CAPITULO 21: (ONCE MENOS, SOLO QUINCE MAS POR IR)

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Eran las diez cuando Emilio finalmente despertó la mañana del sábado. El sol salía a través de la pequeña rendija entre las semicerradas cortinas. No había tenido corazón la noche anterior para cerrarlas completamente; se había quedado anonadado por las luces destellantes del jardín de Madison Square al otro lado de la calle. Desde su cuarto de hotel podía oír los sonidos del ajetreado tránsito de la ciudad de Nueva York en la calle quince pisos abajo.

Se sentía bien descansado, relajado, y mientras se desperezaba, no pudo evitar la sensación de euforia que lo recorrió como el calor extendiéndose por sus entumecidos miembros. Mientras yacía en la cama, mirando el revestimiento dorado de filigrana del intrincado motivo del cielo raso, no pudo evitar pensar en la llamada telefónica de la noche anterior.

La noche anterior había sido jodidamente increíble. Había odiado no poder ver a Joaquín tocándose, corriéndose debajo de él, cuando él tomó el mando de su cuerpo a través del teléfono. Aunque amaba poder haberlo oído.

Sonaba sensacional cuando lo llamaba por su nombre. Su voy era ronca y áspera; la forma en que sonaba siempre que estaba excitado. Era jodidamente increíble. Emilio amaba la manera en la que la voz Joaquín se ponía ruda durante el sexo. No había nada más sexy o atrayente que la voz ronca de Joaquín demandando sexo por completo. Cualquier hombre podría confirmarlo, diablos, cualquier hombre caería a sus pies en menos de 5 segundos.

La voz de Joaquín era increíble y más todavía si el nombre de Emilio salía de su boca. Era ciencia, realmente. Toda la sangre corría hacia su pene cuando la primera sílaba de su nombre salía de sus labios. La noche anterior lo había provisto de esos sonidos, los sonidos que él deseaba oír cada minuto del día, sonidos que deseaba poder ser testigo.

Las imágenes de cómo se vería la noche anterior lo mandaron al límite. Sólo pensar en cómo se vería su cuerpo desnudo retorciéndose en su cama era suficiente para incitarlo, más ahora en su estado de medio sueño; podía sentir el familiar cosquilleo de la sangre yendo hacia el sur. Con su mano apretada alrededor de él mismo, la noche anterior, mantuvo sus ojos cerrados e imaginó a Joaquín, tocándose, acostado en la cama, ardiendo.

Se figuró la manera en que el sudor corría por todo su cuerpo. Con sus ojos bien cerrados, vio su cuerpo ardía, su pelo pegado en su frente, sus piernas enroscándose en la cintura de Emilio, y sus ojos rodando hacia el interior de su cabeza. Imaginó la manera en la que su boca se abría cuando él no podía ya emitir sonido; sólo un suspiro entrecortado.

No había nada más excitante para Emilio que ver a Joaquín perder el control, verlo retorcerse debajo suyo mientras llegaba a su orgasmo y sus manos se aferraban fuertemente en la espalda de Emilio. Pero lo más alucinante de todo era sentirlo cerca suyo.

Tenerlo cerca era increíble. Tan sólo abrazarlo, y sentir su cuerpo en contra del suyo, era la sensación más asombrosa, o eso creía. Sus labios en el borde de su boca... el calor que había sentido... el casi un beso... era el sentimiento más increíble. Estaba tan confundido en ese momento, maldición, en ese momento deseo haber vuelto su cabeza la segunda vez que Joaquín lo besó, de forma que sus labios se encontraran con los de él.

Por las últimas tres semanas, la urgencia de besar a Joaquín había aumentado de una manera notoria. Era una atracción invisible, una fuerza contra la que no podía luchar, si no lo besaba pronto, si no probaba sus labios, se volvería completamente loco, no queria luchar, y siendo francos, tampoco quería hacerlo.

El juego había cambiado, diablos si Emilio creía de todo corazón que el juego ya había cambiado. Estaba en una nueva fase. Las reglas estaban siendo lentamente destruidas una por una, y lento pero seguro, Emilio esperaba que todas, una por una, de una maldita vez desaparecieran.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora