Trellick era un pueblo muy bonito. Ya se había dado cuenta el día anterior, desde el tramo del camino que discurría a lo largo del valle del río. Esa mañana, mientras se tomaba una taza de café junto a la ventana de la posada La Cabeza del Jabalí, lord Jack Frost reparó en las casitas encaladas, con sus tejados de paja y sus coloridos jardines, que se emplazaban a ambos lados del prado. Al borde del río se erigía la iglesia de piedra, con su alto capitel y su amplia explanada, en cuyo centro se alzaba un vetusto roble. La vicaría, con sus muros grisáceos cubiertos por la hiedra, se encontraba junto al templo. No podía ver el agua desde donde se encontraba, ni tampoco veía la hilera de tiendas junto a la posada, pero sí vislumbraba la arboleda del otro lado del río, un precioso marco rústico para la iglesia y el pueblo.
Se preguntó dónde se encontraría Pinewood Manor exactamente. Sabía que debía de estar bastante cerca, dado que el abogado de Bamber le había comentado que Trellick era el pueblo más próximo. Sin embargo, ¿a qué distancia se encontraba? ¿Sería una propiedad muy grande? ¿Qué aspecto tendría? ¿Se trataría de una casita como las que tenía delante? ¿Una construcción más grande, tal como sugería su nombre? ¿Un montón de ruinas? Nadie parecía saberlo, mucho menos Bamber, a quien tampoco daba la impresión de importarle demasiado.
Jack se esperaba un montón de ruinas.
Podría haber preguntado el camino el día anterior, por supuesto. Al fin y al cabo, ese era el motivo de que hubiera entrado en el pueblo. Pero no lo había hecho. Cuando llegó, la tarde estaba muy avanzada, por lo que se convenció de que sería mejor ver Pinewood Manor por primera vez por la mañana. La alegría de la fiesta local con la que se había topado era responsable en parte de esa decisión, claro estaba, al igual que la muchacha con la incitante trenza y con cuya risueña mirada se había encontrado a través del prado después de la carrera infantil de sacos. Le entraron ganas de quedarse y disfrutar... y de averiguar más sobre ella.
Apenas dos semanas antes ni siquiera había oído hablar de Pinewood Manor. Pero allí estaba, a punto de ver una casa o unas ruinas mientras se preguntaba cómo llegaría hasta allí. «Una pérdida de tiempo», había predicho lord Heyward, su cuñado, refiriéndose al viaje. Claro que Heyward no era muy dado al optimismo, sobre todo cuando se trataba de cualquier empresa de los hermanos de Emma. No tenía muy buena opinión de los Frost, a pesar de haberse casado con una.
No debería haber besado a esa mujer la noche anterior, pensó con inquietud. No tenía por costumbre coquetear con muchachas inocentes. Además, sospechaba que podía ser algo más que una muchacha cualquiera. ¿Y si después de todo Pinewood Manor estaba muy cerca y no se encontraba en ruinas? ¿Y si decidía quedarse una temporada? A lo mejor resultaba ser la hija del vicario. Era una posibilidad bastante plausible, ya que la muchacha era una de las organizadoras de la fiesta y la había visto salir de la vicaría. No le había preguntado quién era. Ni siquiera sabía su nombre.
¡Maldita fuera su estampa, ojalá no fuera la hija del vicario! Y ojalá que Pinewood Manor no estuviera muy cerca. Ese beso robado podía acabar siendo un motivo de bochorno.
Por supuesto, la muchacha era lo bastante guapa como para tentar a un santo, y los Frost nunca habían buscado la santidad. Su melena rubia platina y sus facciones perfectas, con ese rostro ovalado, la convertían en una beldad aunque solo se la mirase de cuello para arriba. Sin embargo, si se añadía el resto de la imagen... Jack resopló y se apartó de la ventana. «Voluptuosa» era la primera palabra que se le ocurría. Era alta y delgada, pero con curvas generosas en los lugares adecuados. No solo lo vio con sus propios ojos, sino que lo comprobó con su cuerpo.
Ese recuerdo bastó para provocarle una turbación muy incómoda.
Se dirigió hacia el posadero para pedirle indicaciones sobre Pinewood Manor. Después, fue en busca de su ayuda de cámara, que había llegado en plena noche con el carruaje que trasladaba su equipaje, una hora después de que su lacayo apareciera con el tílburi.
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Amante de nadie (Adaptación Jelsa)
RomanceElsa Arendelle jamás se hubiera imaginado que se cumpliría la predicción de aquella gitana: «Cuidado con un forastero alto, guapo y de pelo claro...» Creía haber encontrado la paz en Pinewood Manor, la casa que le legó el difunto conde de Bamber, cu...