Joaquín se despertó en la mañana del lunes con los sonidos distantes de la alarma de su teléfono celular. El sonido familiar resonaba incesantemente desde el otro lado del apartamento hasta la habitación. Aunque en realidad todo lo que podía oír era un débil ruido desde la habitación de Emilio, eso era suficiente para despertarlo. A Emilio, sin embargo, no le molestaba del todo; todavía dormía profundamente.
Joaquín alzó su cabeza para ver por encima del hombro de Emilio el reloj en la mesita de noche. Era algo difícil moverse sin despertar a Emilio. Su brazo era pesado en sus hombros; se sentía como un peso muerto. Mientras leía a las seis de la mañana el texto rojo y parpadeante del reloj digital, finalmente sintió la molestia en sus labios. Era un dolor punzante en ellos. Con cada aliento que tuvo, aparecía un hormigueo, y cada vez que Joaquín pasaba sus dedos a lo largo de estos, el dolor empeoraba. Sus labios estaban hinchados de la peor manera posible, sólo podía imaginar cómo se veían.
Había pasado toda la tarde de ayer con Emilio, lo besó como un chico joven que acababa de ser besado por primera vez. Eso fue exactamente lo que sintió. Tenía ganas de ser besado por primera vez de nuevo. Con cada beso y cada respiración tomada, Joaquín se había sentido tan vivo y tan querido. Ni siquiera podía recordar la última vez que lo habían besado de tal manera, y menos aún recordaba la última vez que estuvo pasando el día en la cama. Cada momento se sintió más glorioso que el anterior.
A pesar de que la noche llegó, Emilio siguió llenándolo de besos, alejándose de su boca durante un rato, y dejando besos a lo largo de su cuello antes de que llevar sus húmedos labios de vuelta a los suyos. Cada beso se había sentido como un nuevo comienzo. Cada beso se había sentido diferente y a la vez el mismo, cada uno se sentía tan magnífico como el anterior. No hubo beso insignificante. Los castos eran tan bellos y hermosos como los largos. Los suaves movimientos eran tan espectaculares como los rápidos y rudos. Los labios de Emilio se habían moldeado contra los suyos en formas que nunca supo que se podían.
Despertar era lo último que había querido hacer, pero la alarma sonó y molestó todo.
Mientras se apartó de Emilio, su rostro estaba pegado un poco a su pecho, cubierto por una fina capa de sudor por haber estado la mayor parte de la noche allí. Joaquín no pudo evitar la sonrisa haciendo su camino a través de su rostro cuando se sentó en la cama. Le dolió al sonreír, pero era prácticamente imposible de detener, fue una amplia sonrisa, brillante llena de tanta alegría que sólo podía imaginar cómo se vería hacia los demás. Estaba seguro de que sería muy revelador. Una mirada a Joaquín y la gente sería capaz de discernir los acontecimientos de la noche anterior.
Giró su torso para mirar a Emilio, cuyo cuerpo aún estaba acurrucado en la posición en que se encontraba mientras Joaquín estaba en sus brazos. Sus ojos se cerraron suavemente, sus pestañas se desplegaron adorablemente sobre la parte superior de las mejillas. Sus labios estaban en esa mueca constante que siempre llevaba cuando se encontraba en un profundo sueño, como si estuviera esperando un beso. Mechones de rizos castaños a través de la almohada y la frente, Joaquín inconscientemente apartó el mechón que ocultaba su ojo derecho. El movimiento le provocó revolverse en su sueño y se movió más cerca de donde anteriormente había estado recostado. Su cabeza ahora descansaba en el muslo y el brazo envolvía su rodilla.
Recordó mirándolo dormir a la mañana siguiente de su primera vez cuando tenían dieciséis. Tenía el pelo más corto que ahora, pero todavía revuelto. Sus ojos estaban cerrados con delicadeza y sus labios estaban en un puchero muy familiar. Joaquín se rio para sus adentros recordando esos momentos, el temblor de su torso causó que Emilio se moviera de nuevo, ahora sus pestañas contra el muslo de Joaquín y le hicieron cosquillas con cada contracción de su ojo. Se sentó allí tomar la dulce tortura por un breve instante antes de que alejara de Emilio.
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Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓN
FanfictionEl saco el sombrero del cajón, lo sacudió dos veces y se lo tendió a Joaquín. Ellos sabían cual letra era, pero esa era la forma en que en que habían llevado el juego desde los cuatro meses atrás donde habían empezado.