Capítulo 8: "Cuatro abajo, Veintidós más por ir".

766 83 0
                                    

Emilio se sintió vacío cuando se despertó a la mañana siguiente, no era la primera vez en el último mes que se sentía así, pero hoy, era mucho peor que las otras veces.

Este era el primer fin de semana en un mes en el que se había despertado solo. Era una extraña sensación, estaba acostumbrado a levantarse solo, no era un concepto bizarro, pero en el último mes o más se había acostumbrado a tener un cuerpo cálido a su lado en las mañanas del domingo. Le gustaba, más de lo que debería.

Se dio la vuelta en la cama aquella mañana y las vacías, las frías sábanas extra bajo su torso se sentían frígidas y poco naturales. Otras veces, a él le gustaba volverse y encontrar que el otro lado de la cama estaba frío, especialmente en los meses cálidos y húmedos de verano, pero ahora, se sentían solitarias y áridas. Necesitaba a alguien allí; ansiaba por la calidez de Joaquín.

Se quedó en el lado frío de la cama tratando de calentarla con su propio calor, pero no parecía funcionar. Al final, reunió energía para levantarse de la cama y dirigirse al cuarto de baño.

Esta vez usó su cepillo de dientes.

De nuevo, encontró a Joaquín sentado en el sillón, mirando comerciales inexpresivos, envuelto en una manta de lana que su madre les había traído para ponerla sobre el sillón.

—Buenos días —saludó en voz baja en caso de que Joaquín tuviera dolores de cabeza. Fruncía el ceño y tenía los ojos cerrados como lo hacían las personas para poner presión en donde estaba el dolor de cabeza.

—Buenos días - respondió.

— ¿Estás bien, Bonito? No te ves muy bien.

—Estoy bien. Sólo no he dormido bien. Sigo teniendo ese extraño sueño.

El cuerpo de Emilio se tensó. Aun cuando Joaquín había explicado anteriormente que el sueño era algo completamente diferente a lo que él pensaba no podía evitar el sentimiento de preocupación que surgía en él. Su corazón latía rápido y podía sentir la adrenalina trabajando en su cuerpo, haciendo que una gota de sudor se formara en el borde de su ceja derecha.

— ¿A qué te refieres con extraño? —preguntó con voz lacónica. Estaba ansioso. La última cosa que quería era a Joaquín teniendo esas pesadillas de nuevo.

—Relájate, Emiliano —le tranquilizó golpeándolo ligeramente en el brazo. —Ya te lo dije, es buen sueño... creo. No lo sé. Sigo despertándome porque no sé qué significa.

El cuerpo de Emilio se relajó ante sus palabras. No podía evitar su reacción. Él siempre tenía un sentido, una necesidad podrías decir, de proteger a quienes amaba, pero con Joaquín, era totalmente diferente. Había una urgencia de mantenerlo a salvo todo el tiempo, de estar allí para atraparlo cuando él cayera, de estar allí para sostenerlo cuando Joaquín llorará o cuando él se molestará y le pegaba a la pared. Era inexplicable, pero no podía evitarlo.

Él sólo necesitaba saber siempre que estaba seguro.

—Así que, ¿qué es lo confuso en tu sueño como para que no puedas dormir? —preguntó, curioso. Realmente quería saber, y el sonrojo que lentamente comenzaba a expandirse en sus mejillas, le añadía más interés.

Joaquín sacudió su cabeza negándose. No había forma de que él le dijera a Emilio acerca del hombre sin rostro. Tenía una graciosa suposición de que se reiría de él.

—Vamos, Joaco, dime. Debe de ser un buen sueño si te tiene así de nervioso —le bromeó él, intentando que le dijera. Debía de haber alguna razón, una explicación lógica a su sonrojo. —Es un sueño con sexo, ¿no? Estás teniendo un sueño sucio con alguien. ¿Quién? ¿Eh? ¿Quién? —continuó suponiendo, tratando de provocarlo para que le dijera.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora