Sólo había pasado aproximadamente una hora desde que Joaquín se había quedado dormido, pero de repente se despertó sobresaltado, despertando a Emilio en el proceso.
—Joaco, ¿qué pasa? —preguntó mientras se frotaba frenéticamente los ojos, tratando de deshacerse de la vista borrosa. Se había quedado dormido veinte minutos después de Joaquín. Tenía mucho en la mente.
— ¡Las velas! No apagamos las velas, ¡La casa probablemente está en llamas! —gritó y saltó de la cama, golpeando una de sus rodillas contra una de las mesitas de noche de Emilio.
— ¡Auu! —gruñó Joaquín mientras se agarraba la rodilla y volvía a caer en la cama. Emilio se río mientras se sentaba y encendía una de sus lámparas.
—Tonto —reprendió Emilio—Apagué todas las velas después de que te dormiste. ¿De verdad creíste que dejaría que el apartamento se quemara con nosotros adentro? Si hubiera sido así ya me hubiese ido, desde hace mucho tiempo —se rio mientras Joaquín seguía en shock.
—Gracias, Emilio. Me siento tan amado y seguro contigo siempre —Él se giró hacia Joaquín para encararlo mientras seguía frotándose la rodilla, tratando de deshacerse del dolor.
—Siempre te tendré seguro, Bondoni. Debes de saber eso —él estaba más serio de lo que podía, lo cual espantaba un poco si Joaquín era honesto, pero le sonrió a su mejor amigo.
—Lo sé, Osorio, creo que la cara de Andrés lo sabe también —se río Joaquín y Emilio se le unió.
Esa había sido la primera vez que Emilio había golpeado a alguien, en verdad golpeado a alguien. Sí, él y su hermano mayor, pelearían, pero en realidad esa eran representaciones del programa Hulk Hogan que pasaban por televisión los lunes por la noche.
Emilio y Joaquín tenían catorce y Andrés fue el primer novio de Joaquín. Él era un junior, un completo idiota si le hubiesen preguntado a Emilio en esa entonces o ahora mismo. Él era un idiota con todos, excepto con Joaquín, al principio. Después de unos meses juntos, él comenzó a presionar a Joaquín en su relación, no el sentido del abuso, sino a pasar su relación a una relación más explícita. Era la última cosa que Joaquín quería, él sólo era un estudiante de primer grado, y no quería arruinar su reputación, de hecho, la poca que tenía.
Era la fiesta de día de muertos anual de los Osorio cuando Andrés llevó las cosas muy lejos. Emilio había visto cómo él había guiado a Joaquín a la planta de arriba a uno de los dormitorios. Los siguió con diligencia, escondiéndose detrás de la multitud y sombras, no siendo notado por ninguno de los dos. Joaquín era muy ingenuo, él había seguido a Andrés muy entusiasta, pensando que él sólo quería un beso. Emilio miró cómo su amigo sostenía la mano de Andrés, riendo juguetonamente con él mientras lo introducía a la primera habitación que encontró, la de Emilio.
Fueron los gritos de angustia que dio Joaquín los que pusieron a Emilio al borde, irrumpió en la habitación para encontrar a Andrés sobre Joaquín, forzándolo. Emilio era una persona relajada, nada lo enojaba o molestaba realmente, pero nunca, nunca nadie debía de meterse con su familia o con sus amigos. Andrés pudo darse cuenta de eso. Emilio quería matarlo, cada onza de su cuerpo mientras daba puñetazos y patadas, Andrés le gritaba que parara, pero él no lo hizo. Nunca volvió a ver o saber de él después de esa noche, pero si algún día él lo encontrara en algún lado terminaría lo que empezó.
Emilio fue sacado del recuerdo por las maldiciones de Joaquín.
— ¿Estás bien? —Preguntó Emilio preocupado — ¿Necesitas una venda o algo así? ¿Hielo?
—No, estoy bien. Sólo acabo de golpearme la rodilla bien fuerte, ¿qué hay de nuevo en eso?
—Pensarás que con la edad tu coordinación podría mejorar un mínimo, pero no. Empeoras con la edad —bromeó él, riendo a carcajadas mientras Joaquín lo golpeaba. Y lo detuvo a agarrando su muñeca. Dejó que su dedo trazara la vívida cicatriz roja que estaba en su brazo.
—Lo siento, Joaquín. Siempre estaré arrepentido de esto —murmuró frotando suavemente la cicatriz. Joaquín se sentó y suavemente apartó los rizos que había caído en los ojos de Emilio.
—Te he dicho que dejes de disculparte por eso. Éramos jóvenes y estúpidos. Se supone que debemos de tener experiencias así, son parte del crecimiento —lo consoló.
—Aun así —insistió Emilio —Podrías haber muerto. No sé qué hubiera hecho sin ti Joaco — Joaquín sonrió con nostalgia mientras abrazaba a Emilio, él tampoco hubiera sabido que hacer sin él.
Ellos tenían dieciocho años cuando Joaquín se hizo la cicatriz. Hasta este día, Emilio se disculpaba todavía por eso. De alguna manera fue su culpa.
Los dos se habían saltado la escuela por primera vez. Aunque en realidad no fue tan grande. No es como si ellos faltaran a la escuela a la mitad del plazo. Esperaron a que todos los exámenes terminaran, y sólo quedaban tres semanas para la graduación, pero era saltarse la escuela de todas formas. Los dos se las habían arreglado para colarse a una reserva, justo donde algunos chicos Junior de diferentes colegios saltaban el borde la montaña. Era para probar su hombría. Entre más alto saltabas mucho mejor.
Joaquín había visto un montón de veces saltar a los chicos, pero nunca había tenido la urgencia de unirse a la actividad, ni tampoco Emilio, pero ese día era la aventura de los dos, arráncale pedacitos al tiempo y todo eso.
Emilio lo había sugerido, así como también había sido el primero en saltar, viéndose positivamente agraciado en todo el camino del descenso, Joaquín lo había visto desde la cima caer al agua, su cabeza salió del agua, él estaba sonriendo. Él le había gritado que saltara, se burlaba y presionaba. Joaquín se quejó de que el agua estaba demasiado fría, que se resfriarían cuando llegarían a casa por las ropas mojadas, pero finalmente se armó de valor y saltó.
Emilio miró horrorizado mientras Joaquín caía. Entre más se acercaba al agua más alarmado se ponía, él no había saltado lo suficientemente lejos para evitar las rocas y Emilio sabía que se golpearía la cabeza en cuanto cayera.
Era un sonido que nunca olvidaría, el sonido que se produjo cuando Joaquín golpeó las rocas, él gimiendo de dolor mientras Emilio nadaba para alcanzarlo, gritando su nombre. Nunca olvidaría ese día. Todos los sonidos e imágenes estaban grabados en su memoria. Sus lágrimas, sus sollozos, la sangre escurriendo de su brazo mientras él lo cargaba hasta su auto; todo era vívido en su mente. Sus ojos cerrados, su respiración pesada, Joaquín casi muriendo en el asiento trasero. Todas esas cosas asaltaban a Emilio cada vez que miraba la cicatriz.
Cuando él llegó al hospital, cargando a un Joaquín inconsciente en sus brazos, había sido su padrastro, Mike, quien lo había llevado a la sala de emergencias para ser revisado. Él informó a los dos que habían estado de suerte ese día, porque la única cosa que había pasado es que Joaquín se había rotó su brazo. Porque él había anticipado el contacto antes de que cayera, cubriendo su cabeza con sus brazos.
Emilio recordó su respiración constante mientras yacía en la cama del hospital, el pitido de los aparatos, su voz aturdida cuando Joaquín se levantó confundido. Recordó la regañina que consiguieron no sólo de sus padres, sino de su director. Todo había sido culpa de él, y siempre recordaría eso.
—Aww, Emilio, no me hagas sentir mal. Es el trabajo de las chicas ponerse emocionales después del sexo, a nosotros esto no nos tendría que afectar —se rio Joaquín, tratando de aligerar el humor, pero a mitad de su oración dio un gran bostezo.
—Muy gracioso Joaco, ¡Vuelve a roncar! —bromeó, empujándolo para acostarse de nuevo.
—Yo no ronco —protestó Joaquín, cubriendo su cuerpo desnudo con las sábanas. Emilio rápidamente las agarró.
—No te adueñes de todas las sábanas, Joaquín, es mi cama —dijo Emilio mientras tiraba de ellas. Joaquín perdió el agarré y rodó hacia él, golpeándose la barbilla contra su pecho.
— ¡Jódete, Emilio! —gritó, golpeándolo repetidamente en los brazos. Él detuvo sus manos fácilmente, empujándolo a su lado.
—Yo no ronco —argumentó de nuevo.
—Si tú dices —comento Emilio sarcástico
—Cómo sea, Emiliano. Buenas noches.
—Buenas noches, bonito, Dulces sueños.
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Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓN
ФанфикEl saco el sombrero del cajón, lo sacudió dos veces y se lo tendió a Joaquín. Ellos sabían cual letra era, pero esa era la forma en que en que habían llevado el juego desde los cuatro meses atrás donde habían empezado.