Capítulo 6: "R de Reciprocación" (PARTE 1/2)

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El domingo por la noche, después de que Emilio había puesto pequeños parches y reparado el poste de la cama junto a la pared, y sí, ni siquiera era su habitación, pero era su apartamento y le gustaba que luciera lindo, Joaquín se había pasado toda la tarde buscando en el diccionario palabras que empezaran con la letra "R", tratando de formular ideas para lo que podría hacer de actividad.

Joaquín sabía que iba a agregar diferentes actividades con la letra, ya que Emilia lo había hecho en su fin de semana porque cualquier cosa que Emilio pudiera hacer, Joaquín podría hacerlo mejor. Sólo era cuestión de pensar qué quería hacer.

Y mientras pasaba el diccionario la palabra, RECIPROCIDAD, se destacó en él: Reciprocidad: Dar y devolver mutuamente; regresar; corresponder; intercambiar; alternar; devolver favores.

Tenía mucho sentido pagarle a Emilio lo de las dos últimas semanas, pagarle de una manera que nunca podría olvidar. Tenía que hacerlo. Honestamente con Emilio había tenido el mejor sexo de su vida, ningún otro hombre lo hizo sentir tan vivo; no había forma de negarlo. Joaquín nunca se había venido tan fuerte, nunca había experimentado un orgasmo tan intenso que llegara hasta las puntas de sus tobillos.

La pregunta del millón era, ¿cómo lo iba a reciprocar?

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La mañana del lunes en el trabajo pasó tan bien como de costumbre, hasta que Kiko bailó vals en su oficina.

Kiko, es el hermano mayor de Emilio por dos años, trabajaba con Joaquín, bueno, en el mismo edificio de Joaquín. El edificio albergaba compañías diferentes, incluyendo una muy famosa oficina financiera.

Kiko trabajaba en el piso de arriba, él era un psicólogo que trabajaba con atletas famosos. Muchas veces Joaquín se encontraba en el elevador con algún beisbolista famoso que había visto en cartelera en su camino para visitarlo.

Usualmente él se detenía para hablar, ya que se conocían desde hace años, y Kiko tenía muchas horas libres en su horario, y la única persona que había en su oficina era una mujer llamada Carolina, su secretaria era una perra, así que siempre venía a charlar con Joaquín.

La conversación siempre comenzaba como siempre había sido desde que eran niños.

— ¡Bonito! ¿Cómo estás el día de hoy? —Joaquín rodó los ojos, de la misma forma que lo hacía cada vez que Kiko usaba ese ridículo apodo.

—Estoy bien, Kiko, Y por favor, ¿cuántas veces en los últimos veinte años te he dicho que no me gusta que me llames Bonito?

—Lo amas, Bonito, No mientas, Amas mis visitas también —contestó con el mismo aire de suficiencia de Emilio y se sentó en la silla frente al escritorio de Joaquín.

— ¿Qué te trae por aquí hoy, Kiko? ¿No hay jugadores de basquetbol temerosos de que sus esposas les atrapen acostándose con la niñera de sus hijos?

Kiko se rio en voz alta, su voz bulliciosa llenó toda la habitación.

— ¡Eres un maldito, Joaquín Bondoni!

— ¡Uf! —Gimió golpeando el escritorio con las manos.

— ¿Otra vez tapándote el cuello Joaquín?, no estamos para bufanditas —inquirió, levantándose de su silla y yendo hacia él.

—Aléjate de mí, Kiko Marcos. Te patearé las bolas y entonces tú y tu esposita no podrán tener un pequeño mini-Kiko.

— ¿Estás tratando de ocultar algo? —preguntó, arrinconándolo contra la pared, ignorando por completo su amenaza. Era mucho más grande que Joaquín, va la mayoría era más grande que él, no había ninguna posibilidad de poder alejarse de él.

— ¿Un chupetón, tal vez? —bromeó, quitándole lentamente la bufanda. — ¡Chupetones! —gritó, viendo las múltiples marcas purpuras en su cuello y el hueso de su clavícula. — Joaquín Bondoni, ¿con quién te estás metiendo?

— ¡No es de tu incumbencia!

— ¿Emilio sabe quién es el chico? —preguntó, sentándose de nuevo en la silla.

—Sí, él lo conoce... muy bien —respondió, con timidez, tratando de no dar pistas de que su hermano había sido quien le había mutilado el cuello y, oh Dios, cómo le había encantado.

— ¿En serio? Emilio no ha mencionado que estés saliendo con alguien.

— ¿Hablas con Emilio acerca de mis citas? – pregunto Joaquín.

—Bueno, no, pero cuando él te menciona, me deja saber qué pasa contigo. Además, estoy casado tu ex compañera de la Universidad, así que, por supuesto sé cosas, cómo cuántas veces fingiste orgasmos con cierto chico, digo cierta persona.

— ¡Salte de aquí Kiko! —ordenó Joaquín, apuntando hacia la puerta. Kiko se rio y salió murmurando "Eres un descarado Joaquín".

Cuando Joaquín le contó a Emilio la historia, más tarde en la cena, se echó a reír histéricamente, casi se asfixiaba con un trozo de pollo. Sacudió su cabeza, murmurando "clásico" para sí mismo.

El resto de la semana no fue tan importante como el lunes. Para el jueves, Joaquín ya había planeado lo que iba a hacer y no podía esperar, estaba emocionado porque nada le hacía más feliz que un Emilio feliz, y él estaría feliz, oh, muy feliz.

El viernes, fue la misma vieja canción y el mismo baile de las dos semanas anteriores, Emilio haciendo la cena y suplicado saber cuál era la letra. Él había dejado insinuaciones en su conversación al respecto, tratando de adivinar cualquier indicio de la letra que podría hacer, preguntando sin sentidos al azar.

— ¿La letra aparece en la palara, floccinaucinihilipilification?

— ¿Esa palabra existe? —preguntó perplejo Joaquín.

—Sí, significa la estimación de algo inútil. Bobby (ex padrastro de Emilio) me lo enseñó en el sexto grado.

—No sé ni siquiera cómo deletrear eso, así que no sé si la letra aparece en esa palabra Emilio.

Joaquín lo sacó de su miseria durante el postre, principalmente porque él no le daría el pedazo de pastel de queso con fresa que tenía en la mano.

— ¿Sí te digo la letra, me darás mi pastel?

—Por supuesto. Así es como se negocia —bromeó, burlándose de él pasando el pastel enfrente de su cara.

— ¿Por qué siempre tienes que quitarme mi comida? Joaquín hizo un mohín mientras Emilio se reía de él.

—Sí, siempre funciona —dijo en broma, tomando una larga lamida de la mermelada de fresa del pastel de queso.

— ¡Hey! ¡Mi pastel! Has profanado mi pastel —gritó Joaquín, saltando de la silla mientras caminaba hacia Emilio.

— ¡La letra! Dime la letra y con gustó te alimentaré con el pastel.

—Soy capaz de comer por mí mismo, de todos modos, gracias por ofrecerte, ¡Ahora, dame mi pastel! —gritó mientras lo perseguía alrededor de la mesa de la cocina.

— ¿Sabes? —Comenzó Emilio —Esto empieza a sentirse muy familiar —se rio mientras esquivaba a Joaquín.

—Emilio Osorio, dame mi pastel y te diré la letra —propuso Joaquín sentándose en su silla, sino lo habría golpeado.

— ¡No! Así no es como funciona. Verás Bondoni, si te doy el pastel, no harás nada más que tragártelo y no me dirás la letra que escogiste. Que sólo servirá para hacer a uno de nosotros feliz, pero si me dices la letra y luego te doy el pastel, ambos estaremos satisfechos —argumentó, sentado en su silla, alejando lo más posible el pastel de Joaquín.

— ¡Bien, la letra es R! —hizo un mohín mientras cruzaba los brazos en derrota. Emilio se echó a reír y de inmediato le pasó el pastel.

—Tramposo —murmuró tomando un gran bocado de su pastel.

— ¡Prefiero el término "Genio"!

Tentación incontrolable [Emiliaco] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora