CAPITULO 22: " H es para Hogar/ H is for Home" (PARTE 2/2)

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Pasó otro cuarto de hora para que el avión se estacionara por completo y los pasajeros pudieran salir. Cuando Emilio y el señor Austen llegaron a recoger el equipaje, se despidieron cuando la bolsa del Sr. Austen fue la primera en salir del avión. Emilio esperó unos minutos antes de su maleta viajara por la cinta transportadora. Cuanto más cerca la bolsa estaba, más calor sentía. Los oídos le zumbaban, y hubo un ligero sudor que se formó en su frente.

Caminó lentamente por el área de reclamo de equipaje, hasta que entró en la puerta de la llegada, localizando a su hermano fácilmente entre la multitud de gente esperando.

—¡Kiko! —gritó y Kiko lo espero con una sonrisa.

—Bienvenido de nuevo. —Kiko lo saludó con un abrazo.

—Gracias, hermano.

—Así qué, ¿me has traído algo de la Gran Manzana? —preguntó mientras llevó a Emilio a su jeep.

—No.

Kiko frunció el ceño mientras abría el maletero de su jeep para poner la maleta de Emilio.

—Bueno, eso es grosero. Te vas y vuelves sin regalos para nadie. Yo siempre te traigo algo.

—Una barra de chocolate Toblerone de Duty Free no cuenta como algo, Kiko —sostuvo Emilio mientras entró en el coche. —Además, sí traje un regalo, pero no para ti.

—¿Un regalo? ¿Es para Joaquín? —Kiko se entrometió y Emilio lo fulminó con la mirada.

—Oh, vamos, Emilio. Hay que parar esto ahora. Estás enamorado de Joaquín, y le trajiste algo de vuelta desde Nueva York, ¿no?

—Sí —admitió Emilio derrotado.

—La cuestión es ¿qué le trajiste?

Emilio hizo una mueca mientras sacaba la caja de la joyería de su maletín.

— Maldición Emiliaco, dime que no le compraste un anillo.

—No, no soy tan estúpido. Es un collar, tiene la inicial de mi nombre idiota —reveló el collar, con cuidado desatando el lazo azul en la parte superior. Kiko se echó a reír.

—Oh, dios mío, que idiota, con eso, prácticamente le estas diciendo que estarás con él para siempre, ¿es eso? —cuestionó y Emilio lo miró, lo cual sirvió mucho para su respuesta. —Oh hombre, lo es. Dios, realmente lo tienes en serio, pero no debería de sorprenderme. Siempre pensé que tenías una cosa por Joaquín. Quiero decir, ¿qué tipo de adolescente gasta una gran cantidad de dinero en un collar para solamente su mejor amigo?

—Cállate, Kiko y sólo llévame a casa —gruñó Emilio.

—Oh, por supuesto, que quieres llegar a casa. Joaquín probablemente te esté esperando en tu cama —se burló Kiko y, recordando viejos tiempos de la juventud, Emilio golpeó a Kiko en el brazo.

—¡Hey, cuidado! Estoy manejando aquí. ¿Quieres llegar a casa, ¿no?

—Hazme un favor y mantén la boca cerrada y conduce.

—Lo que sea, Emilio. Eres una gatita agria. Entonces, ¿cómo estuvo Nueva York? ¿Conseguiste el cliente o lo que fuiste a hacer? —Kiko preguntó viéndose interesado.

—Fue muy bonito, y sí reservé cliente. Creo que voy a ser socio pronto.

—¿En serio? —Kiko preguntó, mostrándose contento por su hermano. Emilio asintió con la cabeza y Kiko le dio unas palmadas en el hombro.

—Eso es impresionante, hombre. Nadie lo merece más que tú.

Emilio sonrió mientras su hermano tomó el giro familiar a la izquierda en su calle. Se sentía tan bueno estar de vuelta en el vecindario familiar, pero también sirvió para provocar los nervios de nuevo.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora