CAPITULO 25: " K es para Destino (K is for Kismet)"

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—Debemos hablar.

—Debemos hablar de nosotros.

Emilio siguió repitiendo las cuatro palabras en su cabeza mientras se sentaba en la cama. Cuatro palabras que nunca habían sonado más desalentadoras ni de mal augurio que ahora. En su cabeza las oyó como una melodía inquietante, con órgano y violines tocando, mientras miraba a Joaquín sentarse junto a él lentamente.

Su mente corría mientras se sentaba en el suave cubrecama. No podía empezar a conjeturar todas las formas posibles de la conversación, la dirección que tomaría, qué decir. Pensaba en dos cosas, sólo dos, y ninguna era buena. Ninguna llegaba a una Buena conclusión. Es el fin, era todo lo que Emilio podía imaginar. Este es el fin, siguió pensando. Lo perdí para siempre.

La tensión en el cuarto era fuerte, palpable realmente; era sofocante y él se daba cuenta de que no era el único al que lo afectaba. Estaba en el aire y afectaba a Emilio en una forma que él no podía describir. Se sentía casi como una nube negra flotando arriba de ellos.

Nunca había estado tan nervioso. Ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que había sentido ese tipo de ansiedad. Ni siquiera volviendo a casa se había sentido como ahora, pero sabía que no era sólo él. Podía ver los nervios causando estragos también en Joaquín.

Sus nervios estaban disparados, las terminaciones encendidas agitadamente. Cada parte de su cuerpo había cobrado vida; cada parte temblaba diferente. Sus manos agitadas en su regazo y su rodilla rebotando incansablemente. Había un nudo en su garganta y sabía que en cualquier momento podría inclinarse y vomitar. El dolor, los nervios se calmarían, pero no se irían.

Se miró y no se sintió perturbado por el hecho de que aún seguía desnudo, mientras que Joaquín vestía su remera y pantalones que tenía puestos cuando entró en el cuarto más temprano. Se dio cuenta de que sólo había estado en casa unas pocas horas y ya se había arruinado todo.

Incluso ahora, hecho una bola de nervios, Joaquín se veía increíble, su pelo estaba todo desordenado, la señal inequívoca de que él había enterrado sus manos en pelo, su cara estaba ruborizada, y su postura era pésima. Estaba doblado en sí mismo, sus hombros caídos en forma abatida, pero a pesar de todo él seguía luciendo increíble

Las pocas veces que Emilio pudo mirar a Joaquín, sin que se diera cuenta, pudo ver la inquietud en sus ojos; conocía esa mirada muy bien. Joaquín también estaba nervioso.

El instinto natural era confortarlo, preguntarle qué le pasaba, envolver sus brazos en él y hacerlo sentir mejor, hacerlo reír, hacerlo olvidar de qué tenían que hablar, pero sabía que no podía. Él era la razón de la inquietud y preocupación en su cara. Él era la razón de su dolor.

Y eso lo mataba.

—¿Qué pasa con nosotros Joaco? — Emilio preguntó, finalmente juntando coraje, tragándose los nervios lo mejor que pudo. El súbito sonido en el cuarto silencioso sobresaltó a Joaquín.

De nuevo vino su instinto natural de confortarlo, pero de nuevo, no podía. Eso también era su culpa.

— Maldición Joaquín, di algo, por favor — Emilio suplicó mientras una lágrima caía por la mejilla de Joaquín. Por un momento, miró embelesado cómo la lágrima pendía de su mentón para luego caer en su muslo.

—No sé qué decir... mierda... ni sé por dónde empezar —susurró y el nudo en el pecho de Emilio palpitó y se expandió.

—Tómate tu tiempo —Emilio tartamudeó sintiéndose incómodo en su propia piel. Sentía casi que el cuerpo le picaba. Se incline hacia el lado de la cama para levantar su ropa interior y se la puso.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora