CAPITULO 20: "M de Mi Tiempo/Tiempo para mi" (PARTE 1/2)

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«Tenemos razones para creer que el hombre empezó a caminar erguido para dejar libres las manos para la masturbación»

~Lily Tomlin

El camino al trabajo esa mañana fue el más deprimente que Joaquín pudo tener. El disc jockey de la radio seguía pasando una canción triste tras otra mientras duraba la tanda de música sin comerciales. Joaquín ya no podía estar escuchando acerca de alguien que tenía el corazón roto cuando el suyo estaba partido en mil pedazos. Joaquín pensó para sí mismo, ¿cómo podía estar rompiéndose cuando no había nada entre él y Emilio? Estaba jodido, con todas las letras.

Para cuando Joaquín parco en el estacionamiento para empleados, había un doloroso nudo en su garganta y la necesidad de llorar era palpable. «Maldita radio. Maldito seas,», pensó mientras trataba de tragar el dolor, pero era inútil.

En el ascensor hacia su oficina, tuvo suerte de estar solo. Se sentía frustrado, enojado y al no poder controlarse le dio un golpe en la pared del ascensor, suficiente fuerte para aliviar la pena por un rato.

Joaquín llegó al piso de la compañía con dos minutos libres antes de su reunión de departamento. No tenía ningún deseo de asistir ese día. Todo lo que quería hacer era hundirse en su miseria. Cada fibra de su ser le decía que se encerrara en su oficina, y les dijera a todos 'púdranse' pero se lo tragó y se dirigió a la sala de conferencias con todos los demás.

La reunión se alargó esa mañana. Usualmente Joaquín era un participante activo en la discusión, aportando ideas, informando a sus colegas de los manuscritos que estaba leyendo. Hoy, sin embargo, guardó silencio, generando miradas preocupadas y un par de miradas fulminantes de sus compañeros que dependían de él como voz activa en las reuniones

Cuando la reunión terminó, se disculpó con todos y se dirigió lentamente a su oficina. Podía sentir las miradas de sus colegas en su espalda mientras arrastraba los pies por el parque del pasillo, pero no le importo un carajo.

Eso a su vez probó ser algo malo, porque cuando pasó por el dintel de la puerta de su oficina, la estática lo golpeó y Joaquín maldijo en voz alta, sorprendiendo mucho a sus colegas, que nunca lo habían visto reaccionar de esa manera antes.

Lo dejaron solo el resto del día, la recepcionista ni si quiera se molestó en pasarle llamadas. Simplemente las pasó directamente a su contestador. Joaquín podía oír el pitido doble en su escritorio cada vez, pero estaba perdido, sus pensamientos concentrados en una sola cosa, en una sola persona.

Pasó la mayor parte del día mirando por la ventana de su oficina, sus ojos concentrados en la cubierta de cobre del edificio a manzanas de distancia. Las escalofriantes gárgolas sentadas en las cornisas no lo perturbaron en absoluto esta vez.

Joaquín supo que se suponía que trabajaría sobre la historia que había estado leyendo y editando los últimos días. Sabía el argumento básico de la novela, pero eso era lo máximo a lo que había llegado, lo que era raro para él. Tenía una reunión con el autor el viernes y quería estar totalmente preparado; eso era su habilidad. Cuando se reunía con un autor, conocía su novela como la palma de su mano. No solo discutía sobre el argumento de la historia con él, y sus ideas de cómo mejorarlo, sino que también discutía sobre los temas de la novela, qué pensaba que los lectores creerían del argumento, y qué no.

Sin embargo, su mente pensaba en una sola cosa; iba a estar solo sin Emilio todo el fin de semana. Ese pensamiento estaba empujando todo lo demás a un lado.

Sería la primera vez que él y Emilio estarían separados por un periodo largo desde que empezaron el juego, y sabía que extrañarlo era inevitable, pero tener este tipo de apego hacia él era la verdadera razón por la que Joaquín había temido al juego desde el principio.

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora