bueno, sabía que a Emilio le gustaría, le enviaba una copia con una pequeña inscripción escrita en el interior de la cubierta del libro.

Emilio todavía tenía todos los libros en cuatro estantes de su dormitorio.

Joaquín llegó a conocer que Emilio tenía una extensa y no muy bien escondida, colección de pornografía, en la cual unos cuantos, más o menos diez videos trataban del mismo tema... el bibliotecario sexy. Joaquín también llegó a conocer de una ebria excursión una noche del verano anterior a su graduación, que Emilio había fantaseado en varias ocasiones con dirigir a el bibliotecario a su escritorio y tan solo tomarlo allí.

Así que, mientras Emilio dormía como un bebé, Joaquín sacó la letra L y casi inmediatamente, la idea de ponerse unos pantalones ajustados, anteojos de marco negro y una camisa lo hizo calentarse, pero con todo en lo que había estado pensando, esto fue empujado al fondo de su mente.

Pero nada detuvo que la fantasía de jugar se repitiera en su cabeza durante el lunes. Mientras se sentaba en su oficina, leyendo otra deprimentemente aburrida historia de amor no correspondido que en realidad sí es correspondido, Joaquín no pudo evitar imaginar a Emilio y a sí mismo en su habitación, rodeados de libros, casi podía sentir a Emilio frente a él, regresando un libro retrasado, sus ojos mirando directamente a la línea de botones desabrochados de su camisa. Joaquín casi podía sentir su aliento en su cuello y sus manos tocándolo por todo el cuerpo.

El martes, Joaquín estaba tan increíblemente inundado de trabajo que se quedó en la oficina hasta las once, y cuando llegó a casa, le dijo un —hey— poco entusiasta a Emilio y gateó a la cama, exhausto.

Fue el miércoles, que tuvo la mejor idea de todas sus fantasías mientras leía el manuscrito de un libro de cuentos cortos.

En vez de estar Joaquín detrás del escritorio, estaba Emilio luciendo una ajustada camisa de botones blancos, una fina corbata negra, ajustados pantalones, y un hermoso par de lentes de marco grueso, no negros sino verde esmeralda, que quedaban absolutamente sensacionales en su pálida piel. Lucía suculento. Delicioso incluso.

Y mientras la fantasía pasaba detrás de sus ojos cerrados, sus manos se deslizaban lentamente por su pecho, y si no hubiera sido por su celular sonando, Joaquín estaba más que seguro de que su mano hubiera viajado mucho más abajo en cuanto las imágenes de Emilio arrinconándolo entre los estantes de libros empezaran a aparecer como un fuego veloz.

Cuando llego a casa el viernes, estaba increíblemente inquieto por el fin de semana. Era su primer fin de semana en mucho tiempo, y no podía esperar. Tan sólo la mera anticipación del sábado lo estaba poniendo totalmente duro, se tuvo que tomar varias duchas frías y satisfacerse el mismo para calmar su miembro. Tan sólo figurarse los botones blandos ciñéndose en el pecho de Emilio era suficiente para ponerlo duro en un segundo, y su comportamiento no pasó desapercibido.

—¿Qué pasa, Joaquín? —preguntó Emilio, mirando a Joaquín rebotar en su asiento en la cena del viernes.

—Nada —fue su respuesta, y fue demasiado rápida.

—¿De verdad? Porque para mí luce como si un montón de cosas estuvieran en tu mente. ¿Qué te tiene tan ansioso?

Joaquín sonrió, tratando de contenerse lo más que pudo, pero su cara lo delató. Imaginó que sus mejillas estaban casi tan rojas como un tomate.

—¡Te estás sonrojando! —notó Emilio, chascando la lengua divertido. —¿En qué estás pensando? —preguntó, susurrando esta vez mientras lo miraba. —¡Se honesto!

Joaquín se mordió el labio y permaneció silencioso, la fantasía estaba corriendo desenfrenadamente en su mente y Emilio lo estaba mirando como si lo quisiera tirar en la mesa y tomarlo allí mismo. Era demasiado para Joaquín, y rápidamente saltó de su silla y corrió a su cuarto, trabando la puerta detrás de él.

Joaquín destrabó la ventana y dejo al aire frío aliviar el calor que lo recorría. Podía escuchar a Emilio mascullando en la sala de estar, y optó por quedarse en su cuarto hasta que lo escuchara irse, pero esto no ayudó porque en cuanto Joaquín fue a tomar una ducha, él lo acompañó.

—Así que, ¿qué estabas pensando? —susurró él en su oído mientras Joaquín se enjuagaba el champú y maldecía por dentro, no lo había escuchado entrar.

—¿Qué diablos, Emiliano? ¡No hagas eso! Sabes cómo odio cuando apareces así. ¡Es jodidamente espeluznante! —le gritó, golpeándolo en el brazo con el jabón.

—¡Estás evitando mi pregunta! ¿En qué estabas pensando durante la cena? —pregunto nuevamente, mirándolo fijo. Joaquín miró hipnotizado como el agua caía en cascada a los lados de su cara, unas pocas gotas cayendo perfectamente en su carnoso labio inferior.

—¡Ya te dije que nada! —respondió Joaquín, golpeándolo en el pecho.

—Te estabas sonrojando. ¿Estabas pensando en algo pervertido, algo sucio? —gruñó Emilio, arrinconado rápidamente a Joaquín contra la pared de la ducha.

—Emi, ya basta—Murmuro tratando de controlarse el mismo de hacer una locura, Emilio estaba demasiado cerca. Prácticamente podía sentir el calor que surgía de él.

—Joaquín —replicó él con voz ronca. —Dime la respuesta y te dejaré solo. —Su mano estaba ahora en su cabello, masajeando su cuero cabelludo como lo había hecho el domingo, y Joaquín se estaba ablandando.

—Estaba pensando. — empezó a decir con voz ronca, Emilio tirando de las raíces de su pelo con la presión justa.

—¿En qué estabas pensando? — susurró él en su oído, mordiendo el lóbulo.

—En ti— respondió Joaquín, aturdido y maldijo haber dicho eso, tenía que controlarse de no ponerse duro sino todo se iría al carajo. De reojo, pudo ver una petulante sonrisa en su rostro, pero eso no pareció molestarlo.

—¿En mí haciéndote qué? Porque sé que estabas fantaseando acerca de eso. — Susurro Emilio en su oído.

—Tú y yo... lo que he planeado para el sábado—Exclamo Joaquín.

—¿Y qué has planeado para el sábado? — él trató de incitarlo besándole el cuello, pero el castaño finalmente sabía que tenía que salir de allí de alguna manera en ese preciso momento.

—Lo descubrirás... el sábado— gruño Joaquín cuando Emilio mordió su nuca, Lo empujó lo mejor que pudo y salió de la ducha. Se dio la vuelta para ver una expresión estupefacta en su rostro.

Había sido jodidamente casi imposible resistirse a Emilio.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora