Capítulo 1: El juego y todas sus reglas (parte 2/2)

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—Emilio, detente, mi estómago está empezando a doler. Detente —Él se revolvió desesperadamente tratando de quitar los dedos del mayor. Emilio se detuvo y se levantó del suelo, ayudando Joaquín después.

Los dos caminaron de vuelta a sus lugares en el sillón, retomando el aire y bebiendo cerveza.

— ¿Cuándo los volvimos unos perdedores? —preguntó Joaquín mientras agarraba Pingüinos sabor Cookies & Cream.

—Habla sólo por ti, Joaquín —se burló Emilio a través de un pedazo.

—Si no me equivoco, no soy el único en casa un sábado viendo las repeticiones de 30 Rocks en pijamas, que de hecho he tenido desde la noche anterior—Dios, ni siquiera recuerdo la última vez que tuve sexo —continuó Joaquín captando la atención total de Emilio. —Háblame de eso, de la última vez que tuviste relaciones

—intervino Emilio —Bueno, recuerdo la mía, pero no recuerdo la última vez que tuve sexo como es debido, David es abismal, él era tan rígido, no quería probar nada nunca, y que Dios no quiera que mi polla se vuelva a acercar alguna vez a su boca. ¿Sabes que me mordió? El mordió mi maldita polla. Eso fue lo peor de todo —recordó Emilio contrayendo su cara al recordar el dolor.

—Lo recuerdo —dijo Joaquín comenzando a reírse —Saliste disparado de tu habitación, llorando y gritando como una niña pequeña —Joaquín se levantó y comenzó a correr alrededor de la habitación, imitando a Emilio.

— ¡Santa mierda ¡¿Qué carajo? ¡¡El me mordió!! ¡¡Hielo!! ¡¡Necesito hielo!! ¡¡Joaquín, ayúdame!! —reconstruyó el menor con maestría, con la misma voz chillona de Emilio de aquella noche. Él se estrelló el sofá riendo histéricamente.

—Eso no es gracioso. No tienes de lo que sufrí, espero que nunca te pase. Además, no es como si tu vida sexual fuera mejor que la mía. ¿Cuántas veces te oí fingiendo con Diego? —dijo Emilio imitándolo igualmente—Ah, Diego. Ah. Ooh sí. Me voy a correr —imitó con una voz monótona. Joaquín gruñó y cubrió su rostro con las manos en vergüenza.

—Ugh, él era terrible, la única ventaja era que sus dedos eran tan gruesos y largos y esos... esos eran mágicos —contó Joaquín riendo—Dedos mágicos, es un mal nombre para un juguete sexual.

—Necesito tener sexo —habló de repente Emilio, cruzándose de brazos y resoplando.

—Yo igual —dijo Joaquín rápidamente, no podía estar más de acuerdo, aunque Emilio lo malinterpretó.

— ¿Perdona? ¡Tú también necesitas sexo! -exclamo Emilio.

—Lo sé. Eso es lo que quise decir —dijo el lanzándole un cojín a Emilio que falló por un poco. Emilio lo recogió sin tener siquiera que levantarse de su asiento, Joaquín lo maldijo mentalmente a él y a sus largas extremidades. Él levantó el cojín, apuntando bien al menor.

— ¿De verdad quieres empezar esto? —él desafió sonriendo. El negó con la cabeza y Emilio bajó el cojín

—Necesito un poco de emoción, algo interesante en mi vida —murmuró Joaquín girándose hacia la televisión, la gigantesca pantalla plana que Emilio había insistido que necesitaban. El mantuvo sus ojos fijos en la tele, pero seguido los desvío a Emilio quien parecía estar en profundos pensamientos, algo difícil.

— ¿Haciendo cuentas en tu cabeza, Marcos? —dijo el sarcásticamente.

—Muy gracioso, estoy tratando de pensar en cómo nuestras vidas podrían ser emocionantes —él se giró hacia Joaquín, mirándolo seriamente, lo que siempre hacía sentir a Joaquín nervioso, esa mirada nunca significaba algo bueno.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora